Por Ney Matogrosso
Cazuza y yo tuvimos un romance corto, que duró apenas tres meses. Fueron meses muy intensos, repletos de fuego, con llamaradas inmensas. Después pasamos el resto de la vida juntos, como grandes amigos. Nelson Motta escribió en su libro que salí con Cazuza cuando ya era cantante y que grabé su tema “Pro día nascer feliz” porque estaba apasionado por él, pero la historia no fue tan así. El romance sucedió antes de que Cazuza comenzase a cantar y grabé esa canción porque, más allá de mi admiración por el artista, consideraba –y considero hasta el día de hoy— que es un tema excelente. Cuando Cazuza venía a mis shows, para provocarlo cambiaba la letra, y cantaba: “Cogía para ser feliz”. Y él reía, quedaba encantado. Cazuza fue una de las grandes pasiones de mi vida, y yo de la vida de él. Era recíproco, una relación de mucha complicidad, mucho sexo, mucho afecto.
Mi historia con Cazuza comenzó en 1979, cuando era el fotógrafo de Som Livre y andaba por ahí con una máquina fotográfica colgando del cuello. Trabajaba con Scarlet Moon en la difusión de los artistas de la discográfica, asesoraba a Sandra de Sá, pero no tenía la menor satisfacción con el oficio, me parecía que era más una excusa para interactuar entre la gente que admiraba y que vivía en la casa de su padre, Joao Araújo, ejecutivo de la compañía. Cuando conocí a Cazuza, me advirtieron enseguida que era el hijo de Joao, como si fuese posible imponer límites cuando se trata de afecto. Lo curioso fue que conocí primero a su madre, Lucinha Araújo, en un negocio comprando caracoles, y ella me dijo que tenía un hijo, de alrededor de 13 años, al que su abuelo le ataba el pelo en una cola de caballo, le decía “mi Ney Matogrosso”, y le pedía que cante.
Me acuerdo de un encuentro, de hecho, en la playa de Leblon, fumando un porro: yo tenía 39 años y él era un jovencito de 17 años, con el pelo largo y lleno de rulos. Lindo. Aquel pibito de la playa parecía un ángel que había bajado del cielo, un tremendo vagabundo. Lindo. Apasionante. Tuvimos algo muy fuerte de verdad, por eso hablo de él hasta el día de hoy, fue un magnetismo que no tiene explicación. Noviamos durante tres meses, pero el amor duró para toda la vida. Dura hasta el día de hoy. No tengo esa cosa de que la gente muere y yo dejo de amar, mi amor por Cazuza permanece.
En la intimidad, Cazuza era un pibe muy dulce, amoroso, afectuoso y delicado, al contrario de lo que era su imagen pública, de un comportamiento agresivo y loco producido por el alcohol. Nosotros éramos muy locos, es verdad. Éramos libres, y tomábamos muchas drogas, pero también había mucho amor. Con una amiga en común, que por esa época se sumaba a nuestras locuras de a tres, nos instalamos en una casa del padre de Cazuza. Transamos durante todo el día, nos sacábamos fotos todo el tiempo y estábamos como enloquecidos. Pero a la hora de volver nos dimos cuenta que faltaba la película en las máquinas fotográficas, probablemente porque alguien las había descargado. Cazuza pensaba que el sabotaje había sido planeado por su padre, con la complicidad de sus empleados, para que no hubiese registro de nuestra locura amorosa: “¡Fue mi padre, ese mafioso!” Debe haber sido efectivamente Joao Araújo el culpable, fruto de sus preocupaciones de padre. Una lástima, porque hoy tendríamos fotos increíbles de ese encuentro.
Mis amigos me veían con él y no lo podían creer, nunca me habían visto de esa manera: amando, completamente entregado. Un gran amor. Cazuza era encantador y apasionante, no tenía absolutamente ninguna agresividad.
Nuestra relación terminó por pura inseguridad suya, y también porque la locura era demasiada. Tenía mucho miedo del rumbo que nuestra historia podría tomar, exigiendo más dedicación y compromiso. En verdad, me imagino que tendría mucho miedo de terminar lastimado. La gota de agua fue que, después de desaparecer por algunos días, reapareció con otro tipo, un traficante, y entonces discutimos. Le dije que no lo quería en mi casa sucio, maloliente, acompañado por esa clase de gente. Cazuza me escupió y yo le pegue una cachetada, lo eché de mi casa, y la historia de amor terminó. Pero una semana más tarde hicimos las paces y estábamos entrando de la mano en un restaurant, como viejos amigos.
UNA CONEXIÓN DIVINA
Antes de Cazuza, la única cosa que yo sabía ofrecer a cualquier persona era mi cuerpo, puro sexo. A los 40 años tuve una relación larga con Marco de Maria. Se convirtió en mi compañero de vida, fueron 13 años de mucha complicidad. Recientemene un diario se refirió a él como mi ex marido, después de que yo subí una foto suya a Instagram. ¿Ex marido? Eso es tan ridículo. Nunca lo considere mi marido, ni el consideraba que yo fuese marido suyo. No creíamos en ese tipo de relación, respetábamos por encima de todo nuestra libertad. Fue, sí, mi mejor amigo, con quien aprendí mucho sobre compañerismo.
Debo ese cambio a Cazuza, porque antes de él yo era esclavo del sexo, ninfomaníaco. Era como la dependencia de una droga, no dormía si no me cogía a alguien, no me importaba quién fuera. Sin ningún problema moral, yo quería transar, tener placer. No liberaba mis sentimientos, por traumas que tenía con mi padre y mi madre existía una coraza de plomo que bloqueaba mi pecho. Fue Cazuza quien abrió esa puerta de amor, el que quebró mi resistencia ante una relación afectiva. Tuvimos una relación tan profunda y apasionante, que me permitió admitir internamente la posibilidad de vivir por primera vez un vínculo amoroso, de vislumbrar la construcción de una historia con alguien, creer en la existencia de un amor duradero rompiendo la división entre sexo y afecto. Fue así, con el tiempo, que comprendí que el sexo sin amor es óptimo, pero con amor es algo trascendental, se trata de una conexión divina.
Cuando comencé mi relación con Marco, Cazuza se enojó, muerto de celos, y me amenazó diciendo que iba a transar con mi enamorado. Le dije que podía hacerlo, que nuestra relación era abierta, así que no tenía ningún problema. Incluso le avisÉ a mi enamorado que Cazuza iba a buscarlo para curtir con él. Un día Marco me contó que se fue a la playa con Cazuza y después terminaron en su casa. Enseguida, Cazuza me encontró y me dijo que había transado con Marco. Terminó todo bien, así que le pregunte: “¿Estuvo bueno?” Me dijo que si. Entonces, le respondí: “¿Pensaste que yo estaría con alguien con el que no fuese bueno?”
Después de ese episodio seguimos siendo amigos, e incluso transamos algunas veces. Y también dormimos sin transar, era lindo dormir con él, simplemente para disfrutar de su compañía. Entre nosotros no teníamos que mantener ninguna pose, no teníamos problemas el uno con el otro, había mucha libertad. Hasta que llegó el Sida y nos hizo retroceder en nuestros comportamientos de libertad sexual, trayendo la muerte y el miedo como fantasmas que comenzaron a rondar nuestras vidas.
Cuando Cazuza estaba en Barao Vermelho, en el auge de su éxito, en 1983, cayó enfermo. Había sido “tocado”, como se decía en esa época, por el virus del sida. Fue un momento muy doloroso, difícil, pero rodeado de amor. En el período en que estaba mas debilitado por la enfermedad, tuve la oportunidad de llevarlo para tomar ayahuasca. Tomó muchas dosis durante la sesión porque la bebida demoraba en hacer efecto en él, tal vez por la intensidad de las medicaciones. Sólo vomitaba. Hasta que finalmente sintió el efecto. Entonces, me miró con una sonrisa luminosa y me dijo: “¿Es así, tan simple, sólo recibir?” Le respondí que si: el amor es simple, es sólo recibir. Cuando llegamos a casa me dijo que quería conversar con sus padres, porque la ayahuasca le hizo comprender cosas importantes sobre la relación que tenía con ellos. Acompañé a Cazuza hasta el final, el 7 de julio de 1990, cuando partió. Nos amamos hasta el final de su vida, amor con presencia y sin sexo. Nunca nos alejamos. Cuando estaba con mucho dolor iba para su casa sólo para masajearle los pies, haciéndole compañía. Después estuve junto a su madre, cuando Lucinha fundó la Sociedad Viva Cazuza para dar apoyo a los niños y niñas portadores del virus de HIV.
EL TIEMPO NO PARA
Cazuza siempre será uno de los mayores amores de mi vida. La característica que más admiraba de él era el hecho de ser una persona completamente loca, descuidada, pero talentosísima. Admiro a la gente talentosa. Y también porque siempre fue muy auténtico, alguien que no se escondía, se mostraba entero tal cual era. Amo a la gente verdadera. Cuando vi a Cazuza tocar por primera vez junto a Barao Vermelho, en el Teatro Ipanema, le dije a Ezequiel Neves, que produciría todos sus discos: “Dejame dirigir a esos niños, que vamos a conquistar todo con ellos”. ¡No me dejó, se puso celoso! Caetano fue el primero que cantó Cazuza, el tema “Todo amor que houver nessa vida” , en el show presentación del disco Uns. Pero yo fui el primero que lo grabó.
El segundo disco de Barao Vermelho acababa de ser lanzado cuando Cazuza me lo hizo llegar. Vivíamos cerca, en Alto Leblon, así que me fui hasta su casa, y golpeé la puerta de su cuarto, gritando: “Despertate si querés ganar dinero”. “¿De qué estás hablando?”, me preguntó. “Voy a grabar tu tema ‘Pro día nascer feliz’
”, anuncié. “No podés hacer eso, va a ser nuestro tema de difusión”, se quejó. “Ya lo se”, le respondí. “Va a ser el tema de difusión de ustedes y también el mío”. Lo grabé y realmente sucedió eso: Barao comenzó a escucharse en la radio, y a partir de entonces nunca dejó de sonar. Sólo después la producción de la película Bete Balanco
buscó a la banda para pedirles un tema, y entonces Cazuza y Barao definitivamente pasaron a ser exitosos.
Conocía muy bien a Cazuza, entendía como funcionaba su cabeza. Creo que éramos de la misma tribu, hasta hoy tengo afinidad con su pensamiento y su lenguaje. Lo que más me atrae es la gente que nada contra la corriente, lo que él siempre hizo. Por eso me fue fácil dirigirlo en Ideología . Le pedí que se quedase quieto, porque ya estaba muy debilitado por el tratamiento contra el sida. Obviamente, comprendí lo delicado de aquel momento en su vida, y le dije: “Lo más importante son tus ideas”. Le conté que haría que una luz bailase por él, alrededor de su cuerpo. Tendría solamente que cantar, lo que hacía bellamente. Como ya estaba muy frágil, la intención era que no se esforzase absolutamente en nada. De esa manera fuimos construyendo juntos el show, con la intención de revelar su pensamiento, que considero lo más importante: “Todo o amor que houver nesta vida”, “O nosso amor a gente inventa ”, “Codinome Beija-Flor ”, “Eu preciso dizer que te amo ”… Me dijo que le gustaría empezar con “Vida louca” . Concebí el show dentro de sus posibilidades físicas, lo ensayamos en una semana, coloqué todo el equipamento de luz en el teatro para que todo ya estuviese verdaderamente listo apenas terminase el ensayo. “Ney, hice una canción, pero creo que no va a entrar en el show…” Era “O tempo nao para”. Cuando me la mostró, le dije: “Esa canción tiene que cerrar el show, escuchá lo que dice: Veo el futuro repetir el pasado/ Veo un museo de grandes novedades/ El tiempo no para/ No para, no, no, no para”.
Quedé emocionado, ya teníamos el final del show: fue lindo terminar el espectáculo con esa canción. Diseñé su vestuario, una ropa blanca —blusa de seda y pantalón de lino—, para que la gente pudiese ver su silueta gracias a la iluminación. La idea era que pudiese ser visto de forma más leve, sin necesidad de andar corriendo por el escenario porque no estaba en condiciones. Le dije que no necesitaba actuar con la irreverencia del comienzo de su carrera, al palo y con las orejas tapadas. Tenía que subir al escenario de manera que el público respetase su trabajo, como un profesional.
Fue así como en agosto de 1988 estrenamos O tempo nao para, en Aeroanta, un reducto clásico del rock brasileño que había en San Pablo. La grabación del show se editó después y vendió mas de 500 mil discos. Estoy orgulloso, porque es, sin ninguna duda, uno de los momentos más emocionantes de la carrera de Cazuza. Existía un gran amor entre nosotros, independientemente del sexo. Ese show fue hecho con mucho amor, entendiendo la situación de su vida en ese momento.
Cuando pienso en la película que hicieron sobre su vida, me pongo triste. No es que esté mal, pero es muy reduccionista. Cazuza era mucho más que eso que quisieron retratar, y eso es lo que me incomoda. Es imposible describir la vida de un ser humano en una película, pero quien conoce la vida real queda impresionado por el resultado. ¿Donde estás vos en la película, Ney?, me preguntan todo el tiempo. Es la pregunta que todos me hacen, y que la productora y el director del film deben responder. No soy yo el que tengo que hacerlo, porque fui excluido de la historia. La directora fue a mi casa y yo le conté todo, desde el momento en que conocí a Cazuza hasta el último día en que nos vimos. Le hablé de toda nuestra trayectoria, de nuestro amor. Después me dijeron que yo era un personaje tan grande que no cabía en el film. Yo amé y dirigí el último espectáculo de Cazuza, cuando él estaba muy enfermo, además de convencerlo de terminar con “O tempo nao para”, que se transformó en un himno de la contracultura. Es un tema muy emblemático dentro de la obra de Cazuza, tengo un cariño muy especial por esa canción. ¿Será que eso no significa nada dentro de la historia de Cazuza? ¿Cuál es el título del film? “Cazuza, el tiempo no para”.
PROCLAMAR LA VIDA
Cazuza fue el gran poeta del rock en Brasil, sin dudas, apasionado por la vida. Amaba a los poetas: Cartola, Rimbaud, Fernando Pessoa, Clarice Lispector, Kreouac, los beats… Eso puede ser percibido en sus canciones, tenía unos referentes que le ponían la vara muy alta, tal vez haya sido el músico con el pensamiento mas claro y crítico de la década de 1980, que de hecho colocaba el dedo en la herida. Si Cazuza hoy estuviese vivo, estaria enojado, indignado y enfrentando al Brasil hipócrita. Al final, entendiendo que el tiempo era corto, quería estar cerca de sus amigos, de quienes amaba, y pasó a producir compulsivamente canciones lindas.
Cuando se expuso a anunciar su enfermedad en una entrevista con Zeca Camargo, en el diario Folha do Sao Paulo, llamó la atención por el debate sobre su prevención y tratamiento, pero por encima de todo proclamó la vida. El tratamiento contra el sida era intenso, la medicación era muy agresiva. Infelizmente también tuvo que lidiar con aquel reportaje fatídico y la portada cruel de la revista Veja. Cazuza quedó enojado, con la salud aún mas vulnerable, siendo hospitalizado el mismo día que tuvo acceso a un ejemplar de la revista, a través de su padre, en la tarde de aquel domingo. Antes, escribió una nota de repudio para Veja. Además, en aquel mismo año, Cazuza recibió varias nominaciones al II Premio Sharp de la Música, por su disco Ideología, y Marília Pera leyó un manifiesto contra aquel reportaje, firmado por quinientos artistas, intelectuales y productores artísticos. El manifiesto fue publicado en la prensa. Cazuza apareció en la ceremonia del premio en silla de ruedas, con toda la dignidad y el coraje que le quedaba.
Mi relación con Cazuza fue un acto de amor, el show que le dirigí también fue un acto de amor. Si estuviese vivo seríamos amigos como siempre fuimos. Años después de su partida, grabé “Poema”, unos lindos versos que escribió para su abuelo paterno en 1975, cuando tenía 17 años. Grabé esa canción en 1999, a pedido de Lucinha y con música de Frejat, estoy muy orgulloso de que haya sido uno de mis mayores éxitos. Cada vez que canto esa canción de Cazuza en mis recitales , me acuerdo de él con mucho amor. Y recientemente, en 2017, el productor Nilo Romero rescató una canción inédita suya, compuesta con Perinho Santana, y que invitó a hacer un dueto con Cazuza. Era un tema que había quedado fuera de su segundo disco dolista, Só Se For a Dois, grabado en 1986. Fue otra cosa participar de un homenaje póstumo en la forma de dueto con una canción que se llama "Día de los enamorados" , pero me gustó hacerlo porque la vida ya es demasiado careta. Acepté porque mi amor por Cazuza sigue siendo enorme. El amor es muy simple.