Una cuestión de perspectiva
Detrás de todo hombre con gran éxito en la web, muy posiblemente haya un gran gato en pose ridículamente encantadora, sonado favorito de internet. Al menos, ese es el caso del joven diseñador Ainars Olūtnieks, de Rēzekne, al este de Letonia, que amasa a razón de medio millón de seguidores en su muy popular cuenta de Instagram, Daily Purrr. Sobradas son las razones del sostenido suceso de su proyecto en autos (más de dos años en línea y sumando): cada día, llueva truene o relampaguee, el resiliente diseñador bosqueja y sube “un dibujo pavote de un felino”, según propia y ajustada definición, que evidentemente hace las delicias de quienes sostienen con ahínco que todo es una cuestión de perspectiva. Finalmente, es su absurdo y -demasiado- literal acercamiento a los modelos mininos, además de su minimalismo un pelín excesivo, lo que ha conquistado a su séquito de fans. Que no solo likean y comparten: a Olūtnieks -humano él mismo de dos micifuces- le llueven pedidos de usuarios anónimos que le solicitan, ¡le ruegan! que retrate a sus no necesariamente afables mascotas con los cuatro trazos sencillitos que marcan su estilo. En especial, seguidores de Estados Unidos, Brasil y el continente asiático, revela el treintañero, cuya habilidad reside en plasmar absurdamente a mininos siguiendo su silueta persiguiendo hilarantes resultados, una sonrisa, una risa. “Cuando elijo qué pic voy a ilustrar, busco posturas incómodas, gatos que parezcan pazguatos, situaciones divertidas, algo que se salga de la media”, da pistas el muchacho letón, que reconoce amar “la simplicidad y el primitivismo en el arte”. Inspiración no le falta: ya supera los 700 dibujos en IG, acervo que seguirá engordando en lo sucesivo, mientras continúa pegando el salto de lo virtual a lo analógico (en su país natal, sin más, ha exhibido parte de su colección en muestras en solitario y colectivas). “El secreto del éxito no está ni en la publicidad ni en invertir guita: alcanza con perseverar y, claro, dibujar gatos”, confiesa. Una fórmula conocida…
Carreteras perdidas
Desde su portal, se jacta la empresa constructora brit Bovis Homes –una de las más grandes en su tipo en UK- de sus 130 años en el negocio de las viviendas, “creando desde amplios apartamentos hasta grandes casas familiares a lo largo y ancho de Gran Bretaña”. Debería, empero, ampliar bio en miras de reciente iniciativa, agregar que construyen también: autopistas para erizos. Sin pavimentar, vale raudamente aclarar, que no se les ha ido la olla, no se les ha ido la pinza. Sucede que estos encantadores mamíferos -primos más cuquis del puercoespín- hacen kilómetro y medio cada noche, amén de hacerse de alimento, pareja y refugio; pero cada vez más su andar se ve obstaculizado por nuevos desarrollos, cercas, barreras físicas. Para remediar tamaño mal y permitir que los animalillos paseen libremente, la compañía está abriendo agujeros al nivel del suelo, en obras en proceso y ya finiquitadas, correspondientemente señalizados con placas que avisan: “Hedgehogs Highway”. “Estamos orgullosos de ser la primera constructora que implementa como estándar carreteras para erizos en viejas propiedades y nuevos desarrollos, para ayudar a una de las criaturas favoritas de la nación a deambular sin fronteras entre jardines”, cuenta Louise Macrae, gerente regional de marketing de la firma, asociada para la faena con la Sociedad Británica de Preservación del Erizo. El proyecto, después de todo, no es excéntrico capricho: buscan ayudar a la preservación del bicho silvestre, actualmente en peligro. Se estima, de hecho, que en zonas rurales de UK la población de erizo cayó en un 50 por ciento en los últimos 20 años; en un 30 por ciento en zonas urbanas. En la década del 50 se estimaba que había 30 millones; hoy día, menos de uno. Los motivos de la hecatombe, varias: lo que más remachan los ambientalistas es que el uso de pesticidas ha reducido la cantidad de insectos y babosas, menú favorito del erizo, y la poda extendida les ha causado una crisis “edilicia”. Ergo, las autopistas: un pequeño paso para la humanidad, un gran salto -esperan desde las filas de Bovis Homes- para el espinoso erizo.
El imperio romano continúa…
“Cuando las tipografías luchan, Times New Roman conquista”, encabeza un reciente artículo de The Guardian que da cuenta de cómo, días atrás en UK, el clásico de clásicos fue trending topic en Twitter, generando sonado rifirrafe entre escritores. “Y terror en el mundillo editorial: ¿acaso se revelaba un golpe de las sans serif contra su lord puntiagudo?”, se hace eco la periodista brit Alison Flood. No, no, no, haya sosiego; a saber… Si el tipo de letra devino viral fue por causa de un inocente mensaje lanzado a los cuatro vientos internetianos por Séan Richardson, culpable de abrir inesperada caja de Pandora. “Revelen su costado más oculto: ¿con qué tipo de letra y en qué tamaño escriben?”, tuiteó el autor de Unorthodox (2019) en la red del pajarito. ¿¡Para qué!? Al principio, eclécticas fueron las respuestas: “Arial 12”, replicó la multipremiada poeta y novelista Sophie Hannah, responsable autorizada para resucitar al famoso detective Poirot. Para John Scalzi, escritor sci-fi con un premio Hugo en su haber, no había duda: “Georgia 12, a espacio simple, “y cuando termino, duplico los espacios y paso el texto a Courier 12”. Con sus 65 pirulos, Guy Gavriel, autor canadiense de literatura fantástica, se vino arriba: “New Century Schoolbook 12, porque soy joven y cool”. Y siguen las firmas. Pero entonces llegaron los defensores a ultranza de la Times New Roman… Una tipografía que, no está de más recordar, supera las 8 décadas de historia, creada por el diseñador Stanley Morison y estrenada por el diario inglés The Times en 1932. Un tipo de letra con serifa o gracia (pequeños adornos en los extremos de las líneas de las letras) que sigue el modelo de otro tipo del siglo 16, la Plantin-Moretus, adaptado para maximizar su legibilidad y economizar el espacio. “Es claro que, quien no usa Times New Roman en tamaño 12 sencillamente es un monstruo”, fue punzante la galardonada escritora de fantasía chino-estadounidense Rebecca F. Kuang. “Times New Roman 12, como cualquier ser humano que se precie de tal”, coincidió la autora Nicole Mello. Chuck Wendig, autor de varias novelas de la saga de La guerra de las galaxias, introdujo petite variación: TNR, sí, pero en tamaño 14, “porque es la mejor y todos lo saben”. Más discreto fue el novelista escocés Ian Rankin, padre del inspector John Rebus, que eligió ídem fuente “porque es la primera que me aparece”. Dagas fueron y volvieron, sumándose más y más voces de la escena editorial anglo que levantaron el guante, algo que no sorprendió del todo a Richardson (que favorece la Calibri 11, salvo que escriba creativamente, “entonces soy Garamond 11”): “Siempre vale la pena pelear por las tipografías. Pasamos tanto tiempo con ellas que no es raro que despierten emociones tan fuertes. Va más allá de una preferencia personal: involucra cuestiones de identidad, accesibilidad, acento, estilo…”.