Cuando muchas de las jugadoras históricas del torneo femenino de Primera División eran chicas, e incluso hasta hace no tanto, en el Día de la Madre el fútbol celebraba siempre lo mismo: a las madres de los futbolistas. Con ellas se hacían las notas que luego salían en los diarios, con las mismas a las que hinchas propios y ajenos, durante las tardes sobre el tablón, solían recordar siempre con sus insultos. La invisibilización de la futbolista madre se ha perdido las mejores escenas: una mamá dándole la teta a su beba en el vestuario caliente de un entretiempo, un niño gritando el gol de la mujer que lo parió, una niña refregándole al mundo que es hija de la capitana del equipo del barrio, una jovencita soñando sobre el verde césped: que le alcancen a su pequeña, así mientras corre abraza la felicidad absoluta.
Haciendo malabares para congeniar en sus vidas el fútbol, la crianza de sus hijos y muchas veces un trabajo, siempre ha habido en nuestro país jugadoras que decidieron ser madres, o madres apasionadas jugando a la pelota. Incluso el marido de Elba Selva, la crack que le hizo cuatro goles a Inglaterra en el Mundial de 1971, la convenció de que se fuera a jugar esa Copa, porque ella no quería dejar a su hijito de dos años.
En este primer torneo semiprofesional también existen esas mamás jugadoras. En el certamen de Primera División que este sábado se reanuda hay 28 futbolistas madres, del total de 481 jugadoras que integran los 17 equipos del certamen, según un relevamiento realizado por Página/12. Representan el 5.8% del total de las que juegan el torneo, porción apenas algo más alta comparada con el deporte a nivel mundial: un informe realizado hace tres años por FIFPRO, el sindicato mundial de jugadoras, reportaba que sólo un 2% de ellas tenían niños.
De los grandes, sólo hay madres en Boca, Independiente y San Lorenzo, y los tres tienen, justamente, tres en sus planteles. El club que más tiene es Estudiantes, con cuatro; para la próxima fase, además, sumarán una quinta: Estefanía Rodríguez, central con dos hijos. Gimnasia y Defensores de Belgrano son los únicos con una sola mamá en sus planteles. Lanús, Platense, Racing, River, SAT y la UAI Urquiza no tenían, al cierre del relevamiento, a ninguna madre entre las que integran sus listas de buena fe. El resto, se reparten entre El Porvenir (3), Excursionistas (2), Huracán (3), Rosario Central (2) y Villa San Carlos (3).
Si la complejidad de maternar se va descubriendo con la experiencia, la realidad de conjugar fútbol y crianza sólo pueden iluminarla quienes la viven en propia piel, dando el pecho antes de irse a entrenar. Página/12 las juntó y Sandra Mereles, la única madre que juega en Defensores de Belgrano, es la anfitriona: la delantera recibe en el estadio del Dragón a Erica Tula (Independiente), Silvana Pipi Peralta (Huracán) y Vanina Preininger (San Lorenzo). Salvo Mereles, que dejó en casa a Demian Catriel, todas llegan acompañadas de sus hijes: Thiago juega con el celular y Carolina se acurruca encima de la histórica jugadora del Globo, con la arquera del Rojo llegan Mora y Giuliana, que se queda dormida mientras su mamá charla con sus compañeras, mientras que la abuela de la volante del Ciclón cuida a su nieta Alaia, de cuatro años.
“Yo tuve la suerte de dedicarme a ellos. A la mañana los llevo al colegio, después vuelvo a hacer la comida y los ayudo con la tarea. Están toda la tarde conmigo hasta que voy a entrenar. Ese rato de fútbol es mi momento”, arranca a contar Peralta, sobre su día a día. “Al mío yo lo llevo al jardín, lo traigo y a las tres el padre sale del trabajo y se queda con él, porque yo salgo a entrenar hasta las nueve y media. Cuando vuelvo ya es medianoche: hay días que llego y ellos ya están durmiendo y otros que me esperan despiertos”, se suma Mereles.
De las cuatro, sólo las futbolistas de Huracán y de San Lorenzo fueron mamás cuando ya eran deportistas. En la charla, surge enseguida el sustancial cambio que se produjo en noviembre pasado, cuando la AFA resolvió que las jugadoras embarazadas conservarán su empleo y remuneración hasta reincorporarse a la actividad, y entonces el embarazo dejó de ser sinónimo de lesión en el fútbol argentino. “Antes, si vos quedabas embarazada no sabías si ibas a continuar en tu club o te iban a descartar. Ahora, tenés el derecho de quedar embarazada, tener a tu familia y no dejar de jugar al fútbol, que es lo que a todas nos gusta”, reflexiona la jugadora del Dragón.
“Creo que es más un avance en los papeles, en las reglas, porque nosotras somos madres y nuestro club no nos dejó de lado -se posiciona Peralta-. Se consideraba una lesión, pero no lo tomé como una discriminación. En mi caso, tuve dos hijos y siempre tuve mi lugar en el club. No sé si le pasó así a otras o si hubo casos en los que, por estar embarazadas, chicas no volvieron a jugar... Ahora está estipulado por el tema de los contratos: si bien acá estamos atrasadas quizás diez años respecto de las ligas europeas, tenemos algunas cláusulas que nos benefician más que ellas”. Su comparación tiene sentido respecto de esta cuestión: en la liga profesional española, hace dos años no había ni una sola jugadora madre y recién la semana pasada Maider Irisarri, jugadora del Osasuna (de la segunda división de ese país), se convirtió en la primera mujer que volvió al fútbol profesional después de ser mamá.
Vanina Correa, arquera de San Lorenzo y la Selección Argentina y mamá de Romeo y Luna, dijo alguna vez que ser madre en el fútbol es un tema tabú, en referencia a las pocas que hay. También desde el arco, Tula habla de los miedos en torno a la cuestión: “Faltan un montón de cosas, pero la modificación es primordial, porque hoy las chicas tienen miedo de quedar embarazadas. Piensan que después quizás no van a volver al club. Ahora, al menos se quedan tranquilas de que las van a esperar. A Naza le pasó (NdeR: Dos Santos, una compañera que fue mamá en pleno torneo): ella la tuvo a la nena y a los pocos meses ya estaba en la cancha . Ahora está la tranquilidad de saber que el club te está esperando”. La maternidad y el nacimiento de sus hijes, para aquellas jugadoras que son madres no gestantes (casos como los de Lorena Benítez, de Boca, o Romina Escalada, de Rosario Central, cuyas parejas fueron quienes quedaron embarazadas), son cuestiones que, por su parte, la resolución de la AFA no contempla.
Ellas coinciden en que el momento de dejarlos en casa, para ir a entrenar o jugar, es el más difícil. También perderse los actos del cole. Otra cuestión compleja y angustiante es la dimensión económica: de las cuatro, sólo Preininger y Peralta tienen contrato. Lo cierto es que el sueldo básico -para aquellas que tienen contrato, como mínimo ocho por club- supone un ingreso en mano de casi 17 mil pesos. “Para poder tener nuestras cosas y darle al nene lo que se merece, jugando al fútbol no nos alcanza. Lo que dan ahora es poco y creo que no le alcanza ni a las que no tienen hijos”, describe la nueve del Dragón. Mereles trabajaba en un hotel cinco estrellas, pero lo dejó y ahora está buscando trabajo. “Estaba muy alejada de mi nene porque eran horarios dificilísimos y terminaba agotadísima. Tuve que dejarlo. Preferí el fútbol al trabajo. Me dolería mucho tener que dejar de hacer algo que me gusta y me saca un poco de mi rol de madre. A mí me gusta ser mamá, amo serlo, pero una siempre necesita salir y tener su momento también”, dice.
Preininger y Tula también están en plena búsqueda laboral, pero para la arquera del Rojo, que está separada, la situación es algo más angustiante. “Estoy entrenando y luchándola para ver si en julio consigo mi contrato, para poder vivir con eso -explica-. El papá de las nenas paga el alquiler y el colegio, me ayuda un montón y le corresponde, pero si no fuera por su ayuda, yo no podría seguir entrenando. No puedo darme ni un gusto y sé que, si consigo un buen trabajo y no me dan los horarios, lamentablemente tengo que dejar el fútbol. Vamos a ver qué pasa en este segundo tramo del campeonato, cómo lo llevo y si aguanto... Porque las cosas están caras y hay que vivir”.
Las cuatro sonríen, más allá de las dificultades: saben que tienen bellos motivos
. Y a veces, eso que más les gusta en la vida, se mezcla y se disfruta aún más. “Yo me acuerdo del último gol de Pipi: estaba su hijo en la cancha y lo gritaba con ella. Estás jugando, gritás el gol, se lo dedicás. ¡Es muy lindo! Ojalá pueda vivirlo también”, sueña Mereles, que debutó el año pasado en el Globo. “Momentos como esos son una manera de decirles: 'Bueno, yo me voy por esto'. Yo sé que ellos lo entienden. A veces, mi nena dice 'Yo soy la hija de Pipi Peralta'... Para mí es un orgullo”, cuenta la delantera.
“Es una manera de mostrarles que tienen que seguir sus sueños. A mi nena le apasiona bailar y ya dice que va a ser profesora de danza. Una le está inculcando eso: que yo, más allá de mi edad, de lo que cueste, de lo que sea, sigo mis sueños. Y que ella tiene que seguir los suyos. Eso lo mamaron de mí, porque pasé un montón de cosas desde que estoy en el fútbol y las voy a seguir pasando. Y sé que es una enseñanza para ella”, se suma la mediocampista cuerva. “Además, el fútbol es un momento. Un día, se termina, y los que siguen en tu vida son tus hijos”, agrega Peralta. “Sí -sonríe Preininger, que las hace reír a las demás- ¡y van a venir más!”.