PáginaI12 En Gran Bretaña

Desde Londres

Los lores británicos son una caja de sorpresas. Símbolo perfecto del matrimonio histórico entre el privilegio y el poder político, nombrados por el gobierno o con cargos hereditarios o nombres tan arcanos como lords spiritual (los 26 obispos) y lords temporal, los lores fueron los más tenaces opositores a la legislación thatcherista en los 80, se expidieron a favor de la extradición de Augusto Pinochet en los 90 y hoy se han transformado en el principal obstáculo que tiene el gobierno de Theresa May para avanzar con un “hard Brexit”, una separación a rajatabla de la Unión Europea.

 En dos votaciones los lores desa- fiaron la voluntad de la cámara de los comunes y dieron vuelta el picnic parlamentario que se estaba dando la primera ministra Theresa May con la legislación necesaria para activar el Brexit ante la Unión Europea (UE). La semana pasada votaron 358 contra 256 a favor de una enmienda al proyecto de ley de Brexit para garantizar a los más de tres millones de europeos que viven en el Reino Unido el derecho a permanecer en el país. El martes, por 366 a 268, enmendaron el proyecto para que el parlamento tenga el derecho al veto al acuerdo final que alcance el gobierno de Theresa May con el bloque europeo.

En Downing Street indicaron que el gobierno intentará derogar esta enmienda porque condiciona fatalmente su poder de negociación. En la mecánica parlamentaria británica una ley enmendada por los lores debe volver a los comunes que tienen que debatirla y votarla nuevamente, aceptando o rechazando la enmienda que haya introducido la Cámara Alta. La ley vuelve entonces a la Cámara de los Lores que aceptan –o rechazan– el proyecto, con lo cual se abre la posibilidad de un eterno pingpong entre ambas cámaras. No es una posibilidad meramente teórica.

El término “parliamentary pingpong” está incorporado al glosario que se encuentra en el archivo del Parlamento. En 2005 el proyecto de ley antiterrorista rebotó cuatro veces con sus enmiendas entre los comunes y los lores –un total de ocho debates– antes de que se constituyera en ley. ¿Puede pasar lo mismo ahora con esta ley que necesita el gobierno para invocar el artículo 50 ante la UE e iniciar el Brexit?

El ministro del Brexit David Davis indicó que el gobierno rechazará ambas enmiendas cuando el proyecto de ley sea debatido por la Cámara de los Comunes el lunes. “Es una pena que los Lores hayan decidido hacerle cambios a un proyecto de ley que solo busca realizar la voluntad expresada por el pueblo en el referendum sobre la Unión Europea”, dijo Davis.

El gobierno tiene una mayoría de 14 diputados en los comunes. Un grupo de conservadores han amenazado con respaldar las enmiendas de los lores a menos que tengan garantías explícitas y públicas de que habrá una votación real al final de la negociación con la UE.

La fórmula que ha ofrecido la primera ministra May es un “take it or leave it” –aceptar o rechazar el acuerdo que se consiga– que no satisface a los parlamentarios. La preocupación de los conservadores –y de una mayoría en el parlamento– es que el acuerdo acabe con el Reino Unido saliendo de la UE y terminando en una relación comercial con el continente basada en las reglas de la Organización Mundial del Comercio que significaría un aumento automático de los aranceles de importación de un 10% de promedio.

Los derechos de los europeos que viven en el Reino Unido –y de los británicos que viven en el continente europeo– es otro punto capaz de descarrilar el proceso. Hay 3 millones de europeos en Gran Bretaña y 1,2 millón de británicos en la Unión Europea. En los más de 40 años desde que el Reino Unido se incorporó en la UE estos ciudadanos han echado raíces a un y otro lado bajo el principio europeo de la libre circulación de personas. ¿Qué va a pasar con estos más de 4 millones si ambas partes no llegan a un acuerdo? ¿Un éxodo masivo en ambas direcciones reminiscente de una guerra?

El caso de una holandesa poco después del referendo del 23 de junio puso sobre el tapete la dimensión del problema. Monique Hawkings, casada con un británico, con dos hijos, decidió solicitar la ciudadanía luego de vivir 24 años en el Reino Unido: la respuesta de las autoridades fue que debía de abandonar el país de inmediato. El gobierno tuvo que dar marcha atrás con una decisión que no solo era ilegal –el Reino Unido sigue siendo parte de la UE– sino que ponía en evidencia la caja de pandora del Brexit. Esta caja, llena de sorpresas, todavía no se ha abierto del todo: recién cuando el parlamento se ponga de acuerdo y Theresa May lo solicite formalmente a sus (ex) socios europeos, se pondrá en marcha el proceso.