I.

Por los bares y los edificios viejos de la ciudad, se pasea, como un testimonio inaccesible, Lirio John de pulpo crudo. Cosas necesarias para un diálogo corredizo:

  1. Beber con Lirio John una, dos copas.

  2. Preguntarle a Lirio John por el viaje a Bangkok.

  3. Abrir la puerta cancel.

  4. Pujar con los pies atados.

  5. Deconstruir opiniones, explicaciones, falsificaciones, canciones, sobre todo, canciones,

  6. Renovar la lírica pújica implantando versiones patafísicas de realidad con los dedos y la lengua hacia dentro.

La realidad, no es, de ningún modo, lo que veo y escucho, más allá del ojo y la voz de Lirio John de pulpo crudo que guarda en el bolsillo del pantalón los pasajes para veranear en un arroyo sagrado del oriente sagrado.

II.

Entonces, ya no hacemos más que trasladar los pensamientos y los bártulos al otro lado, por paisajes de lenguas en compota, con algunas informaciones de Google Maps, sin descuidar detalles de Código Oculto, pero con los pies bien enterrados en las arenas movedizas, comiendo agridulces que flotan en caldos ácidos y fermentan hasta lo indecible en nuestras vísceras occidentales. El pulpo Lirio John hace lo suyo al final de un pasillo de piedra y reduce el manejo de verdades relativas mientras se descifran los mensajes con los corpiños puestos pero con todo afuera, yo sólo quiero ir sobre el pulpo Lirio John, crudo, siempre crudo, que toca o pellizca el timbre para llamar al espíritu del deseo, antes de ir al templo búdico, y mutamos de júbilo a dolor, de dolor a júbilo, en una fuga de sudor y archipiélago por los ocho tentáculos de oriente.

III.

Otra vez se diluye la intersección entre Lirio John y el pulpo crudo, entre el medio poeta y el poeta médium, entre Fulana de Tal y la concubina del Maha Vajiralongkorn, entre el taxista que no puede nombrar a su rey y un libre pensador de occidente, entre Mae Tuptim y el concepto de dios. El taxista se esmera. Le explica a Lirio John que Mae Tuptim no es un dios sino un espíritu. Algunas cosas están claras en Bangkok. Entonces, ya no hacemos más que beber en dedales de platería thai lagrimones de cocodrilo dundee, antes de ir a la tertulia de los turistas que quieren hacer el amor con las muchachas y los muchachos de lirios dilatados, sensibles a las metáforas y a los besos.

IV.

Los templos se alimentan de dioses, los dioses de alabanzas, me doy cuenta de que los dioses se van a enamorar de Lirio John, y Lirio John se da cuenta de que los pulpos crudos, calamares, calamaretes, se apetecen de mí, nos amamos lo suficiente como para saber las maquinaciones de la sana razón divina que corren por nuestra propia sangre hacia nuestra propia suerte. Si no fuera por la terquedad del aquelarre, tal vez hubiéramos dicho no, no, no, pero todo fue sí, sí, sí, una milagrería tras otra, chorreando el maná y los orines.

¿Cómo se llama esto?, pregunta Lirio John de pulpo crudo. El viento monzón, responden los calamares y siguen con lo suyo, que es todo mío, pero en ese momento, suyo.

V.

Nos convertimos en lirios médium de cocodrilos johns para asegurarnos las coronas en el reparto de hojas de lima kaffir masticadas entre sorbo y sorbo de vodka y ron, como si tal cosa lírica o reencarnada, reencarnara sobremanera en efectos de los que no nos hacíamos cargo en occidente pero que alentamos excesivamente en oriente.

Los tentáculos del pulpo crudo, polizón con perfume a nomeolvides, se metamorfosean en los dedos con los que hacemos el listado de sensaciones:

  1. La lengua negra de Madame Bovary lame todos los prejuicios del poniente.

  2. Un enjambre de dragones travestidos en mosquitos nos inocularon budismo para toda la eternidad

  3. No es el paraíso.

Junglas, mucho verde, ladys boys entre lotos y nenúfares y escupitajos, dragones chupasangre, caprichos imperiales, mansedumbre y baraúnda, jade y prisión. No es el paraíso. Pero tal vez se le parezca.

[email protected]