El enfermo terminal en terapia intensiva. El avión cayendo en picada. El micro o la locomotora enfilando a toda velocidad hacia el precipicio. El repertorio de comparaciones usadas por Alberto Fernández en la gira europea no aspira a ser original sino gráfico. Fácilmente traducible a otros idiomas, ya que estamos. Con esa base --descripciones serias de la catástrofe económica-social, acompañado por una delegación reducida, profesional, sin señales de frivolidad-- el Presidente obtuvo la mejor cosecha a la que podía aspirar: el apoyo de Alemania, España, Francia e Italia expresado por sus máximas autoridades políticas, y el del Papa Francisco.
Queda para cada intérprete sopesar cuál valdría más por separado. Si el material de los estados de la Unión Europea (UE) también miembros del Fondo Monetario Internacional (FMI) o el ético-simbólico de la Santa Sede. Sin duda, el conjunto es lo más gravitante y potencia el espaldarazo de Francisco que, sin el complemento de las naciones con plata y sillas en el directorio de Fondo, podría asemejarse a lo testimonial.
En un lapso breve el Gobierno consiguió cumbres de primer nivel. Fernández cara a cara con los máximos estadistas de la UE post Brexit. El ministro de Economía Martín Guzmán y la directora gerente del Fondo Kristalina Georgieva flanqueando al Papa en un cónclave laico.
Puesto a elegir, a título de opinión, este cronista coloca al tope del podio a la acogida de Angela Merkel y Emmanuel Macron.
La canciller alemana porque representa a la principal potencia de la UE. Nación que sido históricamente crítica feroz de la Argentina, sus dispendios, sus endeudamientos, sus pedidos de socorro. Impiadosa con Grecia, el precedente que aterra.
El presidente francés pronunció el discurso más enérgico y explícito entre los integrantes del directorio del Fondo.
Como frutilla del postre cuya magnitud se debe medir con prudencia, el presidente de Estados Unidos Donald Trump mostró “buena disposición” hacia la Argentina y el presidente Fernández en el breve diálogo que mantuvo con el embajador argentino Jorge Argüello.
En modo coloquial y con datos duros (en cualquier acepción del término) Fernández persuadió a los gobernantes europeos del devastador legado del ex presidente Mauricio Macri. “Me había dejado otra impresión en la Cumbre del G-20”, cuentan que se franqueó Merkel. Por entonces el macrismo desertificó Buenos Aires, la vació de tránsito, de gente común. Escenificó un mundo sin muchedumbres, sin manifestantes, sin ciudadanos que exteriorizan reclamos. Remanso transitorio para líderes de la globalización destructiva y repudiada hasta en sus propias comarcas. Como si una bomba neutrónica disipara el conflicto entre capitalismo financiero y democracia. Un entorno distinto a las capitales de todo el globo, a las ciudades argentinas en particular. El sueño húmedo del macrismo: una país sin proletarios ni clases medias celosas de sus derechos. Un imposible, la distopía de derecha que el pueblo soberano rechazó en el cuarto oscuro.
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El contexto del Plan “A”: Las renegociaciones de las deudas con los acreedores privados y con el FMI se encuadran en un escenario inédito más propicio que el del 10 de diciembre.
El plan del Gobierno, que sigue vigente, fue anunciado en este diario dos días antes de la asunción.
Lo volvemos a sintetizar subrayando que queda supeditado a tratativas, correlación de fuerzas y destreza de los negociadores:
· Prórrogas de los vencimientos de los créditos de los bonistas y del FMI por varios años, cuatro como mínimo.
· En el caso de los privados quitas en las colosales deudas. Podrían ser de capital o intereses. En el cortísimo plazo da igual, en el largo las de intereses dejan subsistir un saldo mayor.
· Respecto del Fondo solo es posible un aplazamiento de los pagos (sin desembolsos) sin reducciones.
· El objetivo es crecer, redistribuir para generar un círculo virtuoso de consumo-desarrollo. Sobrevivir-resucitar con dignidad para ir pagando cuando la economía esté “reconstruida” (según declaró Fernández al diario “Le Monde”) con pobreza y desempleo mermando progresivamente.
· La inflación tiene que “desacelerarse” en dialecto oficial, más certero que el macrista. El dialecto de la gestión anterior macaneaba: si el índice de precios de marzo aumentaba el cuatro por ciento y el de abril daba tres se titulaba que la inflación bajó. No es así: subió menos pero prosigue en alza. “Desaceleración” registra con franqueza lo sucedido, anhelando que se haga tendencia.
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“Cuenta conmigo” in English: “Dígale al presidente Fernández que puede contar conmigo”, bolerizó Donald Trump cuando Argüello le presentó sus cartas credenciales. Pendiente por contados días el acuerdo del Senado, el Presidente lo designó por decreto, recurso válido hasta que abran las sesiones ordinarias. Argüello recibió el plácet de Estados Unidos en tiempo record y fue dispensado de una exigencia burocrática: haber permanecido diez días hábiles antes de poder apersonarse a la Casa Blanca.
Argüello aprovechó la cordialidad para concertar reuniones previas con altos funcionarios del Departamento de Estado y el del Tesoro. Tanto como con Trump, percibió “buena disposición” hacia el nuevo gobierno argentino y sus propuestas de renegociación. Gestos favorables, para nada equivalentes a un voto favorable en el FMI, ojo al piojo. En tono confidente, no en declaraciones públicas, el embajador anotó diferencias con el tono imperante en su anterior experiencia en el cargo durante el segundo mandato de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Dicho en criollo, habrá que remar de lo lindo para que se dé vuelta la praxis idiosincrática del FMI pero la receptividad del Primer Mundo autoriza a pensar que el cambio de paradigma es posible.
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Claroscuros vaticanos: El Papa construye autoridad en lo referente a las críticas al capitalismo financiero, la desigualdad, la xenofobia y otras lacras del paradigma dominante. Va preparando para marzo en Asís una convocatoria a economistas jóvenes de todas las latitudes.
Cuando hay otros derechos en cuestión Francisco prolonga la tradición de la Jerarquía de la Iglesia Católica, la suya propia. Será enconado adversario del proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) que el presidente Alberto presentará el primero de marzo.
La convocatoria a una actividad en defensa de “las dos vidas” a efectuarse en Luján el mismísimo 8 M propala una señal fuerte, rayana en la provocación a los movimientos feministas.
Los funcionarios que confiaban en una posición más transigente, dejando a la derecha a la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas (“los evangélicos”, en jerga) se equivocan. La Iglesia Católica se plantará como cuando intentó vanamente impedir el divorcio vincular o el matrimonio igualitario. O cuando militó por el rechazo de la primera versión de la IVE en 2018.
En política no hay aliados incondicionales sino intereses en conflicto. La Iglesia mantiene la objeción irreductible con relación a ciertos avances de derechos, empecinada en imponer su dogma religioso en el Ágora democrático.
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Espaldarazo y sorpresa: El Senado aprobó por unanimidad la Ley de Restauración de la Sostenibilidad de la Deuda Pública emitida bajo Ley Extranjera, un espaldarazo institucional a las tratativas del Gobierno. Guzmán celebró la movida y redondeó su periplo por Estados Unidos, El Vaticano y Alemania mediante una sorpresa. Anunció que los acuerdos con el Club de París deberían formar parte de las renegociaciones. La jugada es audaz porque dichas deudas atañen directamente a Estados de la UE.
Los alemanes, comentan baqueanos en anteriores pulseadas, cuentan con un crédito impago irrisorio comparado con su PBI. Pero, con Merkel a la cabeza, los sublevan los deudores remisos en general por motivos culturales-valorativos que van más allá de lo económico. Rechazo potenciado cuando Alemania es acreedora.
Los griegos, volvamos allá, fueron presa del furor de la “Troika”. El FMI solo aportaba una pata del trípode, lo completaban la Comisión Europea (CE) y el Banco Central Europeo (BCE). El aislamiento que connotó el ajuste arrasador se enmarcó en el rechazo de la comunidad internacional. Argentina, hoy en día, luce menos aislada.
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Pasado y presente, de visitante y de local: En la coyuntura los emisarios no piden préstamos sino tiempo. La diferencia dista de ser absoluta no solo por el adagio gringo “time is money” sino porque algunas prórrogas se completarían con reducción de los créditos. Además, cualquier dilación afecta a la billetera de los acreedores.
El balance de la recorrida presidencial puede compararse con episodios acontecidos entre 1999 y 2005, desde la debacle de la Convertibilidad hasta el canje concretado durante la presidencia de Néstor Kirchner. Sobrevolemos algunos:
· El ex presidente Fernando de la Rúa se jactaba de contar con la anuencia del mundo hasta que el Secretario del Tesoro norteamericano Paul O’Neill preanunció que le bajarían el pulgar mediante un dicho que hizo época: “Estamos trabajando para crear una Argentina sostenible, no para que apenas siga consumiendo el dinero de los plomeros y carpinteros estadounidenses, que ganan 50.000 dólares al año y se preguntan qué diablos estamos haciendo con su dinero”. De pronto, se hizo la noche.
· El ex presidente Eduardo Duhalde se comidió a Europa a principios de 2002. Confiaba en encontrar comprensión y algunos desembolsos de países con inversiones importantes en la Argentina: España y Francia en particular. El euro comenzó a circular ese año: los amigos de Argentina podían ayudar con esa moneda o con las clásicas locales que todavía valían: pesetas o francos.
El presidente del gobierno español José María Aznar, un petimetre de derechas a quien Duhalde admiraba y consideraba amigo, lo maltrató. Cuando el argentino le transmitió el sufrimiento de millones de argentinos replicó que los españoles habían afrontado privaciones peores y más prolongadas por la Guerra Civil. Duhalde retornó contrito, sin un peso, un duro ni un centavito de franco.
· Roberto Lavagna, ministro de Economía de Duhalde, sudó la gota gorda para lograr un stand by corto del FMI. Duhalde intentó mediar con O’Neill, quien lo hizo empalidecer por vía telefónica.
El canje kirchnerista tuvo otro sesgo. Lo mentamos en notas anteriores a las que reenviamos acá.
Alberto Fernández recoge una siembra bien distinta al repudio o al tratamiento de paria. De cualquier modo, las renegociaciones son espinosas. El criterio del Gobierno y sus movidas tácticas proveen una base para las pulseadas, superior a la de Grecia o la Argentina de antaño. La correcta, digna y sensata conducta oficial se calibrará si se cierran los acuerdos y cuando se conozca su contenido.
Un intríngulis a develar serán las eventuales condicionalidades del FMI. Los recortes al gasto social, en particular el jubilatorio, son indeseables en sesgo. Y la mezcla de derechos fijados por ley, la jurisprudencia de la Corte y la capacidad de judicializar de los damnificados demarca límites fácticos a recortes impopulares.
La legitimidad de ejercicio del Gobierno depende de la aprobación de los argentinos de a pie que viven la microeconomía cotidiana. Dependen de (y sienten en carne propia) los vaivenes de la inflación, el laburo, las changas, la generación de empleo. El costo de los alimentos, las tarifas, la canasta escolar en este mes, la angustia de llegar a fin de mes. El karma y la gloria de un gobierno popular es vivir supeditado a la aprobación ciudadana que se pulsa minuto a minuto… Kirchner la medía con igual compulsión que al PBI, los índices de desocupación, las reservas del Banco Central.
La deuda interna y la externa se entrelazan e influyen recíprocamente. Fernández prometió en campaña y ante la Asamblea legislativa cuál sería su prioridad.
El micro, el avión, el paciente en terapia intensiva, permanecen en zona de riesgo.
A comienzos de febrero las posibilidades de ir revirtiendo la tragedia superan a las heredadas el 10 de diciembre. No es suficiente pero es lo mejor que podía pasar, dentro del delicado margen de lo disponible.