La 13º edición del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) finalizó con decenas de propuestas artísticas y con una multitud teatrera que respondió con entusiasmo una vez más a la “Maratón Abasto”, experiencia iniciada el año anterior. 2800 artistas, 530 espectáculos y 115 sedes son algunos de los números que dejó el evento, realizado por segundo año consecutivo en el verano e inaugurado el 23 de enero. El cierre se realizó desde las 20 hasta la 1, y más de 31 teatros, salas culturales y espacios públicos del mítico barrio porteño (que ostenta la fama de ser el que tiene la mayor cantidad de teatros independientes) se sumaron a la fiesta callejera que se extendió a lo largo de la calle Guardia Vieja, entre Agüero y Bulnes.

Quien llegó al evento a través del subte, pudo encontrarse en el hall de la estación Carlos Gardel de la línea B con Estación en tránsito, una serie de intervenciones sobre las estaciones del año, que podían verse a través de un vidrio, como la escena de dos mujeres en malla jugando a las cartas y compartiendo unos mates. Afuera, en el escenario Emergente, emplazado en la esquina de Guardia Vieja y Sánchez de Bustamante, ya había comenzado a sonar Juan Ingaramo y su banda, con ritmos de reggaetón y bachata. Y a pocos metros nada más, en el Lavadero Artesanal MB inició la obra Mis Besos, dirigida por Erika Halvorsen, donde cinco mujeres trans -Sofía Diéguez, Mariana Genesio Peña, Romina Escobar, Julia Amore y Payuca Del Pueblo- recordaron sus primeros besos, su sueño de convertirse en mujeres y la represión y los prejuicios sociales que tuvieron que atravesar para ser quienes son hoy.

El clima era ideal. Cielo estrellado, no demasiado calor. Las latas y los vasos plásticos con cerveza circulaban de mano en mano, y eran otro de los atractivos de la cita. Estaban quienes improvisaban y se dejaban sorprender por la actividad que encontraban al paso, y también estaban los más organizados, que seguían la agenda con la guía del FIBA en la mano. Para todos y todas, y para todos los gustos y edades, las diversas propuestas eran con entrada libre y gratuita. Entre la variada oferta de espectáculos de danza, teatro y música, existía la posibilidad de sumarse a unos talleres para realizar manualidades (vinchas, pulseras, abanicos y libretas con tapas bordadas), maquillarse y peinarse o jugar al metegol.

Para quienes prefirieron bailar, hubo distintas oportunidades de agitar el cuerpo. Fiesta Silent, por ejemplo, propuso un baile donde la música sólo podía escucharse a través de auriculares. Y muy cerca de ahí, dentro de La Percalina, histórico local de ropa vintage, el talentoso grupo musical Miau Trío, integrado por Rocío Katz, Mariana Michi y Rocío Iturralde, cantó algunos temas de su repertorio de jazz de los años 20 y 30. Como maniquíes vivientes, y lookeadas con vestidos retro, las tres músicas actuaban detrás de la vidriera mientras en el exterior una pareja de bailarines de swing complementaba el concierto. Con otro formato, en el escenario Gallo, el escritor Hernán Casciari leyó algunos de sus relatos secundado por Cucuza Castiello con canciones de rock nacional y de tango.

Uno de los momentos teatrales más divertidos se vivió en Guardia Vieja al 3400, frente a tres locales: Peluquería The Gillette Barbershop, Florería Multirubro Group y Lavandería Punta Cana. Bajo el título La revuelta del Abasto, la obra comenzaba en la vereda, con una discusión entre las dueñas de los respectivos negocios. Quien prende la mecha es la dueña de la lavandería, furiosa con la peluquera a quien culpa de su desastroso estado capilar, hasta que la autoridad policial irrumpe en escena y obliga a despejar la calle. La dinámica, a partir de ese momento, era la siguiente: el público tenía que entrar, de manera aleatoria, a uno de los tres locales, y una vez allí dentro observar la continuidad parcial de la obra. Con las actuaciones de Sabrina Lara, Lucía Adúriz Bravo, Paula Broner, Graciana Urbani y Silvia Villazur, la puesta entretuvo con su trama desopilante y confirmó que el teatro se puede hacer hasta en los lugares menos pensados.

Hubo más teatro, claro, en distintas salas del barrio, donde pudieron verse de forma gratuita algunos títulos conocidos del off como Absurdo criollo; Enamorarse es hablar corto y enredado; La reina de la belleza; Late el corazón de un perro; La vera magia; Tierra partida, lo demás no importa nada; Trópico del Plata y Vientre, el hueco de donde venimos, entre otros.

Avanzada la noche, se hacía difícil caminar por Guardia Vieja. El caudal de público era cada vez mayor, la temperatura del ambiente crecía en igual medida y encontrar lugar para sentarse y comer algo era toda una hazaña. Por suerte, la cultura acompañaba. Sobre la fachada del Abasto Shopping, tres performers brindaron un show de danza aérea, mientras la música seguía. En el escenario Balcón, desfilaron cantantes de todos los géneros: Enrique Campos, con un tango moderno alejado de los estereotipos; Silvina Moreno, con su estilo pop, y la joven promesa de la música popular argentina Zoe Gotusso.

Hacia el final de la jornada, sobre el escenario Emergente, la DJ Pensamiento Rítmico convirtió la calle en un boliche a cielo abierto con hits actuales de reggaetón y cumbia, hasta retroceder en el tiempo con canciones de los noventa que despertaron la nostalgia de la juventud treintañera como “Suavemente”, de Elvis Crespo, “Salomé”, de Chayanne y “Tratar de estar mejor”, de Diego Torres. En las alturas, podían verse desde los balcones a las vecinas y vecinos que, con una vista privilegiada, sacaban fotos con sus celulares o simplemente observaban la fiesta desde una reposera.

El baile, aunque generoso, dejó gusto a poco, pero todavía quedaba algo más para ver y escuchar. En el último tramo, y cuando ya parecía no haber nada nuevo para descubrir, la sorpresa la dio Chica Queen Kong, un grupo de once mujeres al frente de una intervención coreográfica y teatral con la que se proponen cuestionar las múltiples formas de la violencia de género -mediática, sexual, física, psicológica- y defender la libertad de la mujer para decidir sobre su cuerpo. Un inmejorable broche para el FIBA 2020, a puro perreo, con reivindicación de derechos y celebración colectiva.