“Alrededor del 20 por ciento de los hechos de tránsito están vinculados a la fatiga y a los problemas asociados al sueño”, advirtió en diálogo con Página/12 Giannina Bellone, psicóloga y becaria doctoral del Conicet en el Laboratorio de Cronobiología que Diego Golombek dirige en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y el de Cronofisiología de la Universidad Católica (UCA), que entre sus investigaciones abordan los nexos entre hechos viales y tiempo (y calidad del descanso). “Tenemos un problema y es de salud pública, como lo decretaron ya entidades como la Asociación de Medicina norteamericana. No se trata sólo de lo que haga el chofer: el Estado y las empresas tienen que comprometerse a mejorar” estas condiciones de trabajo de quienes recorren las rutas de manera profesional, señaló la especialista.
El cansancio y las condiciones de descanso (o todo lo contrario) en que se encuentre quien está al volante de manera profesional para el transporte de pasajeros son medibles, explicó la investigadora. Por eso, por ejemplo, el equipo de los laboratorios de la UNQ, la UCA y la Universidad Austral recomiendan un test de alerta, que permita evaluar de manera expeditiva si alguien puede o no estar al mando de un micro.
“Es un test desarrollado por una empresa, pero hicimos un trabajo en conjunto: ellos desarrollaron el aparato y nosotros validamos científicamente la medición. Se hace con una Tablet. Permite medir al chofer, al operario, antes del comienzo de su turno de trabajo y ver qué tan rápido responde a un estímulo. Se le presentan estímulos y debe responder durante tres minutos: si es elevado el tiempo que tarda en responder, uno puede asumir que está fatigado y no puede hacer la tarea”, explicó.
“El sueño es un problema para la seguridad vial, y desde la ciencia buscamos que el conocimiento científica pueda ayudar a instalar políticas públicas sobre esta problemática. El sueño, como el alcohol, genera disminución de la alerta y aumento del tiepo de respuesta”, recordó.
Conductores que por decisión de las empresas de transporte (y falta de controles estatales) están al volante más horas de las recomendables y que duermen menos de las necesarias, riesgos cardiovasculares derivados del sedentarismo, el tabaquismo y los trastornos de peso de los que los propios conductores no siempre son conscientes. Esas son algunas de las condiciones bajo las cuales trabajan quienes conducen micros de larga distancia en Argentina, de acuerdo con lo relevado en algunos de los trayectos más importantes.
En uno de los estudios, llevado adelante entre 2010 y 2011 a pedido del ministerio de Trabajo y en el que participaron los laboratorios de la UNQ, la UCA y la Universidad Austral, los investigadores analizaron la incidencia de las horas de descanso y su calidad sobre la tarea de los choferes profesionales. Analizaron más de 180 casos de conductores que recorrían trayectos desde Buenos Aires hacia Mar del Plata, Posadas, Tucumán, Neuquén, Mendoza, Corrientes, Bahía Blanca; tomaron mediciones de manera objetiva (evaluación con dispositivos para medir ritmos de sueño, tiempo de respuesta, temperatura, respuesta endocrina al estrés) y subjetiva (acerca de las autopercepciones sobre cansancio y descanso).
El 90 por ciento de los conductores tenían trastornos de peso, el 54 por ciento era sedentario y el 37 tenía el hábito de fumar. En los viajes, los conductores dormían “alrededor de tres horas, entre la ida y la vuelta alrededor de cuatro horas y en el hogar alrededor de seis horas y media” y quienes tenían a su cargo las rutas más extensas (de entre 15 y 17 horas) “presentaron una mayor cantidad de horas de sueño ‘en viaje’”, lo que implicaba que, en una proyección diaria, “del total de suelo de un sujeto, cinco horas corresponden a un sueño ‘en cama’ y dos horas media corresponden a un sueño en micro”. En los tramos conducidos al regreso, “hay una caída en el alerta (mayor tiempo de reacción medio y mayor tiempo de reacción en las respuestas más lentas), sobre todo el hacia el final del viaje”.
Los estudios establecieron que los conductores dormían menos horas de las necesarias y que su calidad de sueño no era adecuada. En muchos casos, se registró apnea, una enfermedad respiratoria que “tiene microdespertares durante la noche y provoca sueño de mala calidad, un apneico en la vigilia tal vez no se siente cansado pero su cuerpo no tuvo un sueño reparador”.
Algunos tomaban pequeñas siestas a bordo del micro, mientras su acompañante los reemplazaba al volante. “Esas siestas tienen una eficacia del 57 por ciento. No es que dormían bien, el micro se mueve, tiene luz. Una persona, para tener un sueño adecuado primero tiene que dormir en un lugar adecuado, con poca luz, buena temperatura, sin ruido, con comodidad. Si tiene eso, después tiene que dormir una cantidad de horas necesaria. En tercer término, si ya tiene el lugar y el tiempo para dormir, hay que evaluar si descansa o no descansa bien”, señaló Bellone.
Dormir poco y mal genera “disminución de la alerta y aumento del tiempo de respuesta”. “Hay choferes que conducen 17 horas. En la vida cotidiana, una persona que está 17 horas activa, a la hora número 17 responde como si tuviera 0,5 de alcohol en sangre. Esa medida es el límite permitido por la ley”, explicó.
“¿Qué sabemos de Argentina en este tema? Viendo la inseguridad y el tema del sueño, sabemos que en 2018 hubo aproximadamente 5500 muertos en hechos viales que involucraron a choferes profesionales y no profesionales. No sabemos cuántos de estos hechos están realmente relacionados con el sueño y la fatiga, pero sí que los problemas viales están en el top 5 de problemáticas a las que hay que atender ya las que hay que dedicar políticas públicas”, señaló Bellone. Los hechos viales, añadió, son “la primera causa de muerte no natural para jóvenes de entre 15 y 29 años” en el país. “Los jóvenes argentinos mueren más en hechos viales que en otras circunstancias”.
La investigadora señaló también que, de acuerdo con una encuesta realizada por el Observatorio de la Deuda Social Argentina en 2012, “un 15 por ciento de la población argentina duerme menos de 6 horas”, cuando “un adulto en edad laboral activa debería dormir 8 horas”, que es la cantidad necesaria para lograr un sueño reparador.