Diagnóstico compartido y miradas similares sobre el futuro. Y, a contramano de lo que algunas voces opositoras reflejaron en los titulares de diarios hablando de la prescindencia de Francisco sobre el tema de la deuda externa argentina, el presidente Alberto Fernández confirmó también: “le pedí (al Papa) que me ayudara y me va a ayudar”. Si a ello se agrega el tono afectuoso que, además de hacerse evidente en los gestos es comentario general en la comitiva presidencial, puede decirse sin lugar a dudas que el encuentro entre Francisco y Alberto Fernández puede titularse como “prueba superada”. Y que, a juzgar por el tiempo que el Papa le dedicó al mandatario argentino y comparado con los gestos y la atención que en ocasión similar le brindó a su antecesor, también la calificación está cerca del máximo posible.
El Presidente viajó al Vaticano con la intención de sumar a un aliado de primer nivel en su intento de sacar a la Argentina de la situación de crisis en la que quedó después del macrismo. Y encontró en el Papa una persona dispuesta a colaborar en esa tarea. Claro está que Francisco lo hará moviéndose dentro los límites que le impone su investidura y actuando con la prudencia y la inteligencia que todos le reconocen a Jorge Bergoglio. El Papa es un aliado de primer nivel para la difícil tarea que enfrenta Alberto Fernández y su gobierno. Por méritos propios de su personalidad, por lo que representa en el escenario mundial; también por la condición de argentino, que Francisco nunca deja de lado aún sin perder de vista la responsabilidad universal que le impone su investidura.
Existen además coincidencias en los temas y en las preocupaciones. La centralidad de la atención a los pobres, la necesidad de erradicar el hambre, la atención a las minorías y a los inmigrantes desplazados en el mundo son parte de la agenda común del Papa y de Fernández. También hay miradas comunes sobre la coyuntura mundial, los conflictos internacionales, el cuidado del medio ambiente y la sustentabilidad del planeta.
Tanto los obispos locales como el propio Francisco no dejarán de insistir en su posición contraria a la interrupción voluntaria del embarazo. Para la Iglesia es una cuestión irrenunciable. Pero las diferencias sobre el particular –señalan por ambas partes- no serán obstáculo para la continuidad del diálogo, la cooperación y para profundizar en acciones comunes y compartidas.
Desde la perspectiva del Vaticano también hay interés en que Argentina colabore, en el escenario de la diplomacia internacional, poniendo en agenda aquellos temas que el Papa ha puesto entre sus prioridades: la paz mundial, el cuidado del ambiente, la situación de los migrantes y, en general, el propósito de trabajar para desterrar todas las formas de exclusión.
Pero más allá de las consideraciones que se puedan hacer, uno de los puntos más importantes que quedó sellado en el encuentro del Vaticano es la fluidez en la relación personal entre Francisco y Alberto Fernández y la seguridad de que entre ambos hay un canal abierto, una línea directa que no necesita de mediaciones y que ambos protagonistas saben que pueden usar en la medida de las necesidades. La designación de María Fernanda Silva, una persona de conocimiento personal de Bergoglio, como nueva embajadora argentina ante la Santa Sede, sirve además para respaldar y fortalecer la relación personal y directa entre los dos principales protagonistas.