El pasado domingo apareció en Cash un interesante artículo de Claudio Scaletta sobre el “peligroso virus del fiscalismo”. Se trata de un fascinante tema para debatir, puesto que en una lectura rápida del citado artículo pareciera que la persecución del equilibrio fiscal está asociada indisolublemente con el fiscalismo, aunque en mi criterio son dos cuestiones distintas.
Es cierto que las doctrinas ortodoxas asocian el fiscalismo con el ajuste del gasto estatal, la “destrucción del sector público y sus regulaciones”, como dice Scaletta. Pero no necesariamente el perseguir un equilibrio fiscal (en la medida que las condiciones económicas lo permitan) significa que esa decisión se inscriba en esta ortodoxia.
Coincido con el círculo virtuoso que se genera a partir del gasto público, que bien se detalla en la nota de Claudio, pero si el mismo no es cubierto por ingresos fiscales, aumentará la deuda pública. Y si se parte con un gran problema de deuda heredada, resulta adecuado que los déficits sean cuidadosamente administrados.
Por eso, la solución no es gastar menos (como lo sostiene la plétora de economistas que se inscriben como neoliberales). El gran desafío es incrementar la recaudación, en especial de los impuestos más progresivos, que gravan las grandes ganancias y la riqueza. Más aún, muchos organismos internacionales, considerados como representantes de la ortodoxia en materia económica, instan a los países con espacio fiscal para fomentar la economía vía mayor gasto. Cuidado: esto no quiere decir que no sean fiscalistas, sino que, reconociendo las bondades del gasto público para impulsar la economía, restringen esa posibilidad sólo a los países con sus cuentas “ordenadas”, como les gusta decir. Lo que nunca aconsejarán es recaudar más para gastar más: un verdadero tabú.
Claudio asevera correctamente que el rol de la buena economía es conducir el ciclo económico. Pero esto puede hacerse con déficit o con equilibrio fiscal, depende de qué es lo que permite ese ciclo económico y de las urgencias que enfrenta.
Cabe tener en cuenta que el gobierno de Alberto Fernández comenzó su gestión enviando un proyecto al Congreso Nacional, que resultó convertido en ley, por el cual se incrementa la recaudación de impuestos progresivos, como Bienes Personales, el denominado impuesto PAIS (sobre determinadas transacciones de divisas), impuestos internos sobre ciertos bienes que podrían denominarse “suntuarios” y otros en el mismo sentido. Un dato esencial en esta reflexión es que el Gobierno ha heredado una cuantiosa deuda y no parece la mejor solución incrementarla: aquí surge otro tema importante, que es la sostenibilidad de esa deuda y cómo adaptar la política fiscal a esta limitación.
Casualmente, los neoliberales y gran parte de la oposición se refirieron a esta reestructuración fiscal como “ajuste” porque incrementaría la presión tributaria. No está de más percatarse de que la reducción del gasto público que fomenta la ortodoxia, así como la reducción del Estado a niveles mínimos, está principalmente fundamentada por la obsesiva (e interesada) reducción de impuestos, principalmente a las grandes fortunas y ganancias.
Coincido con Scaletta, se debe gastar más, no menos, para que crezca la economía y la recaudación. Pero también hay que gastar y recaudar bien, es decir, mejorando la distribución del ingreso. Algo que la ortodoxia no tolera.
Quizá esto sea más importante aún que la cuantía del gasto: que los desembolsos mejoren la capacidad adquisitiva de los más postergados, lo cual tendrá un impacto muy fuerte en el consumo y la producción. Si a ello le sumamos una mayor recaudación y la moratoria fiscal y previsional que está aplicando este gobierno para darle oxígeno a muchas pymes, el círculo virtuoso va avanzando.
Creo que se puede ser heterodoxo, estar a favor de la presencia del Estado regulando los distintos mercados generando un sistema tributario más progresivo y también perseguir el equilibrio fiscal sin fanatismos, reconociendo cuándo las condiciones económicas pueden soportar un déficit fiscal y cuándo no. A sabiendas de que este equilibrio otorga mayores grados de libertad en los tiempos difíciles
La nota de Claudio tiene otros temas también interesantes para debatir, pero preferí centrarme en la cuestión tratada.
* Economista del Partido Solidario