Tres interrogantes a Germán García que sitúan una época y una orientación, extraídas del libro Palabras de ocasión. Entrevistas a Germán García, de César Mazza. En este caso, las preguntas fueron dirigidas por Bety Cáceres, durante una conversación que tuvo lugar en 1998.
--Usted comparó a Lacan con Cervantes, a los Escritos con el Quijote... habló de que el Quijote resultó ser tan extraño que hizo delirar sobre el origen judío de Cervantes, sobre una supuesta homosexualidad...
--Sí, es algo que escuché del responsable de la monumental edición del Quijote, que está acompañada por un CD y por un tomo con investigaciones excelentes.
Borges comparó muchas veces a los argentinos con los judíos, por su relación a la cultura europea con la que, sin embargo, nunca podrán identificarse del todo. La diferencia que Borges no subrayó es que los judíos tienen una cultura propia y que nosotros no tenemos nada, solo restos perdidos de diversas culturas. Pero con estos restos se hacen cosas extrañas: Escritos (que entra como quiere en la tradición cultural), el Quijote... la propia obra de Borges, por no hablar de nuestro querido Macedonio Fernández.
Miller hace mucho que enseña en castellano y, dado que es judío, también tiene algo de argentino. Lacan, en cambio, se comparaba con Góngora.
El comentario de Francisco Rico sobre Cervantes me resultó revelador de algo sobre Jacques Lacan. Decía que el enigma que se había constituido en torno a la vida de Cervantes había sido producido por su obra, en particular por el Quijote.
Cervantes había entrado en el sistema literario de su tiempo mediante novelas ejemplares, de la misma manera que Jacques Lacan entró en la psiquiatría con su tesis ejemplar sobre la paranoia.
El Quijote sacó al primero de ese sistema, los Escritos condujeron al segundo a la ectopía en psicoanálisis. Y en un caso como en el otro esa exclusión retornó a causa de esos enunciados bajo la forma de un enigma.
¿Quién era Cervantes, quién fue Lacan? De lo que querían sólo tenemos lo que escribieron. Y Lacan, en particular, es también -como lo subrayó Francois Regnault- lo que ha callado.
La comparación de los Escritos con el Quijote responde al problema que me parece que Miller intenta resolver: crear un lugar para ese libro, tramar los circuitos para que esa enunciación no se disuelva en la lengua común, ni quede en el silencio. Acusar de retórico a un discurso viene de antiguas disputas donde la filosofía marcaba -como diría mi amigo Trías- la frontera de su legitimidad acusando de ilegítima a la retórica.
--Hubo otras acusaciones...
--Sí, pero se reducen a la molestia que causa la diferencia entre movimiento y partido. La extensa red internacional puede congelarse en un partido con sus competencias y sus jerarquías o bien puede seguir un paso más, uno más, como un movimiento que genera sus condiciones de enunciación en vez de regular los enunciados existentes. Es lo que entiendo.
--¿Qué perspectiva vislumbra después de Barcelona?
--El programa de Miller podría resumirse en su título: Elucidación de Lacan. Es decir, sacar las consecuencias políticas, clínicas e institucionales de su enseñanza, mediante el suplemento que le aporta el concepto de Escuela.
La discusión sobre la Escuela Una, el debate sobre el AE (Analista de la Escuela) transitorio o permanente, la renovación de la enseñanza a partir de la acentuación de lo real -sin ignorar las coordenadas históricas de esta noción-, son algunos de los puntos que se vislumbran.
En cuanto a la discusión sobre las consecuencias de Barcelona, depende de dónde se sitúa cada uno: hablo desde la ciudad de Buenos Aires, desde la EOL, desde el Centro Descartes. Es decir, ignoro algunas cosas de las que se juegan entre nosotros y que tienden a ser ignoradas, son las coordenadas de mi transferencia de trabajo.
Si la situación actual conduce a los extremos, ya están decididos los lugares desde los que hablo, si no ocurre nada de eso, también mis afectos ya están orientados.