A las cuatro y media de la tarde, cuando la movilización aún no arrancaba, desde la radio abierta montada en la esquina de San José y Avenida de Mayo, Liliana Daunes decía “nuestro parar es andando”, y eso es lo que se vio a lo largo de cuadras y cuadras de mujeres, aunque también había muchos hombres y niños, que caminaban, saltaban y en algunos casos bailaban, agitando pancartas, carteles y coreando consignas que cubrieron un amplio espectro de reclamos.

Una joven veinteañera, dando vuelta una frase común, levantaba una cartulina que decía “soy la mujer de mi vida”, sosteniendo aquello que de tan básico no debería ser explicitado pero que marca los tiempos que corren para las mujeres.

A solo unos metros, en la entrada del cine Gaumont, frente a la Plaza Congreso, un grupo de mujeres databa e identificaba los cuerpos silueteados sobre un lienzo de 20 metros de algunas de las cientos de víctimas de femicidios: Carolina Aló, 17 años, 1996; Jimena Hernández, 11 años, julio 1988; Lucía Pérez, 16 años, 2016, entre otras.

Más adelante, mezclada entre los tambores de una escuela de percusión, otra joven, Ana, de 20 años, estudiante de Sociología, portaba orgullosa una pintada en letras rojas: “Mi cuerpo es mi territorio”. “Yo decido cómo y con quién me relaciono”, explicó Ana, antes de proseguir su marcha a toda danza tras los tamboriles.

Tratando de aproximarse a la cabecera de la marcha, una madre y su hija con sendos carteles tropezaron con este cronista; la hija, Antonella Carrizo, de 19 años y futura estudiante de derecho, llevaba el cartel más grande, donde se leía “Puta feminista. Acá están la concha de tu madre y la puta que te parió exigiendo justicia”. El de la madre decía “sin yuta no hay trata”.

Mientras una guía turística de Free Walking Tour explicaba a un grupo de azorados turistas, parados frente a la placa que recuerda a Gastón Riva, asesinado en la rebelión popular de 2001, en la esquina de Avenida de Mayo y Tacuarí, una madre pasaba con su hijo, quien sostenía un cartel que avisaba: “los juguetes no tienen género, queremos elegir libremente”.

Ya sobre la Plaza de Mayo, dos mujeres sentadas en el pasto sostenían una pancarta con la leyenda “el lugar más peligroso para una mujer es su casa”, y allí, a solo unos metros, como para graficar lo que las estadísticas sostienen (en el 71 por ciento de los casos, el agresor es o fue pareja de la víctima, y en el 39 por ciento quien denuncia vive en la misma casa que su agresor), estaban Gabriela y Sol con su cartel de “Justicia por Mónica Acosta”. “Mónica era nuestra amiga, tenía 40 años y fue asesinada de 43 puñaladas en su casa, en Monte Grande, por su ex pareja, Diego Perrone”, contó Gabriela, y agregó: “Tenía una restricción perimetral y la violó. Estamos acá exigiendo justicia”.

También estuvieron presentes los familiares de Gina Certoman, la joven de 20 años que fue prendida fuego durante una discusión con su novio, Ezequiel Fariña, en Quilmes, el 2 de enero de este año. La madre de Gina, Sara, dijo que buscaba que se hiciera justicia en el caso de su hija y que la marea de mujeres la hacía sentirse acompañada.

Más cerca del palco, una adolescente, quizás contestando los dichos del presidente Mauricio Macri, aunque también le cabe el sayo a muchos otros, tenía pintado sobre su espalda “mi cuerpo no pidió tu opinión”. Al lado, una señora desnaturalizaba lo que para muchos medios de comunicación es un lugar común: “no aparecemos muertas, nos asesinan”.

También volaron los palos para la CGT, y pedidos por Milagro Sala. Stella, docente, cada vez que los fotógrafos se lo pedían levantaba su cartel: “Putas como Eva. Locas como las Madres. Yeguas como Cristina. Negras como Milagro. Y con los ovarios que le faltó a la CGT”, tras renunciar en el acto del martes a poner una fecha al paro nacional.

Minutos antes de subir al palco, Daunes completó su idea del paro andando:  “Digo de parar andando porque venimos empujando la historia desde aquellas ancestras brujas que intentaron quemar y por suerte no quemaron a todas, y de tantas otras inquisiciones que hemos tenido que atravesar las mujeres, y digo que paramos andando, porque estamos trabajando con nosotras mismas para revolucionarnos y con las demás compañeras pasando del yo al nosotras tratando de también de poder conversar y multiplicar conciencia con los compañeros”.