¿Quién dijo que en el Oscar no había lugar para sorpresas? Contra todos los pronósticos que señalaban a 1917 como favorita, la gran ganadora de la 92° entrega de los premios de la Academia de Hollywood –realizada anoche en el Dolby Theatre de Los Ángeles– fue Parasite, que se quedó con cuatro de las seis estatuillas a las que aspiraba: Mejor Película, Mejor Película Internacional, Mejor Dirección y Mejor Guión. De esta manera, el último trabajo de Bong Joon-ho inscribió su nombre en la historia grande del cine al convertirse en la primera producción extranjera que logra imponerse tanto en el rubro Internacional como en la categoría principal. Es, además, un hito para el cine coreano, que nunca antes había llegado a la gala más importante de Hollywood. 

El resto del palmarés mostró que, tal como viene ocurriendo en los últimos años, los casi 8500 electores parecen muy a gusto con un criterio de premiación basado en la división, cuestión de que (casi) todos vuelvan contentos a sus casas: no por nada ocho de los nueve títulos de la categoría principal se llevaron algún premio. A Parasite le siguió 1917 con tres, mientras que Había una vez…en Hollywood, Guasón y Contra lo imposible se quedaron con dos estatuillas cada una.

“Luego de ganar Película Internacional, pensé que ya era todo y que estaba listo para relajarme”, bromeó Bong con su flamante premio a Mejor Director en la mano, sin saber que el instante más importante de la noche –y probablemente de su vida– todavía no había llegado. En lo que era su tercera visita al escenario, recordó que cuando estudiaba cine escuchó “una frase que caló en el corazón: ‘Lo más personal es lo más creativo’”. Era una referencia a Martin Scorsese, quien lo miraba desde la butaca. “Cuando era joven estudiaba sus películas, solo estar nominado con él era un gran honor. No pensaba ganar. Lo mismo que con Quentin Tarantino, que siempre mencionó mis películas en sus listas cuando no eran conocidas por la gente en Estados Unidos”, agregó a través de su traductora, en lo que fue uno de los momentos más emotivos de una ceremonia que, con o sin conductor, inexorablemente se extiende más allá de las tres horas reclamadas desde hace años por la cadena dueña de los derechos televisivos. El año pasado duró 195 minutos; éste, 210.

Durante esas largas tres horas y media hubo la habitual mezcla de discursos aburridos, sobriedad impostada, números musicales asépticos y hasta un chivo a cargo de Tom Hanks –que como sabían que no iba a ganar nada le buscaron una excusa para que hable- sobre el museo que la Academia abrirá en diciembre. 

Los presentadores, por su parte, estuvieron guionados hasta la última coma, con algunas bienvenidas excepciones de la mano de Will Ferrell y la dupla James Corben-Rebel Wilson, que presentaron el rubro Mejores Efectos Especiales con trajes de gatos. “Nosotros sabemos muy bien la importancia de unos buenos efectos”, dijeron entre risas, en un guiño a los paupérrimos resultados artísticos –sobre todo en materia de postproducción- de la adaptación de Cats.

Los únicos premios importantes que cumplieron con lo esperado fueron los interpretativos, con triunfos para Joaquín Phoenix, Brad Pitt, Laura Dern y Renée Zellweger . Entre los apartados técnicos se pensaba que 1917 se impondría con holgura, sobre todo en los relacionados con sonido, pero allí asomó Contra lo imposible –a la que nadie tenía en cuenta- para aguarle la fiesta. Guión Adaptado, que tenía como favorita a Mujercitas, terminó en manos de JoJo Rabbit, mientras Guión Original asomaba como la categoría ideal para que la Academia cumpla con el ritual de entregarle una estatuilla a Quentin Tarantino luego de nominarlo para varias, pero hasta el director de Pulp Fiction fue víctima de ese huracán que llegó de Corea del Sur para arrasar en Hollywood.