Una catalana de 25 años –Elisabet Casanovas, la Tania de Merlí– presenta en un escenario porteño un unipersonal escrito en inglés por un uruguayo que vive en Francia, inspirado en la mitológica vida de Casandra, hija de los reyes de Troya con el don de predecir el futuro pero condenada a que nadie le creyera. Pero la obra no retrocede a la Grecia antigua sino que trae al siglo XXI a una Kassandra trans, convertida en esclava y obligada a prostituirse para conservar su vida. “Es un punto de vista muy feminista, hay una denuncia sobre el poder”, le afirma al NO la actriz que le puso el cuerpo al personaje en España y que aquí lo mostrará en Kassandra, mañana a las 19.45 y el sábado a las 22.15 en Timbre4 (México 3554), en el marco de la octava edición del ciclo Temporada Alta en Buenos Aires, que también tendrá funciones del éxito del under barcelonés A.K.A. (also known as).
Esta denuncia no se hace con personajes lineales, sin pliegues ni contradicciones. Al revés, el papel que encarna Casanovas tiene sus idas y vueltas. Y ella asegura que eso la atrajo mucho de este papel. “Cuesta mucho encarnar personajes con tanta complejidad, inabarcable me atrevería a decir. Era un retazo brutal y me abrumaba mogollón, porque quería trabajarlo con mucho respeto”, confiesa. Y recuerda que durante los ensayos se fue dando cuenta de que detrás de esas contradicciones “hay una superviviente que está llena de dolor“, y que precisamente ”esas cosas dimensionan al personaje”, y por eso ”se requiere un esfuerzo mayor para acercarte a ella”.
“También está el tema de la transexualidad, que me abrumaba mucho porque soy una mujer normativa, cis, pero me gustaba porque ella se reivindica como mujer y defiende sus derechos como tal. Ese lugar sí podía entenderlo”, se planta Casanovas. Es que en la versión de Sergio Blanco, con dirección de Sergi Belbel, Kassandra trae el mito griego hasta nuestros días y lo retoca: nació hombre, siempre se sintió mujer y yiró de ciudad en ciudad viviendo su existencia como un karma que la hace orillar el precipicio, esclava de los griegos y violentada pero gozando de su cuerpo como marca de su paso por el mundo. Tal vez la primera voz ninguneada de la que se tenga registro. “I'm not a girl, I'm not a boy. I'm Kassandra”, dice reinventando las categorías.
La puesta en escena construye una complicidad entre la protagonista y les espectadores que crea un clima casi intimista, aunque haya decenas (o cientos) de personas. Así, en el marco del club Odissey y acodada en la barra, Kassandra cuenta los devenires de su propia historia hasta su asesinato, entre recuerdos de Bugs Bunny o una comparación de los miembros de sus variados amantes. Y mientras espera su Uber le pide a la gente que le traduzca algunas palabras del inglés al castellano. Una catarsis colectiva que desmitifica el mito y construye un personaje más humano, que podemos encontrar en nuestras vecinas, compañeras, hermanas, en cualquier mujer que sufre las violencias machistas.
La obra está escrita en inglés porque, dice Casanovas, es el idioma universal –“Ese inglés mal hablado que se entiende”, aclara– en el que la protagonista y el público pueden encontrarse. “El personaje parece no dominar del todo el idioma, y yo como actriz encontré un recurso para hacerme entender. Y hay como un querer contar todo el rato, un ser comprendida, y eso a mí me flipa. Creo que es un acierto muy grande”, destaca Casanovas. “Además, para hacer el acento del texto le pedimos ayuda a un actor sirio. El acento sirio es porque el link con las guerras actuales es más potente”, apuesta.
El recuerdo de Merlí
Quienes la vean en el teatro o en la foto que acompaña esta entrevista encontrarán a Tania, una de las estudiantes de filosofía del profesor Merlí en aquel colegio de Barcelona atravesado por diversos problemas sociales. “La cámara lo pilla todo”, remarca y compara el trabajo en una serie con el teatro, donde cree que no hay tanta diferencia en la composición de los personajes porque en el fondo lo importante no es el lenguaje o el medio sino la historia que se está contando. “Hay un trabajo actoral de empatía, de hacerte preguntas sobre quién es ese personaje, cómo vive las relaciones, qué miedos tiene... Fue un proceso súper chulo Merlí, porque ensayamos muchísimo, y eso no es común en un audiovisual”, resalta Casanovas.
En la serie interpretaba a una chica que estaba terminando el secundario en un curso particular –claro, era el gancho para la serie–: pibes y pibas con fobias, sufriendo discriminación, sin la posibilidad de asumir su sexualidad, que no sabían si iban a terminar los estudios porque tenían que trabajar. No importan las fronteras, estos temas no usan pasaporte. ¿Cómo es ser adolescente en Cataluña? Casanovas piensa y centra su respuesta en el sistema educativo, que “está planteado para la calificación y poco para la búsqueda del potencial que uno tiene o que puede llegar a tener en cosas que la educación no da”. Y propone: ”Se está revisando cada vez más, pero va por ahí, a nivel emocional”.
Esta es la primera vez que Casanovas viene a Buenos Aires, y aunque solo serán pocos días está muy entusiasmada con visitar distintas salas porteñas. “Ir al teatro, recorrer la ciudad, salir a comer... ¡Ojalá pudiera hacer todo eso!”, se entusiasma y se ríe. Y agrega que admira el “entrenamiento actoral” que se hace en Buenos Aires. “Aquí en Barcelona eso no es tan común: hacemos clases o ensayos para una obra directamente. Pero, por lo que tengo entendido, los actores en Argentina de repente, de la misma forma que un atleta se entrena, ellos también. Y eso me flipa”, concluye.