Comienza febrero y, con él, el imperio del Rey Momo. Aunque distintas localidades argentinas extienden sus festejos de carnaval, sea con murgas o comparsas, durante parte de enero y marzo, en la Ciudad de Buenos Aires los corsos comenzarán este sábado y se extenderán cada fin de semana hasta el de los feriados de carnaval, del lunes 24 y martes 25 del mes. Participarán 111 murgas con más de 10.000 murgueros, además de artistas de otras disciplinas que ofrecerán recitales y espectáculos en algunas de las locaciones. Los sábados la actividad se extenderá de 19 a 2 de la mañana, los domingos terminará a la medianoche, y otro tanto sucederá los feriados de carnaval, lunes y martes. Por otro lado, este año volverá a repetirse el gran festejo en Avenida de Mayo. Será el lunes 24 y comenzará a las 16. En lo que a carnavales refiere, la recuperación del festejo de Avenida de Mayo es una de las cosas en las que hace hincapié el ministro de Cultura porteño, Enrique Avogadro.
Esta edición del Carnaval porteño, informó el gobierno local, tendrá algunas incorporaciones largo tiempo reclamadas por la comunidad murguera, como más sedes. Este año habrá 34 corsos (varios de ellos ubicados en distintas plazas, como ya es costumbre), contra las 25 que en 2019 se habilitaron para levitas, bombos y banderines de colores. Se trata, puntualizan desde las oficinas de gobierno, de nueve corsos más que el año pasado. Eso sí, tranquilizan a automovilistas, colectiveros y taxistas: la logística del evento promete “un nueve por ciento menos de cortes de calles”. En la puja de intereses entre murgueros y odiadores del carnaval (o de los cortes de calles), desde hace algunos años el gobierno porteño optó por disolver el conflicto reubicando algunos corsos entre parques y otros espacios públicos (como el Anfiteatro Piedrabuena de Lugano, su par del Parque Lezama, el Poliderpotivo 9 de julio de Barracas o el de Colegiales). Además, y desde el año pasado, algunos corsos no funcionan todos los fines de semana. Desde Cultura BA prometen que las redes sociales oficiales vinculadas al tránsito de la Ciudad también ofrecerán información en tiempo real sobre la evolución de cortes de calle y circulación.
Como dato adicional, ya está disponible online la programación completa de cada corso (se puede consultar en https://www.buenosaires.gob.ar/cultura/promocion-cultural/programacion-carnaval ). Y aunque el asunto parece menor, es algo prácticamente inédito en el circuito. Hasta hace poco, los seguidores de cada agrupación dependían de que ésta anunciara dónde se presentaría. Y algo más atrás en el tiempo, ni siquiera eso era posible: las propias murgas se enteraban unos días antes dónde les tocaba actuar. Algunos aprovecharán esta información para planificar sus viajes. Otros para saber dónde encontrar a su murga favorita. De los corsos porteños, algunos tienen mejor infraestructura que otros, o la tradición carnavalera del barrio redunda en mejor clima y ebullición. Coberturas pasadas de Página/12 llevan a sugerir Boedo I, Villa Crespo, Mataderos y Villa Urquiza, aunque hay otros célebres como Parque Avellaneda, Liniers y Flores, por ejemplo. El orgullo barrial y la cercanía también juegan lo suyo en la visita al reino de las guerras de espuma, los coros, las lentejuelas, las matanzas y las retiradas.
Este año la Dirección General de Promoción Cultural y Data Cultura BA lanzó un informe sobre el carnaval 2019 que revela, contra las quejas suelen leerse en redes sociales, que el carnaval y los corsos tienen un fuerte asidero en parte de la ciudadanía porteña. Del más de un millón de asistentes, las estadísticas de Data Cultura revelan que el 79 por ciento es habitué de los carnavales y poco más de la mitad son de un nivel socioeconómico medio, donde casi todos los encuestados acudieron en familia. Además, se trata de un festejo mayoritariamente porteño: 80 por ciento de los asistentes son de la Ciudad, contra un 18 por ciento que se acerca desde el conurbano bonaerense. El perfil del asistente promedio, ejemplifican, tiene 26 años, es de clase media, va con la familia a un corso cercano y prefiere el corso en la calle. Además, le preocupa la programación infantil y suele ir cada año y más de una vez.
Lo interesante de esas estadísticas es pensarlas en relación a lo que suele verse en las murgas, en general pensadas como espacio de integración barrial y social, muchas veces para los chicos y jóvenes de sectores humildes. El contraste pone en evidencia algo que se señaló en distintas ocasiones en estas páginas: los carnavales porteños son una de las pocas oportunidades de que disponen los niños y adolescentes de menos recursos para hacerse ver, para presentarse como sujetos sociales lejos de las miradas estereotipadas y los prejuicios. Es decir, una oportunidad para ser auténticos protagonistas y de producir cultura.