El cuerpo de “la Zapatera” no aparece; es una desaparecida de la dictadura franquista. Sus huesos estarán vaya a saber en qué fosa común de Víznar (Granada), donde fue fusilada los primeros días de octubre de 1936 por “puta” o por “lesbiana”. Pocos conocen la radicalidad extrema de su propuesta, aunque cada vez que alguien escribe un mensaje más o menos abreviado en whatsapp la está “homenajeando” involuntariamente. Ella vuelve como un fantasma de la vanguardia “populista” –aunque parezca un oxímoron- para derribar la ortografía dominante. “Este libro ba todo eskrito en futurismo, para demostrar prákticamente ke no son necesarias siete letras del alfabeto kastellano, ke desaparesen kon este sistema. Español i no kastellano es el modo de eskribir futurista, kon el ke las konsonantes c, h, qu, v, x, y, z, kedan suprimidas”. Se trata del comienzo de Idearium futurismo, de la escritora, pintora y política feminista Agustina González López, escrito hace más de un siglo, en 1916.

¿Por qué se podría cometer la herejía de pensarla como una vanguardista “populista”? González López, llamada “la Zapatera” porque fue amiga de Federico García Lorca –quien se habría inspirado en su figura cuando escribió la obra de teatro La zapatera prodigiosa-, defendía una forma más económica de escribir similar a la simplificación que utilizan los más jóvenes (y no tanto) en sus mensajes. La supresión de las siete letras del alfabeto es una forma de politizar la escritura para dejar de hacer sentir al pueblo como analfabeto y cuestionar unas normas que resultan demasiado complejas.

 “A beses por fijar el kuidado en la forma ortográfika, ke es la más rrudimentaria, se deskuidan todas las otras formas lla eskpresadas, i se inkurre en la obskuridad de los pensamientos; klaridad de pensamiento debe rreinar en todo eskrito para ke este sea útil”, planteaba esta escritora que hace cien años era descalificada como “loca” y “desequilibrada”. Ella misma se autodefinió como “loca social”, irreverencia que le permitía conjugar el feminismo en una suerte de lengua extraviada que escapa de la normatividad. La joven que se vestía con la ropa de su hermano cuando iba a bares y cafetines en las noches granadinas tempranamente buscó liberarse del yugo patriarcal del que eran (y son) víctimas las mujeres: cuidar de sus hermanos y de la casa, tras la prematura muerte de su padre, cuando ella tenía 13 años.

El descubrimiento de sus escapadas nocturnas fue castigado y Agustina recibió duros tratamientos recomendados para los casos de “histeria” en aquella época. El escritor granadino Francisco Ayala, que se exilió en Buenos Aires hasta 1949 y murió en 2009 a los 103 años, nunca supo el nombre de “la Zapatera”, pero recordó el impacto que generó su figura en Relatos granadinos. “La Zapatera -escribe- era una figura extravagante, probablemente una chiflada, callejeaba mucho, entraba -¡y sola!- en los cafés y restaurantes y escribía cosas absurdas que hacía imprimir y ponía luego a la venta en el escaparate de su zapatería”. “Como bien puede comprenderse, conducta tal resultaba intolerable. La zapatera era una mujer independiente, independiente también en cuanto a sus medios económicos, y la desaprobación social, apenas refrenada, tenía que desahogarse mediante burlas más o menos sangrientas...”.

Enriqueta Barranco Castillo, ginecóloga e investigadora en historia y feminismo, ha recuperado esta figura fantamástica y borrosa en Agustina González López (1891-1936). Espiritista, teósofa, escritora y política, un trabajo editado por la Editorial Universidad de Granada. “La zapatera” –que intentó escribir para su tiempo cuando España retrocedía un siglo atrás y entonces escribió para el futuro-, hoy sería “pacifista, animalista, vegana y feminista”, postula Barranco Castillo. En el número 6 de la calle Mesones de Granada estaba la zapatería familiar en la que Agustina vendía sus opúsculos -así nombraba sus ensayos-, que ella misma se encargaba de editar, como su Reglamento Ideario del Entero Humanista Internacional, en el que proponía un mundo sin fronteras, una moneda común universal para impedir que bajara la peseta y subiera la libra; una lengua común a todo el planeta elegida por sorteo entre las que más se hablan… y una única bandera de color blanco con la leyenda “Alimento y Paz”. El programa incluía “el casamiento precioso internacional” que, para algunas fuentes, pretendía la aceptación social de los matrimonios entre parejas del mismo sexo. Se presentó a las elecciones de 1933 como fundadora del Partido Entero Humanista y obtuvo 15 votos.

Agustina estudió en el Real Colegio de Santo Domingo de Granada y desde pequeña manifestó interés por la astronomía y la medicina; inquietudes primarias que la aproximarían al librepensamiento, la masonería, el espiritismo y la teosofía y que la llevaron a “proclamar la igualdad de hombres y mujeres en todos los aspectos”. En 1927 publicó Las Leyes Secretas, en donde condensó su concepción teosófica de la vida y de la muerte; un año después aparecía el ensayo Justificación, donde explicaba los motivos que la llevaron a comportarse de la manera en que lo hacía y que tanto escandalizaba a la conservadora Granada de los años veinte. El cadáver de Agustina no fue identificado. Nadie lo reclamó. La madre había muerto los primeros días de julio del '36 y los hermanos no estaban en Granada. Pero los familiares se enteraron del fusilamiento a través de Carmen González Mena, hija de su hermano mayor, Ángel, quien por aquellos días trabajaba como secretaria en el Centro Artístico de Granada, lugar adonde llegaron los represores comentando “han fusilado a la Zapatera”. Barranco Castillo buscó sin éxito a los descendientes de Agustina. “Tiene que haberlos, pero el daño a su nombre fue tan grande que es posible que los familiares quisieran desligarse de ella”.