Espías a escondidas 5 puntos
Spies in Disguise; EE.UU., 2019.
Dirección: Nick Bruno y Troy Quane.
Guion: Brad Copeland y Lloyd Taylor.
Duración: 102 minutos.
¿Y si hacemos una película sobre un espía internacional transformado en paloma? Algo así deben haber pensado las mentes creativas detrás de Espías a escondidas, la nueva producción de la casa animada Blue Sky Studios, responsables de éxitos populares como La era de hielo, Rio y todas sus secuelas, entre otros títulos “infantiles” de gran rendimiento comercial. Y está bien que así haya sido, ya que uno de los atractivos de la ópera prima de Nick Bruno y Troy Quane (el primero es un veterano de la compañía y trabajó como animador en una docena de producciones previas) están dados precisamente a partir del absurdo de la situación de base: una paloma con capacidades mentales humanas intactas encerrada en un cuerpo que no sabe manejar. Pero lo ingenioso viene acompañado, ya en las primeras escenas, por la repetición de lugares comunes en envase familiar: el súper espía Lance (en las copias en idioma original la voz es la de Will Smith) enfrenta una de sus misiones más difíciles en versión paródica del mundo bondiano, transformado de pronto en sucedáneo cómico de la célebre escena de sangría oriental en Kill Bill.
El reciclaje está a la orden del día y gran parte del ritmo de la película está calcado del modelo instalado por Mi villano favorito y Los increíbles. Lo relativamente original pasa por otro lado: Walter (voz de Tom Holland), un joven empleado de la Agencia nerdo hasta la médula –y cuya madre policía murió en cumplimiento del deber, alerta de drama– recibe a un Lance perseguido por los suyos, un típico caso de inocente acusado de crímenes ajenos. Este termina bebiendo por error el mejunje que acaba de preparar el muchacho, cuyo efecto esperado consiste en invisibilizar al receptor pero que, cosas de la vida, termina transformando al espía afroamericano en una paloma… hembra (uno de los mejores gags del film enfrenta a Lance a ese notable descubrimiento). Y así la pareja despareja saldrá a recorrer el mundo, lo cual permite que el protagonista alado descubra que ser un ave puede tener muchas desventajas pero también sus beneficios. Les pisa los talones una agente de seguridad interna con “tono de piel latino”, cumpliendo así la cuota de diversidad racial que la corrección política actual demanda a viva voz.
De factura técnicamente impecable (va de suyo) y trazos y movimientos a tono con la animación mainstream contemporánea (la homogeneización en la industria es casi total), Espías a escondidas avanza cumpliendo a rajatabla las reglas doradas de los tres actos y poniendo en pantalla una escena de acción cada X cantidad de minutos, no sea cosa que la platea más joven se aburra. “Al fuego se lo combate con fuego”, afirma la paloma Lance, haciéndose eco de las clásicas reglas de enfrentamiento con los villanos de turno a la hora de asegurar la paz en el mundo. El joven científico opina otra cosa: su voz es la de un pacifista a ultranza y ese choque de cosmovisiones le agrega a la historia una pequeña pizca de complejidad moral inesperada. El resto es fórmula y profesionalismo animado, pan comido para las palomas.