“El presente es el instante en el cual el futuro se derrumba en el pasado”, escribió el poeta Robert Browning. Y algo de esto puede pensarse a partir de los relatos y las nouvelles que integran Checkpoint, el primer libro de ficciones breves de la escritora, crítica y docente Elsa Drucaroff. Sólo que en este caso, tras el derrumbe, y a modo de renacer como entre los escombros de las palabras, lo que surge de pronto es una conciencia histórica que pone de manifiesto que, entre lo aparentemente destinado a lo íntimo o privado, está presente el entramado social, es decir político; lugar desde donde debiera pensarse el pasado. O para decirlo en los términos de la autora de Los prisioneros de la torre. “Para que una sociedad no sea manejada por una memoria inscripta de la que no tiene conciencia, o sobre la que no tiene reflexión, debe estar ahogada por el estado de las cosas, urgida por cambiar. Entonces la búsqueda de modos de actuar en el pasado se vuelve algo meditado, reflexivo, y para eso tiene que generar una memoria meditada y crítica sobre lo que ocurrió”.
Contundente y esclarecedora en sus ensayos académicos reunidos en diferentes volúmenes, los postulados críticos de Elsa Drucaroff han dialogado desde un principio con su obra de ficción a través de los años (cuatro novelas: La patria de las mujeres, Conspiración contra Guëmes, El infierno prometido y El último caso de Rodolfo Walsh) le han valido convertirse en una referencia indiscutible dentro de la literatura argentina contemporánea. En Checkpoint aparecen muchos de los tópicos presentes a lo largo de su obra: la palabra como constructora de realidad donde se manifiesta lo ideológico de una sociedad, los mitos junto a los cambios generaciones y su modo de vincularse con los relatos, el feminismo y lo que deja como consecuencia una sociedad patriarcal y machista, la década del 70 con todo lo que significó en nuestro país la última dictadura cívico militar, entre muchos otros.
Se diría que una escritora o escritor se repite en sus obsesiones. Sobre todo si se concibe la literatura no sólo como lo que se hace sino como lo que uno es. Y así establece un lugar en la utopía. La literatura como un modo de acceso al conocimiento y no solo concebida desde lo meramente estético sino, justamente, partir desde ahí para que las palabras asuman todo el peso de un compromiso social, en el sentido más cabal y nada metafórico.Y esto ocurre desde un principio, en Anteúltima cita, relato que abre la serie de Checkpoint, donde Elsa Drucaroff con una destreza narrativa realmente notable logra por medio de cambios de perspectivas y registros narrar la compleja relación que mantienen un ex matrimonio, separado hace catorce años, colmado ahora de rencores irreconciliables, despiadados el uno para con el otro, al punto de vengarse incluso de los momentos felices. “Cambió tanto, piensa, cambió de golpe, ella recuerda el día en que lo vio llegar a buscar a Lauti sin su hermosa barba, sin sus rulos, el pelo cortito, la cara que ella nunca le había visto, no lo conoció así en ese bar de Corrientes a donde ella iba con antiguos amigos de la militancia”. Si es que alguna vez los hubo, momentos felices, porque, a poco de encontrarse para hablar sobre una problemática que concierne al hijo adolescente de ambos, que está fumando marihuana, parecen dos enemigos entablando una guerra sin cuartel. No hay modo de saber de qué lado está la verdad, y seguramente tampoco importe demasiado; porque lentamente el foco de atención irá desplazándose hacia el hijo adolescente que parece naufragar entre las versiones de sus padres. De pronto todo el relato se resignificará cuando el final se convierta en principio, un pasado latente que esconde una historia trágica en el futuro: Cromañón.
Si fuera necesario darle arbitrariamente un orden cronológico a los relatos que integran Checkpoint, podría decirse que hay una mujer unánime representada en distintos momentos de su vida; desde su adultez a la infancia; primera etapa donde el descubrimiento del propio cuerpo ligado a sensaciones placenteras se encuentra problematizado por los discursos de los adultos cargados de prejuicios, aparentemente incapaces de hacer las lecturas inocentes de un universo infantil instalado en un presente continuo, como sucede en el cuento Lili en su bosque, donde la desobediencia y la trasgresión son el comienzo de una personalidad para nada convencional. En Fiesta en el Praivat, relato distópico, las palabras ponen en evidencia la ideología de una sociedad que por diversas razones, climáticas y políticas, ha dividido a las personas en dos clases, aquellos que sobreviven ocultos en subsuelos para protegerse del sol malo y los negrilleros, neologismo que representa algo mucho más complejo que a personas fuera del sistema y que, a la adolescente protagonista, le atrae como sucede con todo aquello misterioso o prohibido. De un futuro para nada conciliador a un pasado atroz y vergonzoso narrado con una sutileza admirable para instalar hasta el final del libro un tono cínico y corrosivo, como en Reunión con todos, donde, si bien nunca dicho explícitamente, se puede leer el grado de connivencia de un sector importante de la sociedad durante el Mundial de fútbol de 1978 y la soledad absoluta que debió experimentar una detenida por la dictadura cívico militar el día que fue obligada a presenciar el festejo de una final victoriosa contra Holanda.
Dos nouvelles integran por último Checkpoint; la última, Pájaros contra el vidrio, un viaje turístico a una ciudad veraniega donde el encuentro nada fortuito entre una mujer y un hombre será el inicio de una historia con elementos propios del género de terror y el thriller psicológico una vez que la pareja visite un abandonado hotel que alguna vez fuera la perdición para jugadores empedernidos.
En El peligro de acudir a una cita, nouvelle memorable, y tal vez el más logrado en el marco de un libro de intensidades extraordinarias, por reunir todas las características propias de la narrativa de Drucaroff, entre el sarcasmo y el humor, surge la crítica, inteligente y rotunda, guiada por una mujer como Dalila, que recuerda la noche anterior cuando asistió con su amiga Laura a una reunión de ex compañeros del colegio secundario. Ahora cincuentones y golpeados por la vida. Jóvenes de la promoción 75. Grandes promesas. ¿Todos? Por supuesto que no, tal vez solo uno, Ariel, que como todo honesto también será atravesado por sus contradicciones; pero lo importante es en qué se han convertido esas personas, o acaso en lo que verdaderamente fueron ya desde adolescentes, la época que recuerdan con nostalgia porque olvidan,o simulan olvidar, todas las canalladas que fueron capaces de hacer durante esos años. A sus compañeras, sobre todo.
¿En qué momento se forja definitivamente la personalidad de alguien? ¿Al lado de quién o de quiénes? ¿Cada uno guarda para sí una imagen que no le es propia sino está amparada por la mirada del otro? Y ahí estará Dalila en un momento de la noche, proponiendo jugar a la Botellita como en aquellos tiempos. Y mientras gira y gira, una verdad aguardará impaciente a que se detenga justo a la altura de quien reclama algo más que una justicia poética.