El 2020 no arrancó bien para la familia teatral: apenas unos días después de la muerte de Hugo Urquijo, otro reconocido teatrista falleció este fin de semana a los 87 años, volviendo a poner de luto al mundillo teatral. Se trata de Manuel Iedvabni, prestigioso director de reconocida trayectoria que puso en escena más de un centenar de obras y fundó incluso espacios y salas. La comunicó la Asociación Argentina de Actores, que este domingo despidió sus restos en el Panteón de Actores del Cementerio de la Chacarita.
Nació en 1932 con el nombre de Manuel Jedwabny y apenas veintidós años después dirigió su primer espectáculo, Una gota para el mar, que significó además el debut en dramaturgia para Osvaldo Dragún. Desde entonces no paró: dirigió clásicos como Hamlet, de Shakespeare, El avaro, de Moliére, o Tres hermanas, de Chéjov, y también obras contemporáneas entre las que se destacaron Una historia de amor, En el aire o Un mismo árbol verde, de Claudia Piñeiro. Estudiosos y críticos lo destacaron por ser un gran difusor de la obra de Bertolt Brecht y por reflejar la temática armenia en su trabajo. La última obra que dirigió, Agamenón, todavía está en cartel. Se puede ver los domingos a las 20 en el Teatro Apolo, Av. Corrientes 1372.
Además de dedicarse a la dirección, Iedvabni tuvo un rol destacado en la fundación del Teatro del Centro (en 1968), del Teatro Contemporáneo (en 1980) y del Galpón del Sur (en 1985), todos espacios dedicados a la actividad teatral. Por eso, por su gran capacidad de construcción en lo artístico y en la gestión, recibió casi todos los premios y distinciones del ámbito teatral, incluyendo los premios a Podestá (del sindicato de Actores), Teatro del Mundo (UBA) y María Guerrero a la trayectoria honorable, algo que lo convirtió en un referente indiscutido. También en un Ciudadano Ilustre: fue distinguido por la Ciudad en 2014.
En una entrevista que el director dio a PáginaI12 en 2010, el periodista Facundo Gari le preguntó porqué solía abordar en sus obras el tema de la “existencia humana”. “Porque no hay nada más importante”, respondió. Algo de esas palabras resuena distinto hoy: finalmente, su obra lo trascendió.