Por Viviana García*
El movimiento sindical tiene un desafío histórico de nutrirse y transformarse con las luchas de las mujeres y diversidades sexuales. Hoy, nuestra sociedad transita por altos niveles de violencia y acoso, producto de la opresión del sistema patriarcal, que genera profundas brechas de desigualdad, exclusión y marginación de grandes sectores de la sociedad. La naturalización y la invisibilización constituyen formas de destrucción de la solidaridad y de lo colectivo.
El ámbito laboral es un espacio de ejercicio del poder, donde las relaciones sociales están atravesadas por relaciones de género(s) como también de clase, etnia, raza, sexo, generacional, que implican prácticas sociales discriminatorias, que tienen que ver tanto con la organización del trabajo como con el sistema patriarcal y los patrones culturales machistas. Violencia y acoso es un continuo de prácticas inaceptables y son una forma de precarización laboral.
Con un trabajo continuo, paciente, pero con convicciones y mucha militancia, las mujeres trabajadores iniciamos un camino, allá por el 2009 en Latinoamérica, que siguió sin pausa con organizaciones Globales: Internacional de Servicios Públicos, Confederación Sindical de las Américas, Confederación Sindical Mundial, Internacional de la Educación y otras, organizaciones feministas y de grupos LGTBIQ+, Ongs de Derechos Humanos, poniendo en la agenda de la OIT un tema central como la violencia y el acoso en el trabajo.
Después de tres años de durísimas batallas con gobiernos y empleadores lo logramos: el Convenio 190 y la recomendación 206, Violencia y Acoso en el Mundo del Trabajo, se hizo realidad el 23 de junio del 2019 en la Asamblea del Centenario de la OIT. La clase trabajadora mundial logró uno de los triunfos más importantes en materia de derechos de la última década. ¿Por qué es imperioso que el gobierno argentino lo ratifique? Porque reconoce un derecho humano fundamental: un trabajo libre de violencia y acoso. Porque reconoce la necesidad de un enfoque de género(s) inclusivo e integral. Porque reconoce los riesgos y formas de discriminación que viven les trabajadores por estereotipos de género, abuso en las relaciones de poder por razones de género(s), visibiliza el impacto de la violencia doméstica en el lugar de trabajo. Porque la violencia y el acoso pueden suceder durante “el trabajo”, en relación al trabajo o como resultado del trabajo, incluyendo a las terceras partes (pacientes, usuarios, clientes). Porque permite respetar, promover y llevar a cabo los derechos de les trabajadores por medio del pleno ejercicio de la libertad sindical y la negociación colectiva. Porque reconoce a todes les trabajadores, independientemente de su relación contractual, sean de la economía formal o informal así como a los trabajadores del sector público. Y exige a cada Estado que ratifique presupuestos para adoptar y garantizar políticas públicas de salud y de seguridad en el mundo del trabajo, campañas de visibilización y sensibillización que prevengan la violencia y el acoso en el Mundo del Trabajo.
*Viviana García. Directora en la Federación Nacional de Profesionales de la Salud (Fesprosa). Experta trabajadora de la Internacional de Servicios Públicos (ISP).