Desde París

Cuando en 1971 la fotógrafa suizo brasileña Claudia Andújar se internó por primera vez en la Amazonía todo le parecía esencial. Quien lo hizo visible a sus ojos fue Davi Kopenawa, el chamán y portavoz del pueblo yanomami.

Andujar expone hasta el 10 de mayo lo que captó con su cámara en la Fundación Cartier de arte contemporáneo de París: la muestra más grande dedicada a una sola artista que hayan organizado. La exposición fue curada por Thyago Nogueira del Instituto Moreira Salles de San Pablo, quien se pasó 4 años hurgando en el archivo de la fotógrafa. Davi Kopenawa voló a Francia para la inauguración.

En 1989 Kopenawa salió por primera vez de Brasil para recibir el premio Right Livelihood, conocido como el Nobel alternativo, en nombre de la ONG Survival International, que nació en 1969 denunciando el genocidio a pueblos indígenas del Amazonas.

A fines del año pasado Kopenawa volvió a recibir el Right Livelihood en Estocolmo, pero ahora a título personal, junto con Greta Thunberg, entre otros líderes mundiales. Según la ONU, aproximadamente el 80% de la biodiversidad que queda en el planeta está en territorio indígena y Davi, de 63 años, es un emblema entre los guardianes de lo que queda. Por eso se enfrenta a Jair Bolsonaro y a los buscadores de oro.

No es la primera vez que en sus salas se evocan referentes indígenas latinoamericanos: hace dos años Freddy Mamani, el arquitecto aymara del Alto de La Paz, fue la estrella de una muestra. A cien metros del cementerio de Montparnasse (donde yacen Jean Paul Sartre, Simone de Beavouir y Julio Cortázar), en una mañana de inicios de febrero menos fresca que lo habitual, Davi tarda en desabrigarse tras entrar a la sala calefaccionada de la Fundación Cartier.

En una de las pantallas hay un video de Davi semi desnudo haciendo rituales, pero él no le presta demasiada atención. Se quita el gorro de lana para colocarse su corona de plumas y se quita la campera de plumas para dejar ver su collar tradicional. Mira las fotos colgadas de Claudia Andujar donde la luz es tan protagonista como los personajes iluminados. Aparecen Bruce Albert, el antropólogo francés que vive en Uruguay, junto a Claudia Andujar, que ya con 88 años y en silla de ruedas, entra brevemente solo para verificar que todo esté en su lugar y se va a descansar. Faltan minutos para una de las vernissages y Davi comenta algo con su hijo Dario de 27 años, que va con él a todas partes, está subiendo todo a las redes sociales de la asociación Hutukara. Afirman que la armaron para “la lucha fuera de la selva”. Dario postea: “lo único que buscamos es que se respeten nuestros derechos territoriales y nos dejen tranquilos”.

-No sólo es el protagonista de las fotos, también ha acompañado a Andujar a presentar el material por el mundo. Y junto a Bruce Albert escribió el libro La caída del cielo. ¿Cómo es para una cultura oral usar el libro y la fotografía para transmitir un legado? 

-El blanco, que no conoce nada del bosque, necesita ver y leer para recordar. Si hablo con usted, usted va a olvidar lo que dije. Pero con el libro, usted va a seguir leyendo, al día siguiente va a leer de nuevo, y así. Bruce es un un antropólogo que conocimos recolectando nuestro conocimiento de sabiduría, que nosotros tenemos guardada en la memoria. El blanco piensa que el indio no piensa, que no sabe explicar, que no sabe hablar, que no conoce el futuro. Encontré muy bueno que Bruce me ofreció grabarme. Y yo le conté del origen de todo, de Omama (el “creador” para los yanomami), que creó el pensamiento. Yo quería mostrar mi sabiduría, el conocimiento del pueblo yanomami, para que el blanco entienda que sabemos hablar, explicar por nuestra propia cuenta nuestra propia historia yanomami. No es para nosotros, es para ustedes. Para los estudiantes, que necesitan ver de otra manera la selva. El libro llegó a las universidades y eso es lo que quería. Si van a usar árboles del bosque para hacer el papel, que sea para un libro así.

-Usted es conocido como el “Dalai Lama” de la selva. ¿Qué piensa de que lo llamen así?

-Somos una legión. Estamos en diferentes lados, lado derecho, lado izquierdo del mapa. El Dalai Lama, Raoni (el líder indígena kayapó)... Estamos todos ligados a la naturaleza, a la tierra. Nuestra salvación es la selva donde está todo lo que hace bien a la salud: agua limpia, todo es puro. Por eso somos así, hijos de la tierra, ella cuida nuestra riqueza. ¿Qué es la riqueza? Es comida: frutas, castañas, asaí. Los blancos también son hijos de la tierra, pero sin los indígenas en la selva todo va a ser peor, va a haber más lluvias, más cambios climáticos. Ya está sucediendo, se meten en nuestro territorio, contaminan nuestros ríos, matan nuestros peces. Yo confío en la fuerza de la naturaleza. Nosotros no vamos a matar ningún hombre blanco, la que lo va a matar es la naturaleza. Estoy luchando para defender mi pueblo para cuidar la tierra, defender la tierra para cuidar los saberes de mi pueblo.

“Bolsonaro es un garimpeiro

En 2019, según diversas organizaciones indígenas de Brasil, al menos 10.000 garimpeiros (buscadores de oro) han invadido la tierra de los yanomamis y su contacto con las comunidades generó una epidemia de malaria y de contaminación con mercurio en muchos de los ríos. Aunque la mayoría de los yanomamis mantienen contacto con la sociedad no indígena, se sabe que un grupo no contactado habita no muy lejos del área que está siendo invadida.

-¿Cómo está la situación con los garimpeiros hoy?

-Los garimpos (campos de minería ilegal) continúan. Donde haya oro, donde haya riqueza, se pueden ir pero regresan. Donde no hay oro, no van. La policía a veces los saca pero a las tres, cuatro semanas, ellos regresan porque saben que hay oro. Entonces hoy están volviendo a la tierra yanomami.

-¿Cuánto cambió la situación con Bolsonaro en el poder?

-La situación siempre fue un poco igual. En los años 91,92, el Gobierno sacó 40 mil garimpeiros; después de eso todo se había calmado un poco, pero al tiempo volvieron, porque ya vieron oro. Hoy en 2020 están ahí. Están talando el bosque, entran y salen, ellos están juntos con la policía federal, con las autoridades, hay empresarios, senadores, políticos. Están más fuertes que antes. Bolsonaro es un garimpeiro, su papá era garimpeiro, el presidente los está empujando para que crezca la minería. El propio presidente es un garimpeiro.

-Recientemente Bolsonaro dijo: “cada vez más el indio es un ser humano como los blancos”.

-Es lo que él piensa. El no reconoce la tierra yanomami, nunca visitó nuestra comunidad, ninguna comunidad, está diciendo que es un enemigo de los indígenas. No conoce los pueblos de la selva, por eso dice esas cosas. Piensa que somos salvajes, como los monos, los cerdos. No sabe nuestra lengua. Tiene solo preconceptos. Lo que sí, somos seres humanos diferentes al blanco, porque nosotros conocemos la montaña y la selva. Bolsonaro dice esas cosas porque no le gustamos, siempre está diciendo cosas para que nos enojemos. La situación está peor que siempre. Bolsonaro es como la dictadura militar, como el presidente Figueiredo que mató a mi pueblo yanomami y a nuestros parientes wamiri atroaris. Por eso siempre habla mal de nosotros.

-Survival International define la situación como un “riesgo de genocidio legislativo”. ¿Cómo se están organizando?

-Estamos luchando para que seguir viviendo. Para criar nuestros hijos, para cuidar de nuestro lugar, de nuestra casa. Nadie está peleando por dinero. Y hay hijos de Omama también entre los hombres blancos. Por eso nos ayudan. Y los otros pueblos indígenas en Colombia, Ecuador... Estamos frente a la misma lucha, los mismos problemas.

El origen de la maldad

Los yanomamis utilizan cerca de 500 plantas para comer, elaborar medicinas y construir casas. Ningún cazador come la carne que ha cazado sino que la reparte y a cambio recibe carne de otro cazador. Así han vivido siempre. Hasta 1940, cuando Brasil mandó gente para delimitar la frontera con Venezuela, los yanomamis no habían entrado en contacto continuado con el resto de sus contemporáneos. Ese contacto trajo epidemias de sarampión y gripe. En la década de 1970 fueron víctimas del gobierno militar y desde los años 80, de los buscadores de oro y del avance de la frontera agrícola-industrial. Hoy son unas 38 mil personas en casi 18 millones de hectáreas (un territorio grande como Uruguay), si se cuentan los territorios ancestrales que reclaman en el norte de Brasil (donde ya fueron demarcados) y en Venezuela (donde aún no ocurrió). El de los yanomamis es el mayor territorio indígena selvático del mundo.

-¿Podemos decir que la principal diferencia entre los blancos en las ciudades y los indígenas es la conexión con la tierra?

-Los pueblos de las ciudades sí tienen conexión con la tierra: para extraer riqueza, petróleo, oro, diamante. Así es como están conectados con los bosques.

-En la cosmovisión yanomami hay una interpretación sobre el origen de la “maldad” ¿verdad?

-La gente mala es hija de Yoasi, que era el hermano del creador Omama. Omama era una buena persona, honesto, sabía tratar, sabía cuidar. Yoasi no. Comenzó como loco a matar, a derrumbar los árboles para hacer casas, a acabar la tierra para comerciar con otros pueblos. Entonces se volvió enemigo de Omama y este se fue bien lejos. Yoasi continúa entre nosotros, hizo crecer su propio pueblo, y hoy está presente en el hombre blanco, en la mercadería, en las ciudades. Nosotros, los yanomamis, no somos mercaderia, somos guardianes de la selva, para que quede en pie, los hijos de Omama la cuidamos de los hijos de Yoasi.

-¿Yoasi sería el capitalismo?

-Yoasi es el capitalista, moderno, que se viste bonito y roba las tierras. El que mató y continua matando, es el espíritu que manda a los garimpeiros que matan a los indios. Ahora está peor. El año pasado, cuando asumió Bolsonaro, liberó la compra de armas en las ciudades contra las mujeres, hombres, para matar cualquier persona. Los garimpeiros están armados porque Jair Bolsonaro autorizó la compra de armas de fuego.

-Los yanomamis también están presentes en Venezuela, ¿cuál es la situación de ese lado de la frontera?

-Allá es peor. Porque los yanomami de allí no tienen su tierra demarcada, está solamente delimitada. Allá está lleno de buscadores de oro también. Algunos fueron refugiados en San Pablo, Manaos, Brasilia. Muchos yanomamis están en la montaña, porque ahí están protegidos por la fuerza de la naturaleza.

Salvaciones

“El cielo está lleno de humo porque nuestra selva está siendo talada y quemada. Las lluvias llegan tarde, el sol se comporta de manera extraña. Los pulmones del cielo están contaminados. El mundo está enfermo. La selva morirá si los blancos la destruyen. ¿A dónde iremos cuando hayamos destruido nuestro mundo?”, se pregunta Davi en uno de los archivos de Claudia Andujar.

El padre de Claudia Andujar era judío, oriundo de Transilvania. Se separó de su madre suiza protestante antes de la guerra y fue asesinado en el campo de concentración de Dachau. Claudia se había enterado que la Gestapo estaba yendo a buscarlo y había ido a avisarle, pero su padre no quiso escaparse. Claudia se refugió en Estados Unidos, se casó, pero se separó de su marido español (de quién adoptó el apellido abandonando el de Claudine Haas) antes de que este vaya a la guerra de Corea. Luego fue a Brasil, donde había migrado su madre.“Yo siempre estaba huyendo” escribió, recordando esa época. Cuando Andujar intentó tomarle las primeras fotos a los yanomamis ellos se negaron porque decían que lo que podía huir con las fotos es el alma: “puede escapar y quedar para siempre deambulando”.

"Claudia siempre se sintió culpable por no poder salvar a su familia y seres queridos", dijo la persona que la conectó con los yanomamis, el misionero italiano Carlo Zacquini. Por eso cuando llegó a la tierra de Davi insistió para convencerlos, les decía que solo así podía denunciarse el genocidio a los indígenas. “No conozco a otra persona artista en ninguna otra parte del mundo que haya salvado a todo un componente de nuestra familia humana” dijo el director de Survival, Stephen Corry. Tras aceptar ser fotografiados, el líder Davi debió aprender a manejarse fuera de la selva: “Ahora tenía que usar palabras externas a su universo como naturaleza o pobreza” dice Bruce Albert. En la inauguración de la muestra Davi dijo que eso le salvó la vida.

-¿La naturaleza va a ganar la batalla? ¿Siempre vence?

-(Se ríe) No, no siempre vence, pero desaparece. Y cuando se va la naturaleza, atrás viene la pobreza.

-Usted dijo “nosotros los chamanes sabemos que nuestro planeta está cambiando, conocemos la salud de la Amazonia.” ¿Cuál es el diagnóstico?

-El cambio climático no va a parar. Está quemando. La invasión de la Amazonía está en marcha. No hay remedio para curar nuestro planeta tierra. Las ciudades están creciendo, no hay más lugar para construir, el ser humano está enfermo y se sigue enfermando. La enfermedad ¿como la llaman ustedes? ¿el cáncer? Hay un cáncer en el aire, por eso no va a parar, por eso el cambio climático, por eso se quema la selva.

-¿Hay una utopía en el horizonte o esto siempre va a ser así? ¿cómo sería el mundo de los pueblos indígenas si los motivos para resistir desaparecieran?

-El peligro ya entró en el mundo y la señal de peligro entró en las tierras indígenas. Pero estamos luchando. Hay muchos líderes buscando la manera, denunciando, el peligro está ahí y no va a parar. Vivir bien, hemos vivido bien, hace 50 años. Era maravilloso: no había buscadores de oro, pero llegaron y luego volvieron para atacarnos. Jair Bolsonaro nos va a seguir mandando sus garimpeiros. El horizonte es que nosotros vamos a morir si es necesario junto con nuestro pueblo. Es una lucha para vivir, no vamos a morir callados.