A pesar de lo que cantaba Pipo Pescador el viajar no siempre es (solo ni principalmente) un placer. El presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía Martín Guzmán trabajan duro mientras acumulan millaje. Buscan apoyos y entendimientos para la reestructurar las deudas externas.
Israel, Estados Unidos, El Vaticano, varios países de la Unión Europea (UE) son fatigados por los peregrinos que despliegan argumentos, lucen buenos modales y se tienen fe, condición necesaria aunque (ay) no suficiente para llegar a buen puerto.
El viaje iniciático de un presidente recién asumido paga bonus simbólico. Alberto Fernández contaba con un potencial repertorio corto: la Argentina está cercada. Ridículo ir a Brasil, imposible a Bolivia. Los regímenes de derecha en el área del Pacífico (Ecuador, Perú, Colombia, Chile) son insalubres: atraviesan crisis políticas colosales, algunas con represiones feroces. Inclinarse por Venezuela configuraría una provocación para Estados Unidos. México, un régimen afín y amigable, queda lejos y su presidente Andrés Manuel López Obrador se ufana de no usar pasaporte: no sale de su patria.
Despuntar con el Papa Francisco podría haber sido el inicio más simbólico y potente. Pero el encuentro conmemorando la liberación de Auschwitz (el fin del Holocausto) se coló en el calendario. La Argentina honró esa cita desde hace décadas. Esta vez, Israel hacía de anfitrión en un aniversario redondo, 75 años. Fernández partió hacia allá, con una comitiva austera y asumiendo un perfil bajo.
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Europa, Europa: El Vaticano será un escenario amigable con un protagonismo mayor de Fernández. Ahorramos tecnicismos: la reunión de entre una hora cátedra y una estándar (45 a 60 minutos) con Francisco estimula y valdrá como aval en la pulseada con los bonistas privados y el Fondo. “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?” bromeaba Joseph Stalin, despreciando el poder no armado. La chicana podría adaptarse al peso vaticano en el FMI. En ambos casos, pecaría de simplista. El poder simbólico existe; el espaldarazo de Francisco algo suma y los peregrinos amarrocan apoyos.
Los países de la UE que recorrerá Fernández a paso redoblado son miembros del FMI aunque en conjunto no contrapesan a Estados Unidos. Los líderes del (cada vez más) Viejo Mundo, en general, atraviesan un mal momento. Por ejemplo, Macron congrega muchedumbres contra la reforma jubilatoria. La Canciller alemana, Angela Merkel (seguramente la mayor estadista de la región durante este siglo), está de salida. Como fuera, el beneplácito de mandatarios de la UE ayudará a la Argentina a demostrar que no es una paria del sistema internacional ni una nación que solo interactúa con Irán, Cuba y Venezuela. Esa descripción siempre fue falsa pero funciona como mito urbano a desmentir.
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La IVE en la agenda: Francisco y el presidente dialogarán a solas, también decidirán qué divulgan. Es factible que dediquen unos minutos a la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo que Fernández se comprometió a presentar en el Congreso. El ministro de Salud, Ginés González García, la impulsa, ni hablar de la potente ala feminista del oficialismo. La Jerarquía de la Iglesia Católica la objeta desde y para siempre. Fernández transmitió la voluntad de llevarla adelante a la cúpula del Episcopado. También analizó la perspectiva de promover medidas que fomenten la contención de mujeres en situaciones comprometidas, dinamizar mecanismos de adopción o de familias sustitutas. Son instituciones existentes, tal vez haya algunas movidas novedosas que aspiran a morigerar la oposición eclesial. Quizá a darle nuevos formatos de participación. Por lo menos, susurran funcionarios, para que la Iglesia Católica sea menos intransigente que los evangélicos, con quienes Fernández también mantuvo diálogo.
El cinco de febrero, en la Santa Sede Guzmán tendrá contacto con la presidenta del FMI, Kristalina Georgieva.
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Cara a cara: Serán un ámbito y un formato más propicio que la reunión con funcionarios de otro rango del FMI celebrada anteayer. Esta, pintan funcionarios expertos de Cancillería, tiende a parecerse a un examen. Un encuentro cara a cara, en un contexto no institucional, es una modalidad en la que Guzmán podrá desplegar su elocuencia y formación.
La trayectoria de “Kristalina” describen-se ilusionan en la Rosada y en Economía, difiere de la de su predecesora Christine Lagarde, la fallida novia de los argentinos. A diferencia de la funcionaria francesa (sector financiero al mango), la búlgara se forjó en ámbitos de cooperación internacional y ayuda humanitaria.
Hasta ahora, el ministro trajinó instancias complicadas. Departir con “los mercados” en Nueva York tiene bastante de simulacro. Los “mercados” evalúan a Guzmán, dictaminan que fue impreciso y eso fortalece a los acreedores privados que son del mismo palo… o son lo mismo. Debilitar a la contraparte vale como rebusque en las capciosas tratativas.
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Razones y poderes: Hacerse comprender, mejorar la reputación de la Argentina y del peronismo, conseguir tiempo para crecer, redistribuir y luego pagar. Casi nada. No es la primera vez que funcionarios argentinos lo intentan. Un ex presidente resumía así su fracaso en el año 2002. “Yo saludaba, les decía: ‘Eduardo Alberto Duhalde, mucho gusto’ Me respondían: ‘no le creo, muéstreme el documento´” A Fernández, da toda la impresión, le irá mejor en la gira. Sin garantizar el resultado final…
El Gobierno cree que los acreedores privados, tras un proceso de formulación plagado de presiones y tecnicismos, terminarán aceptando la propuesta. Y que el Fondo, cuya reputación está en crisis, concederá prórrogas a su principal deudor. En medio de las tratativas es imposible formular presagios.
Un dato es ineludible. La tesitura argentina es racional, sistémica: para impedir el default es imperativo diferir los pagos de deuda. Pero tener razón no basta en un conflicto de intereses. Y menos, opina este cronista, cuando interviene el FMI. La historia continuará durante meses ansiógenos y en surtidas comarcas.