Desde Mar del Plata

El embajador de las olas busca algo en el cielo. El lobo marino de oro de Marta Minujín, ese gigante de 10 metros de altura hecho con hierro y metal -recubierto por 80 mil envoltorios de alfajores Havanna, empresa emblemática de la ciudad-, es el anfitrión iconográfico de los intelectuales, escritores, músicos y artistas franceses y argentinos que llegan al museo MAR, donde comienza la cuarta edición de la Noche de las Ideas, bajo el lema "Ser viviente, estar vivo: más allá de lo humano", organizada por el Instituto Francés de Argentina (IFA), la Embajada de Francia, la Fundación Medifé y el Ministerio de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires.

"El lobo marino de Marta Minujín, ¿es mancha o línea?", pregunta el dibujante Miguel Rep en la charla "Somos lo que dibujamos", mientras la escritora Pola Oloixarac, el biólogo Diego Golombek y el especialista en neurociencias del lenguaje Adolfo García reflexionan sobre la que implica estar vivo en un mundo tecnológico y el historiador francés Jean-Fréderic Schaub propone "entender el pasado del racismo presente para que no tenga futuro". "Mi teoría es que somos mancha -dice el dibujante-. Cervantes estaba escribiendo algo que ocurría en la región de la Mancha. Todos somos mancha". En uno de los hall del museo MAR Gabriel Nardacchione y Marisa Fernández invitan a participar de una performance "Tacto vivido" en la que vinculan lenguajes del cuerpo y de la mente. En el primer piso hay una impactante muestra fotógrafica Panorama, curada por Rémi Parcollet, que reúne a setenta fotógrafos y despliega cien fotografías provenientes de los museos y centros de arte más importantes de Francia.

Rep anticipa que tiene una teoría que desarrolló en algunas tiras. "Los dibujos de las cavernas fueron hechos por mujeres; los varones se iban a cazar y las mujeres se quedaban en las cavernas porque alguien tenía que contar que había tipos arrojando lanzas -plantea el dibujante-. Esa narrativa empezó con las mujeres; pero dudo de esta teoría porque como nunca la he leído no puede ser que se me ocurra una idea genial". El sol avanza hacia la noche con la anaranjada pereza de quien no se quiere retirar del paisaje. "No entiendo por qué la gente no dibuja más, qué operativo represivo ocurrió en la infancia, en la escuela. Los que seguimos dibujando fuimos tan inútiles que nos quedamos con el dibujo como única habilidad", opina Rep y luego convoca a las personas que lo escuchan: "Recuperen la habilidad; vamos a ser más felices si dibujamos".

En la conferencia "Estar vivo y mantenerse vivo: la cuestión de la catástrofe", el filósofo Florent Guénard recuerda que el mundo se construye a través de los avances científicos y técnicos. "Nuestra pasividad frente aquello que se anuncia como catástrofe tiene que ver con la confianza en el progreso. Hay una profunda conviccción de que la mente humana es capaz de hallar soluciones en su cara a cara con la naturaleza. Esta representación incita cierta forma de pasividad y nos impide comprender que se necesitan medidas que cambien radicalmente nuestro modo de vida", advierte Guénard y agrega que "no dudamos de la catástrofe, pero no llegamos a espantarnos".

Guénard alerta sobre algunos problemas. "Nos negamos a ver que la naturaleza se nos escapa, que los avances tecnológicos en un campo determinado van acompañados de efectos perversos". Para el filósofo francés el asunto crucial de nuestra pasividad es que "no conseguimos representarnos la catástrofe para poder tenerle miedo, no conseguimos tener miedo de esta muerte que se anuncia". El filósofo francés le da una vuelta de tuerca al asunto. "La representación de la catástrofe permite figurarnos que ya no se trata de la muerte de uno mismo como individuo, sino de la desaparición de la vida".

El carisma de la cantante Daniela Horovitz no parece de este mundo. En el hall del museo MAR, con un vestido rojo con pájaros pintados que le diseñó una amiga, confiesa: "me puse lo primero que encontré". Apenas con la guitarra y su voz excepcional logra que el público cante entusiasmado: "Me enamoré una vez,/ no me enamoro más,/ a mí no me busqués/ porque no me encontrás". En el auditorio del museo, Yann Lorvo, consejero de cooperación y acción cultural de la embajada de Francia y director del Instituto Francés de Argentina, presenta al único profesor especializado en zombis, el escritor Roberto Gárriz. El perito en neotanatología -"la ciencia que estudia a los muertos recientes"- revela que desde que apareció el homo sapiens hasta ahora calcula más de 106 mil millones de personas. "Los que vivimos hoy representamos el 7 por ciento; el resto está fallecido. Ese ejército de muertos que nos supera ampliamente en número tiene una moral de combate altísima, la de aquellos que no tienen nada que perder". Las carcajadas irrumpen y continúan cuando explica como distinguir al zombi del turista en un lugar como Mar del Plata. "El zombi camina hacia la playa sin acarrear sillitas, no lleva protector solar, persigue hombres y mujeres por igual, no pega saltitos aunque el agua esté fría. No circula por las calles mirando el teléfono celular, no solicita la clave de wifi y no corre el peligro de morir ahogado".

Daniela Horovitz (foto Francisco Mendes)

El escritor Enzo Maqueira subraya que hace tiempo que la humanidad cambió para siempre en la charla "Del Homo sapiens al Homo iPhone". "Matamos a Dios, pero le rendimos culto a la tecnología. Corremos detrás de la tecnología. Nos endeudamos para comprarla, nos ponemos a su disposición. La consumimos pero también nos dejamos consumir. ¿De dónde viene esa fascinación por la tecnología? Probablemente tenga algo de fascinación por la pantalla, que es fascinación por la luz, que es fascinación por el fuego -compara Maqueira-. Contemplamos nuestras pantallas absortos, quietos, ensimismados, como nuestros antepasados contemplaban el fuego. Pero en nuestras llamas no hay espacio para la imaginación ni la reflexión, sino que todo nos es dado. Nos quedamos imposibilitados de actuar, presos de la inacción, incapaces de hacer otra cosa que ver y hacernos ver. Hundidos en nuestros celulares, admiramos el fuego que aprendimos a dominar o que creemos haber aprendido a dominar. Nos sentimos poderosos por tener una porción de poder en nuestras manos. Los recientes incendios en Australia nos indican que deberíamos ser más prudentes".