Los consorcios pueden dar lugar a peleas irreconciliables entre vecinos o –más excepcionalmente– a historias fabulosas. La de 99 Monos pertenece al segundo grupo, y comenzó cuando el cantante Pato Duhalde todavía estaba embalado con el que sería el último disco de la legendaria banda Dios los Cría (el extraordinario El sonido de lo inevitable ) y el guitarrista Natalio Cucuk se mudó al departamento que está encima del suyo. “¿Estás al pedo? Tengo unas ideas de canciones”, lo convidó Nato una vez, en un ascensor. “Le dije que sí, y un día nos dimos cuenta de que teníamos un material muy bueno, que valía la pena hacer algo con él. El resto es historia”, confiesa Pato, que además es diseñador gráfico y probablemente uno de los mejores letristas que el rock argentino tuvo y tendrá.
99 Monos se formó en la intimidad de un edificio del centro marplatense, pero representa gran parte del universo rockero local. Es que Pato fundó, formó y sostuvo Dios los Cría durante dos décadas y Natalio hizo lo mismo con el grupo Qué Querés. “Los Monos”, como ambos llaman a su nuevo proyecto, es el sincretismo entre esos grupos, ya que el combo se completó con Leo Parín (primer baterista de DLC), Guille Taylor (guitarrista de QQ) y Tarugo Martínez, simultáneo bajista de las dos bandas. “En una semana ya estábamos ensayando, aunque nunca estuvo en los planes de ninguno”, confiesa Duhalde. “Todo se dio porque así debía ser, como cuando los chicos hacen amigos: jugando. O como un amante que se queda con todo.”
Es que 99 Monos no es únicamente la resultante de dos conjuntos preexistentes: es, a la vez, el acercamiento de dos generaciones que sucesivamente intentaron abrir el ruido y romper el silencio de una Mar del Plata tan acostumbrada a recibir tantos artistas en tan pocos meses –los de una temporada de verano menos duradera que el verano mismo– que luego parece no tener tiempo o atención para valorar en el resto del año a sus propios creadores. “Entiendo al caos como una situación que no está bajo control. Y no necesariamente debe ser mala o buena, sino una situación no predecible u obvia. Terminar con Dios los Cría para dar paso a Los Monos fue básicamente eso: cerrar una situación artísticamente controlada para dar paso a otra altamente vertiginosa. Después de 20 años en un mismo proyecto, era un caos altamente necesario”.
Gorilas gigantes y jinetes del caos
Caos es justamente la palabra que atraviesa su flamante segundo disco , aunque en verdad es el primer álbum con la banda como prioridad de sus músicos: hace cuatro años y medio publicaron uno epónimo, aunque entonces el proyecto era secundario comparado con DLC y QQ. “El arte del caos es un disco particular: estaba todo compuesto pero sin letras, apenas una saraza que suena fonéticamente parecida al inglés pero que no dice nada. Lo grabamos en sesiones de tres días, pero para poder armar las letras, la estética y el concepto tardamos dos años. ¡Realmente un caos!”, confirma Pato.
“El álbum aporta diez visiones del mundo contemporáneo, para ser escuchado de principio a fin. Y está altamente comprometido, porque creo que el rock dejó de ser el medio de expresión que fue, frente a otros géneros que hoy son contracultura. Hay muchas causas, pero una de las principales es la falta de aporte en pensamientos interesantes y la abundancia de letras cada vez más obvias”, resuelve Duhalde.
Cada canción tiene su título poético y, entre paréntesis, una vinculación más prosaica con el caos: de vanidad, de tiempo, de ambición, tecnológico, de nostalgia. “Todo lo que digan me lo paso por el culo esta vez, ésta, una y otra y otra vez”, es lo primero que canta Duhalde en la canción que abre el disco, Tini Nini (Caos social). “Es una declaración de principios, sin victoria ni derrota, pero en el más puro sentido de libertad. Lo mismo que la frase siguiente: “Lo digo claramente, yo ya no creo en políticos, curas, jueces o banqueros”, banca Pato.
El caos también es artístico, tal como refleja una canción divulgada un año antes de la salida del disco, a modo de anticipo: la que habla sobre el insólito (pero real) final del gigante muñeco utilizado para la película King Kong, que luego fue llevado a Mar del Plata con la promesa de ser un gran espectáculo y terminó literalmente arrumbado en la avenida Luro como el funeral de un fracaso estrepitoso. “Es una historia oculta de Mar del Plata que muy pocos conocen, pero que a la vez nos define muy bien como sociedad y como país. Porque lamentablemente somos esto: la improvisación, la falta de plan, la de atarlo todo con alambre para zafar.”
Adaptado a estos tiempos, 99 Monos recorre las venas abiertas de Mar del Plata a través de nuevos circuitos y formatos. Uno de ellos es lo que ellos llaman show de contacto: “Son mini conciertos de diez o doce temas con un armado tipo 360, para tocar entre medio de la gente, pero en cervecerÍas, aprovechando su auge en la ciudad”, describe el cantante, buscando fortalezas y oportunidades allí donde otros colegas ven solo desolación. “Con este nuevo disco queremos ampliar lugares y ciudades, pero no olvidamos que también somos una banda divertida para ver en vivo, sonando de equipos como en una sala de ensayo, sin que haya nada entre medio de la gente y nosotros.”