Con su nominación, el 2 de julio de 2019, para presidir el Banco Central Europeo, en el reparto de altos puestos institucionales de la Unión Europea acordado por el Consejo, Madame Christine Madeleine Odette Lagarde pone la frutilla a una carrera llena de momentos intensos. Primera mujer directora gerente del FMI y primera mujer presidenta del BCE, nació en 1956 en un hogar parisiense formado por un matrimonio de docentes: Robert Lallouette era profesor universitario de inglés y Nicole Carré daba clases de latín en un colegio del secundario. La muchacha y sus tres hermanos menores crecieron en El Havre, en la costa normanda, y recibieron la instrucción escolar en liceos locales. Christine, alta y esbelta, sobresalió en la práctica deportiva de la natación y llegó a formar parte de la selección nacional femenina de la modalidad sincronizada.
Después de haber hecho un brillante recorrido en el mundo del derecho privado y trabajado en los altos mandos de estudios internacionales de origen norteamericano, éxito que fue destacado por la prensa económica (The Wall Street Journal Europa incluyó a la abogada gala entre las mujeres de negocios europeas más poderosas), Lagarde añadió a su rango de competencias ejecutivas la presidencia del Comité Estratégico Global de Baker & McKenzie. Pero meses después, en mayo de 2005, recién estrenado un puesto de supervisora en la compañía holandesa de servicios financieros ING, reveló su acercamiento a la política y a los grupos de derecha liberal-conservadores de Francia.
Entró al Gobierno a instancias de Dominique de Villepin , primer ministro nombrado por el presidente Jacques Chira c en sustitución de Jean-Pierre Raffarin , quien le ofreció ser la ministra delegada de Comercio Exterior de su nuevo gabinete. Ciertos comentarios de la novel ministra, criticando la “rigidez” del mercado laboral francés, no la favorecieron, por lo que en lo sucesivo guardó más discreción y se atuvo a su función de naturaleza esencialmente técnica, orientada a abrir nuevos mercados de exportación para los productos franceses, sobre todo en el sector tecnológico.
Al constituir su segundo gabinete el nuevo presidente Nicolas Sarkozy como resultado de las elecciones a la Asamblea Nacional, saldadas con mayoría absoluta de los conservadores, Lagarde hizo historia por asumir el Ministerio de Economía y Finanzas. No solo era la primera mujer en hacerse cargo de la política económica del Gobierno de Francia, sino también la primera ministra de Finanzas de una economía del G7, antes de pasar a llamarse, con más poderes, Ministerio de Economía, Finanzas e Industria, en noviembre de 2010.
Respaldada por Sarkozy, que tenía una visión similar de la economía y de la sociedad, Lagarde dejó palpables huellas de su nula simpatía por la semana laboral de 35 horas introducida por el Gobierno del partido Socialista de François Mitterrand, y de su interés en poner fin a los regímenes especiales de pensiones anticipadas en el sector público, “muy onerosos” para la caja de la Seguridad Social. Partidaria de la reducción del funcionariado público, del retraso de la edad mínima de jubilación, de todos los recortes sociales, encajó perfectamente con el gobierno de Sarkozy, sin poder controlar por ello el gasto ni alcanzar el déficit cero, ambición casi mítica de los liberales.
De complexión atlética, piel bronceada, pelo corto y platinado, sonrisa fría, no deja de ser una funcionaria original por su carácter, convicciones y capacidad de resolución. Polémica y decidida a llevar planes de ajuste a todos los países que no integran la elite, se dice de ella que oscila cómodamente entre la seda y el acero. Sucedido el enorme e impactante (y algo raro y disparatado, confesémoslo) affaire Dominique Strauss-Kahn (abusos muy verosímiles denunciados por una empleada del hotel donde el candidato casi seguro de la gauche para suceder a Sarkozy se alojaba), se vio como natural (los gobiernos del sistema europeo y la derecha francesa vieron como natural) la postulación y el nombramiento de Lagarde en su reemplazo. Como directora gerente del FMI, la primera tras una decena de titulares varones, Lagarde, con silla reservada en las cumbres del G7 y el G20, iba a ser una de las mujeres más poderosas del planeta.
Toda la primera parte de su mandato (cinco años) se vio perturbada por una cuestión judicial que ella arrastraba, la dudosa mediación, para el Estado galo, entre un particular metido en negocios grandes y oscuros, en la que se reprochaba a Lagarde haber obrado con favoritismo. Se sumaron los remezones de la crisis griega y las debilidades europeas, en Irlanda y Portugal. Pero una cosa es estar apretando a lo que ellos llamaban el gobierno izquierdista griego y otra al amigo de Donald Trump, Mauricio, auxiliado por su mayordomo Nicolás Dujovne. El último período, así, le permitió expandir sus virtudes y poderes, aún no se sabe si beneficiando al Fondo o comprometiéndolo todavía más en negociaciones dudosas. Verbigracia, los préstamos a canilla abierta a la Argentina, país al que se le otorgó la mayor asistencia de la historia del FMI sin garantías de pago muy precisas.
Como directora del FMI, cargo del que dimitió el 16 de julio y se separó efectivamente el 12 de septiembre (el 1 de octubre la Dirección gerencial pasó a ocuparla otra mujer, la búlgara Kristalina Georgieva ), Lagarde no dudó de animar al BCE a que impulsara opciones de política monetaria para aumentar la oferta de dinero y así transferir liquidez al consumo y los negocios de la zona euro. Con sus antecedentes, no se espera que a partir del 1 de noviembre de 2019 el BCE modifique la discutida estrategia de política monetaria superexpansiva, que alienta la anomalía de los tipos de interés negativos y medidas parejas no convencionales, máxime mientras la economía de los europeos apenas crece por encima del 1% anual. Ella ya ha asegurado que mantendrá el rumbo emprendido por su predecesor.
“Oui! Il l’a dit! Il fallait tomber amoureux de moi. C’était Monsieur le Président, et il l’a dit tout simplement, comme ça…”. (“Sí, así lo ha dicho él. Había que enamorarse de mí. Era el Señor Presidente, y lo dijo así, muy simplemente...”). Una de sus características permanentes ha sido la defensa a ultranza de los grandes intereses financieros y sus posiciones antiobreras y antipopulares, por lo que es comprensible el flechazo mutuo con Mauricio. Después de haberlo enamorado (son palabras de él, incluida la recomendación de que todos los argentinos nos contagiemos y nos enamoremos de ella), y de habernos vendido un paquete cerrado con varias sorpresas dentro, que compramos a ciegas, consiguió otra función más elevada y mejor paga aún que la anterior. Como se dice en los C.V.: “y continúa”.