El amanecer de la humanidad fue una explosión de trazos en piedras, vasijas y hasta en caparazones de tortugas, según la costumbre de los chinos. La historia de la escritura es tan larga que empezó a finales del milenio IV a.C. (antes de Cristo). Muchos caracteres se han trazado desde entonces en tantos idiomas que la sensación que genera esa heterogeneidad se parece a mirar el cielo en una noche estrellada: la inmensidad de lo observado –de lo que se intuye que está, pero no se puede aprehender– es una construcción fascinante, infinita y en movimiento constante. La Escuela Enjambre de Escritura –que se presentará hoy a las 19 con Betina González, Miguel Prenz y Marcelo Carnero en Francisco Acuña de Figueroa 1656 A– nace después de cuatro años de experiencias creativas en el pequeño centro de investigación que fundaron Victoria Schcolnik y Carnero en el barrio de Palermo, para cruzar disciplinas y procurar el contacto con otras perspectivas que potencien la mirada de los que escriben. El surgimiento de la escuela llega luego de un complejo trabajo de reflexión que propone abrir más la mirada, el cuerpo y el oído al mundo.
La Escuela Enjambre de Escritura tendrá una cursada anual dividida en dos cuatrimestres, de forma presencial, y próximamente también se podrá optar por la cursada online. Las clases comenzarán el lunes 3 de abril. El programa está articulado en dos grandes áreas: “Ficción”, a cargo de González, y “No Ficción”, responsabilidad de Prenz. Un equipo de escritores, artistas plásticos, periodistas, fotógrafos, cineastas, filósofos, coreógrafos y pensadores integrarán el cuerpo docente de la escuela, entre los que se destacan Eduardo Stupía, Esther Cross, Ariadna Castellarnau, Agustina Jaurena, Alejandra Tortorelli, Emiliano Torres y Yamila Bêgné. “La escuela surgió a partir de unos encuentros con Miguel (Prenz), en los que intercambiábamos ideas sobre la escritura. Un día se nos ocurrió la posibilidad de armar un programa de estudio. Cuando él me mostró el programa que escribió, me surgieron un montón de ideas y las escribí. En el medio de eso, Betina (González) vino a dar un taller y empezamos a hablar sobre escritura, y me di cuenta de que lo que ella me decía tenía mucho que ver con lo que nosotros estábamos trabajando. Y la invité a participar y a pensar cómo podíamos estructurar ese programa. Betina propuso un programa que me pareció súper interesante, entonces unimos ideas y armamos todo”, cuenta el escritor Marcelo Carnero, coordinador general de la Escuela Enjambre de Escritura, a PáginaI12.
“Queremos proponer algo más, por fuera de las carreras de escritura creativa que hay en distintas instituciones, cruzando disciplinas como lo venimos haciendo en el espacio y en el festival que organizamos. Cada área va a tener cuatro módulos satelitales, que en el caso de ficción serán guión cinematográfico a cargo de Emiliano Torres, artes plásticas con Eduardo Stupía, y ciencia y literatura con Esther Cross. También vamos a invitar a artistas de otras disciplinas que no estén incluidos en los módulos satelitales, como coreógrafos, bailarines, músicos y traductores. Tenemos confirmados a la coreógrafa Diana Szeinblum y al músico Marcelo Katz. La idea es complementar con clínicas temáticas las disciplinas que no entren por una cuestión de tiempos”, aclara Carnero.
–¿La escritura sigue anclada a la escritura literaria? ¿Por qué no se puede ver escritura en la ciencia, en las artes y en tantas otras disciplinas?
–Sí, la escritura está muy anclada exclusivamente en lo literario. Cuando empezamos con Enjambre, era más difícil generar estos espacios de apertura. Me parece que la apertura la voy viendo a medida que pasa el tiempo con los festivales que hacemos; las charlas son cada vez más cruzadas, como el festival del año pasado con la charla entre (Juan Bautista) Duizeide, que es navegante y escritor, con Nicolás Lori, que es neurocientífico, y Mario Ortiz, que es poeta y narrador. Me parece que la gente que viene a las charlas está más receptiva y eso me pone contento, porque siempre apuntamos a generar esos cruces. La mayoría tiene la idea de que la escritura está solamente relacionada a lo literario y después, cuando uno genera la apertura, la gente lo acepta. A medida que va pasando el tiempo, creo que la situación se va abriendo más.
–¿Los escritores están más abiertos o se muestran reticentes a estos cruces?
–Los escritores son más rígidos respecto de los cruces. No sé si pasará lo mismo en otras disciplinas. Me parece que a los escritores les cuesta salir de la idea de que la escritura está referida sólo a lo literario y creo que es porque hacen una especie de anclaje o agenciamiento en un territorio que conocen y del que no se quieren mover mucho. Cuando hablo con gente que practica otras disciplinas, me doy cuenta de que están más abiertos. No hay muchos espacios como el nuestro en donde los cruces se pongan en juego. Ahora estoy en una especie de viaje alucinado con lo que me parece que es la ficción y de cómo sin darnos cuenta hay un montón de maneras de decir, de hablar, de pensar, que están atravesadas por maquinarias narrativas. La escritura es un ejercicio de reflexión impresionante que permite repensar la realidad. Yo no puedo construirme si no es a través de la escritura.
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