El Archivo General de la Nación (AGN) cree haber dado con imágenes inéditas del anarquista Severino Di Giovanni. Tal vez hayan sido tomadas en la Penitenciaría Nacional, la mole con estructura de panóptico que cubría el actual verde del Parque Las Heras, en febrero de 1931. Son seis imágenes, de las cuales trascendieron tres: en ellas, un hombre de bigote y ojos grandes mira desafiante de perfil, las muñecas esposadas y los tobillos en grilletes enlazados con las esposas.
Se lo ve, como en fotos que Caras y Caretas publicó en la primera nota que dedicó a la captura y el fusilamiento, “de vigorosa contextura”. Está en un espacio aparentemente cerrado, en el que aparece alguna ventana. En otra, hay una silla a la que un penitenciario diligente lo amarró previamente, quizá “para que cuando los proyectiles lo maten no ruede por tierra”, como explicó Roberto Arlt en el aguafuerte que escribió el día de la ejecución.
A estas fotos halladas en el AGN no se sabe quién ni para dónde las tomó, pero sí que estaban inéditas. También, que todo este tiempo habían permanecido escondidas bajo un nombre que no era. Alguien alguna vez había etiquetado a Severino Di Giovanni como su amigo, compañero de militancia, de penitenciaría (y muerte) Paulino Scarfó, y allí habían quedado las seis imágenes. Pero una revisión reciente del acervo fotográfico presentó dudas: las fotos “poseían un papel amarillo que decía ‘Scarfó’ y un número de negativo en el dorso” habitual cuando era el propio AGN el que imprimía una imagen a partir del negativo, pero “se buscó en los documentos fotográficos de Paulino Scarfó y evidentemente no se trataba de la misma persona”, explicaron voceros del organismo. Tampoco “se pudo reconocer rápidamente a Di Giovanni ya que las imágenes más difundidas no son similares al aspecto que tenía el anarquista antes de ser detenido”.
Algunas imágenes del día de la detención (después de una persecución cinematográfica por la zona de Callao y la -por entonces- Cangallo), sin embargo, lo muestran más parecido a las que del hallazgo del AGN que al retrato de rebelde buenmozo de la ficha policial. Esos retratos del anarquista caído, muchos publicados en Caras y Caretas, en esa extraña mixtura de foto documental y foto dramatización que había pergeñado para la crónica policial en la década del 30 -tan estudiada por Lila Caimari-, muestran a un Di Giovanni mucho más parecido al del descubierto bajo otro nombre.
Cuentan las fuentes del AGN que al cabo de un tiempo “se empezó a pensar en la posibilidad de que efectivamente la persona de las fotografías fuera Di Giovanni y se advirtió que en uno de los márgenes superiores estaba escrito su nombre”, la técnica usada por entonces con esos materiales.
Por eso, la búsqueda siguió en los fondos documentales que “por contexto de producción podrían ser el origen de las placas de vidrio”. Las imágenes no se correspondían con las que ya estaban identificadas y archivadas bajo el nombre de Di Giovanni, pero sí resultaban similares a las que Caras y Caretas había publicado en la cobertura del fusilamiento. “No eran las mismas que se habían hallado, aunque correspondían al mismo momento”, explican.
Los archivistas buscaron “en la documentación de Caras y Caretas y en la del Diario Crítica, cuyo archivo de redacción también posee el Archivo General de la Nación”, pero no dieron “ni con los negativos en placa de vidrio ni con positivos similares”.
Todavía no se sabe de dónde salieron las seis fotos de Di Giovanni que alguien, alguna vez, guardó como de Scarfó. Por eso, “se hace necesario, si bien son copias contemporáneas, tratarlas como documentos únicos”.
Podrían, sí, ser imágenes de las últimas horas de Severino, aunque algunos elementos habilitarían dudas. La versión canónica (con disculpas del autor) de Arlt narra otro contexto para el fusilamiento: refiere un patio. La que Enrique González Tuñón escribió para el diario Crítica dice que el condenado estaba en una silla ubicada “sobre el césped”, en una “pendiente verde”. Pero en las fotos del hallazgo Di Giovanni está sobre un piso de baldosas, detrás suyo y a un lado hay pared, inclusive una ventana. El entorno es similar al que aparece en las imágenes publicadas por Caras y Caretas en la cobertura de la semana siguiente a los fusilamientos de Di Giovanni y Scarfó (a quien mataron un día después que a su amigo), con la aclaración de que las ejecuciones “fueron reconstruidas de acuerdo con los datos de un redactor de Caras y Caretas, testigo presencial”. Pero las fotos no fueron dramatizadas, porque cuando recurría a actores y a la reconstrucción, la prensa solía aclararlo. Si no lo hacía, era porque resultaba más que evidente para sus lectores.
Entonces: ¿quién tomó esas fotos? ¿Por qué? ¿Para dónde? ¿Corresponden, efectivamente, a los últimos momentos de la vida de Di Giovanni?
Este febrero se cumplen 89 años de ese momento en el que el Estado, en su acometida disciplinaria, fusilaba al hombre cuya captura había contado como hazaña policial. Había sido condenado por lo que la revista Caras y Caretas llamaba “la gravedad de sus delitos”, una serie de robos y atentados, algunos con bombas contra sedes del poder político y económico (el Banco de Boston, el City Bank en una nochebuena, la embajada norteamericana, la embajada italiano durante una reunión de funcionarios del Duce). Su ejecución fue un espectáculo público a puertas cerradas: aunque se había convenido realizarla entre la madrugada y el amanecer, la puerta de la Penitenciaría rebalsaba de curiosos llegados para intentar ingresar, presenciar el momento. Se habló, se escribió de eso durante años.
Y sin embargo todavía hay preguntas. Es ardua la memoria en Argentina, aun en presencia de documentos.