“Eso es lo que creo”. Evaristo Páramos puede aplicar ese remate casi como latiguillo, a la hora de contestar preguntas. Relativizar un discurso que íntimamente percibe implacable es uno de los recursos favoritos de su arma dialéctica más importante: la ironía. En el mundo del rock, decir “Evaristo” es referirse indefectiblemente a su persona. Es cierto, no es un nombre de lo más común, y aunque él haga música para el “hombre común”, está convencido de que él mismo, común, no es. El trabalenguas aloja las contradicciones que encarna sin problemas, cuando retrata la brutal fatalidad del mundo capitalista al tiempo que, a sus casi 60 años, se vuelve padre nuevamente. “Es una sensación extraña, porque hay muchos peligros para una criatura indefensa, y los padres tenemos pocas posibilidades de defenderlos. Vivimos en un mundo que es como una ganadería, y nosotros somos el ganado. Eso es lo que creo. No sé, estoy muy positivo”, ironiza una vez más, desde su casa.
El actual líder de Gatillazo fue el frontman de La Polla Records desde 1979 hasta 2003, cuando el mítico grupo de punk rock vasco decidió disolverse, poco después de la muerte de Fernandito, su baterista. Y el año pasado, después de más de 15 años de separación, el grupo retomó actividades con la formación del que había sido, hasta entonces, su último disco de estudio: El último (el) de La Polla. Con No Somos Nada (1987) como obra más reconocida, la banda se había hecho ya un lugar en los libros del punk rock mundial, principalmente por sus letras corrosivas sobre las instituciones vigentes. Por eso, al anunciar una serie de conciertos en España y en América Latina, los tickets se hicieron humo.
Muchas cosas cambiaron desde aquellos primeros años en el punk. Las culturas juveniles, por ejemplo: “He visto que ahora todo el mundo está con eso del freestyle. No entiendo cómo pueden improvisar así, a mí no me sale, yo me pongo como un cabrón y me quedo dos días para sacar algo mediocre. Pero no consigo sentarme y ponerme a ver eso. Me gusta más el PUM-PUM-PA, el ritmo del rocanrol un poco acelerado, con la guitarra bien distorsionada, y alguien diciendo cosas que me contemplan”, dice. Sus propias letras contemplaron a mucha gente de habla hispana. Incluso movilizaron a altas esferas de la política española, como al líder de Podemos, Pablo Iglesias, a quien conoció en una entrevista televisiva. “Dijo que si llegaba a Cultura me tenía que hacer doctor honoris causa en alguna universidad -recuerda-. Creo que hay gente más preparada, lo que quería decir es que influyo en la agenda. No me veo preparado para un rollo de esos, la política me parece una mierda. En la península ibérica, dentro de un sistema heredado del franquismo, está todo mal hecho”.
Después de casi veinte años, La Polla vuelve a la Argentina este sábado, para tocar en el Punto Único de La Plata (Av. 25, esquina 528), de la mano de la edición de Ni Descanso, Ni Paz!, su decimoquinto lanzamiento de estudio, que recupera canciones de las tres primeras placas, más una creación nueva del mismo nombre. “Los muchachos se fabrican generación tras generación. Cuando una gente cumple ya 40 años, los de 20 son los que pueden utilizarse. Y así una detrás de otra, como una máquina que va en círculos. Hay quienes lo quieren dar vuelta. No es fácil, pero es posible. Creo que en la libertad de expresión, por eso no te digo cómo se las daría vuelta”, desarrolla Evaristo en charla con Página/12. “Podíamos, pero no queríamos regrabar cada uno, canción por canción; entonces hicimos una especie de resumen con lo que más nos gustaba, y tomar revancha de ese sonido débil, para el que se me ocurren otros insultos”.
- ¿Cómo renovaron el sonido?
- Tocando normalmente. En el disco en vivo En Turecto, ya sonábamos más como La Polla. Pero en los tres primeros éramos unos ignorantes, lo mismo los técnicos. No sonaba contundente como cualquier grupo inglés, o de Barcelona. Nuestros discos se escuchaban como el Pájaro Loco. En cuanto a mi parte, no sé cómo mierda cantaba entonces, fumando como un cosaco, pegando saltos, ni por dónde respiraba. Me las pasé muy mal en el estudio.
- ¿Por qué llevan más gente ahora que en otras épocas de mucha convocatoria?
- Después de muertos nos hemos hecho más importantes, la gente engrandeció el recuerdo, supongo. De ninguna manera me esperaba esto, mejor no tomárselo demasiado en serio. En esta vuelta no hemos sumado las piezas originales del vehículo, porque Txarly no está para tocar, y Fernandito murió. Como sonido y potencia, creo que hoy somos más, aunque hemos estado 16 años sin tocar juntos. Hemos ensayado menos de 6 meses, y bueno, vamos… hay orgullo, dignidad.
- La paz, que forma parte del título del disco, se presenta como un anhelo universal. ¿Se esconde algo detrás de esa idea?
- La guerra. Eso dijo un chistoso. La paz es la continuación de la guerra por otros medios. En todas partes parece que hay gente sublevada e indignada por las calles, de izquierda, de derecha o de centro. Yo creo que todo esto viene patrocinado por alguien. Se calienta a la gente hasta que revienta, quieren acostumbrarnos a estar en continua vergüenza y a vivir peor. No pude ver más de 10 minutos de la película Los Juegos del Hambre: Hollywood nos está enseñando el futuro que tiene preparado para nosotros. Es una opinión. Hay revueltas, una guerra abierta. Una pelea entre los matones del patio que, en el medio, implican a todo el mundo en peleas más pequeñas por la supervivencia.
- La cuestión de los derechos digitales disparó esta reunión. ¿Cómo te llevás con las nuevas formas de consumir música, en las que tus canciones pueden compartir espacio con cualquier otro tipo de artista?
- Estamos con Rosalía y Alejandro Sanz, los bonitos. Lo veo un poco tonto, pero es un asunto más. Lo más potente que me ha pasado en la vida es que hayamos tocado durante años, nada me va a sorprender tanto. No teníamos ni puta idea, no le dábamos ni a un bote con una estaca. Éramos malísimos, ¡pero malísimos! Malos músicos, discutíamos en el escenario, drogados, borrachos, sonábamos a mierda, al menos durante los primeros 5 años. Después ya se empezó a parecer a algo. Escuchábamos a grupos que sonaban bien, y se nos caía la baba. Nosotros lo único que podíamos hacer era ensayar, ensayar y volver a ensayar. ¿Cómo era la pregunta, hasta dónde fue el anciano? Ah, lo de la música. No me genera nada, me la suda, me toca los cojones ampliamente.