En los días de enero y en plena feria judicial, se conocieron algunas “libertades condicionales” de represores condenados por delitos de lesa humanidad. Parte del sistema judicial dice cumplir así con beneficios previstos por la ley, tales como la observación de buena conducta, la manifestación de algún tipo de arrepentimiento sobre sus crímenes, la posibilidad de reinserción social de los penados. Pero los criminales a quienes se beneficia de este modo han cometido crímenes contra la humanidad, y entre ellos, uno en particular que configura la desaparición forzada de personas. De decenas, cientos, miles de personas, según cada caso. La mayoría de esas desapariciones forzadas son crímenes que se siguen cometiendo, crímenes permanentes; en tanto, ninguno de los represores que el criterio de alguno/as jueces o fiscales beneficia o prevé beneficiar, ha aportado a la disminución de la incertidumbre sobre el destino de esas personas desaparecidas en el marco del plan sistemático de exterminio del terrorismo de Estado, del que como represores a su servicio han resultado pieza constitutiva.
¿Qué condición favorable puede constituir el guardar silencio sobre el crimen mayor que afrontó la sociedad argentina contemporánea -y que continúa afrontando, en la medida en que sus huellas, como la desaparición misma, persisten en la vida cotidiana-?
¿Cuál es el orden material del supuesto arrepentimiento que algunos agentes judiciales descubren en el represor callado a todo llamado de la verdad, todo reclamo de la memoria, toda búsqueda de la justicia?
¿De qué modo la “reinserción” de un genocida –su libertad antes del cumplimiento de la condena dictada- deja de burlar la precaria justicia alcanzada después de décadas de impunidad, y la memoria de las y los ofendidos en su vida, su libertad, su integridad por los crueles métodos y propósitos de los genocidas?
Los criminales de lesa humanidad deben cumplir sus condenas en cárceles comunes y hasta el fin de las mismas. No hay condición que remonte la “libertad condicional” de quienes fueron parte del genocidio y aun en prisión, siguen construyendo la continuidad de sus crímenes de secuestro, violación, tortura, muerte y desaparición forzada; nombre a nombre, generación tras generación.
* Antropóloga social, integrante de la Comisión Vesubio y Puente 12.