-Ese maldito hubris. ¿Pensabas que podías entrar lo más campante y que se te iba a permitir llevar hombres y mujeres al espacio? No hay peligro aquí, sólo los lamentables desvaríos de quien fue una vez un gran hombre y está desesperado por importar todavía. Esta ya no es tu casa, Jean-Luc, así que hacé lo que sabés: volvé a casa. Solicitud denegada.

Con esas palabras le niegan a Jean-Luc Picard –para muchos, el mejor capitán de todas las Star Trek existentes- una nave para una última misión que lo saque del retiro. Es una escena durísima, a la altura de un actorazo como Patrick Stewart, y que además plantea con mucha fuerza uno de los temas centrales de Star Trek: Picard, la flamante iteración de la saga de ciencia ficción creada por Gene Roddenberry en 1966. La serie opera como continuación tanto de La Nueva Generación (la serie de 1987-1994) como de Nemesis (el film de 2002), aunque estéticamente se ubica más cerca de la reciente y aun en curso Discovery, y del último bloque de películas de la franquicia, las piloteadas por JJ Abrams con épica y una cuota de oscuridad. La CBS sube un capítulo semanal (los jueves, van dos por ahora) a Amazon Prime Video y los fanáticos pueden tranquilizarse: ya hay contrato para la segunda temporada.

Detrás de Star Trek: Picard hay un equipo creativo con nombres de distintas generaciones, pero que ya formaron parte como guionistas o productores de otras entregas del universo trekkie. La línea que une a Akiva Goldsman (curiosidad: fue guoinista de la Batman & Robin de los trajes con pezones), Michael Chabon, Kirsten Beyer y Alex Kurtzman a la producción de Abrams es un respeto por el espíritu de la serie original, pero aggiornado a la época. No es tiempo para relatos idílicos ni para dilemas éticos que se resuelven con pocas consecuencias. Si de fondo hay una disputa entre los poderes de la galaxia, alguien saldrá perdiendo. Hay un espíritu trágico en el abordaje de esta etapa: la supervivencia de la utópica Federación exige, muchas veces, laxitud con sus ideales.

Aquí, el almirante (retirado) Jean-Luc Picard descubre que hay dando vueltas por la galaxia androides que guardan ecos de su viejo amigo el teniente Data y decide abandonar el viñedo donde pasa sus días para desentrañar el misterio. Hay conspiraciones gubernamentales que se remontan a décadas de rosca galáctica, cábalas secretas, prejuicios, alienígenas rencorosos (ay, los romulanos aúnan secretismo y enojo con notable diligencia) y una misión que parece estar mucho más lejos de lo que un cuerpo veterano podría soportar. El tema central de esta entrega es el mismo que identifica a toda la serie: el estatus de persona del Otro y el respeto a la diferencia. Y claro, la vejez.

Hasta el momento, el único punto flaco es uno que se repite con frecuencia en series de ciencia ficción: insiste en explicar con pelos y señales el conflicto y las minucias del status quo con que deben lidiar los personajes. Una explicación que más de una vez paraliza la acción, antes de volver a propulsarla al futuro.

Lo interesante es que Star Trek: Picard no pretende devolver al puente de mando a un glorioso capitán. A Jean-Luc no lo reconocen los reclutas más jóvenes de la Federación y sus amigos lo miran con conmiseración cuando dice que quiere juntar una tripulación para salir del Chateaux donde pasa sus días. Camina despacio, en la intimidad se mueve con bastón al recorrer sus plantaciones y depende de sus dos mayordomos (que remedan unos Alfred romulanos) para la vida doméstica y el cuidado de sus viñedos.

Como suele suceder en Star Trek, hay un casting sólido de actores de segunda línea que devienen figuras de culto para el fandom. Para el caso aparecen, muy bien caracterizados, como Alison Pill, Isa Briones, Harry Treadaway, Rebecca Wisocky y Jamie McShane. Picard también dejará espacio a los nostálgicos con la aparición de viejos conocidos de la saga, como el propio Data (Brent Spiner) y William Riker (Jonathan Frakes), de La Nueva Generación o Seven (Jeri Ryan), de Voyager.

Pero quien capta todas las miradas es Patrick Stewart, que ofrece belleza, dignidad y acción en la vejez. Donde otras series encuentran en la tercera edad una vitalidad dudosa o plagan el guión de chistes sobre achaques, Stewart ofrece un personaje decidido, con ideales y convicciones, que parece inspirado en el final del Ulysses de Tennyson (con aquello de “aunque no somos más la fuerza/ que en viejos tiempos/ movía cielo y tierra,/ lo que somos, somos,/ una voluntad de corazones heroicos / debilitados por el tiempo...). Stewart aceptó volver a la pantalla chica tras la pobre recepción del film Némesis, creyendo que el personaje y su tripulación merecían, si no un desagravio, al menos una despedida a la altura. Ahora, seguro del rumbo que debe tomar, Picard demuestra que aún tiene un salto warp más hacia la aventura.