“Lesbiana organizada no más precarizada”, “Torta docente presente”, “Docente tortillera en lucha también educa”. Con consignas y cancionero propios, maestras lesbianas de distintos puntos del país -desde nivel inicial hasta universitarias- marcharon con la columna de la Asamblea Lésbica Permanente (ALP) el lunes pasado. Maestras precarizadas, sujetas trabajadoras, mujeres y lesbianas; esta semana, cruzada por el paro docente (6 y 7 de marzo), el Día de la Visibilidad Lésbica (7 de marzo) y el 8M, fue una seguidilla “que nos colocó en la intersección de todas esas opresiones. Marchar como docentes pero visibilizando que somos lesbianas nos puede ayudar a combinar las luchas que necesitamos dar para hacer de este mundo un lugar más habitable, y darle cuerpo a una masa trabajadora que se presenta como uniforme, sexualizar la figura casta y pura de la maestra que entrega su vida a la vocación y cuidado de la infancia”, relataba Sol Boccardo, maestra e integrante de la ALP, este lunes durante la desconcentración de la marcha y con el cartel casero de “Profe lesbiana que enseña y ama” algo arrugado y transpirado entre los dedos.
Además de las propuestas salariales por el piso y la negativa del gobierno a convocar a la paritaria federal -establecida por ley hace una década-, los docentes miran con preocupación un panorama que, desde que asumió Cambiemos, es de desfinanciamiento por goteo del presupuesto para la educación pública, de desarticulación de programas, de lavado de contenidos. “Si una mira la distribución del presupuesto en educación para este año -dice Sandra Aguilar, docente lesbiana y feminista de Desde el Fuego y de la Asamblea Lésbica Permanente-, se ve muy claramente cómo se busca desarticular los programas, y uno de los más afectados es el de Educación Sexual Integral”. A lo que se suman intentos -que en muchos territorios como la Ciudad de Buenos Aires ya son hechos (ver recuadro)- por parte del gobierno nacional de dejar las capacitaciones docentes en manos de ONGs: “Ya se está haciendo: se terceriza la formación docente, y esto ocurre principalmente en el terreno de la Educación Sexual Integral. Las ONGs están formando gente y no necesariamente desde una perspectiva de género (como exige la ley), sino más bien en sintonía con visiones religiosas”, afirma Sandra.
Toda educación es sexual
“La sexualidad, siempre está en el salón, en los silencios, en las palabras, en los dibujos de las puertas del baño, en los grafitis de las paredes, en las formas de vestir o de marcar el cuerpo, como piercings y tatuajes”, sintetiza Estrella Martínez -ex Directora de Políticas de Género Municipal, hoy directiva de una escuela secundaria de la Provincia de Buenos Aires- para decir que toda educación es sexual, una idea que atraviesa trasversalmente el espíritu de la ley de Educación Sexual Integral (ESI). Aprobada en 2006 y anclada en una perspectiva feminista y diversa, la ESI aborda temas como los roles de género, las violencias machistas y el placer como parte central del ejercicio de la sexualidad. Antes de esta ley, si lo hacía, cada docente trataba el tema con sus propios criterios, o se lo reducía a algunas lecciones de anatomía o se le delegaba la tarea a voluntariosas empresas fabricantes de tampones. “Desde 2006 (aunque las capacitaciones empezaron después) la perspectiva de trabajo es integral -relata Estrella Martínez-. Se propone trabajar tematizando, por ejemplo, la diversidad sexual desde varias materias. Desde la Ciencias Naturales, se puede hacer un abordaje de la sexualidad humana a través del vínculo con otros, no solo lo biológico. En las Ciencias Sociales: repasar la historia de la sexualidad en otros tiempos. En Lengua y Literatura: trabajar cuentos donde se presenten distintas identidades lgbti y compararlos con cómo nos muestran el tema los medios, las publicidades, las series”.
“‘Seño, ¿qué hizo este fin de semana? ¿Estuvo con su marido?’ o ‘Seño, ¿tiene novio?’. Son dos las representaciones que se hacen en el aula de la maestra: es asexual o es heterosexual. También puede pasar que nunca te pregunten nada de eso. Y sólo recién el día en el que tal vez te aparecés con una enorme panza aparezca la pregunta por la sexualidad de la seño”, cuenta Sandra Aguilar. “Nosotras como lesbianas a esto lo padecemos -sigue Sandra-, pero también falta politizar la sexualidad de la maestra heterosexual, corre para todas”. Sol Boccardo por su parte recuerda otras escenas ilustrativas de la visibilidad en el aula: después de trabajar el tema de los estereotipos de género con un grupo de chicxs de entre 6 y 11 años, contó que era lesbiana. Al día siguiente una chica de trece, que había sido su alumna en otros años, se le acercó con preguntas y para contarle que ella también lo era y que no lo había charlado nunca con nadie. Pero ésa no fue la única vez: “Si abrís esos temas sin tabúes, proponés un clima de confianza, aparecen cosas silenciadas: desde las ganas de jugar a otros juguetes y usar otras ropas hasta relatos de abuso sexual. La potencia de la educación sexual integral es poder hacer materiales las distintas posibilidades de ser.”
Las maestras y maestros enseñan sobre sexualidades constantemente, a partir de lo que dicen, lo que callan, de cómo distribuyen los cuerpos ajenos en el espacio y cómo ponen el propio en el aula. Según Cristina Etchegoyen, Coordinadora de DDHH de Suteba: “Trabajar la Educación Sexual Integral es para una docente poner en cuestión su propia subjetividad, algo que los maestros y maestras también fuimos aprendiendo. La ESI remueve cosas no solo en los alumnos, rompe prejuicios, puede implicar preguntarse cosas sobre la propia sexualidad antes de ponerse a hablar frente al aula”.
Cortar y pegar
“Todo el año 2016 ha sido de mucha resistencia frente a las políticas de recorte en la educación y el caso de la ESI ilustra muy bien el clima general: todo lo que se ha hecho con respecto a ese tema durante 2016 fue por impulso de los sindicatos o iniciativas individuales, porque el Estado dejó de encargarse”, dice Estefanía Aguirre -Secretaria de Género de la Ctera-. El desguace del programa de ESI es un elemento más de una lógica de tijeretazos: otros programas educativos destruidos o amputados en el último año fueron el de Orquestas escolares, Nuestra Escuela -programa nacional de formación permanente para docentes que sobre todo sufrió recortes en los cursos de DDHH, género y diversidad-, el programa de Turismo Escolar -gracias al cual niños de todas las provincias viajaban por el país, especialmente a Córdoba y Mar del Plata-, el Plan Fines -para terminar el secundario-, el programa de Radios Escolares, por citar algunos.
¿En qué consiste exactamente el proceso de vaciamiento del programa de ESI? En el 2016 el presupuesto destinado fue la mitad que el asignado el año anterior y llegó después de agosto por lo que se pudo ejecutar sólo una parte. No hubo reimpresión de los materiales, los cuadernos, los videos, la guía institucional. La circulación del material digital fue escasa. A mediados del año pasado se vencieron los contratos de quienes trabajaban en ese programa y no se los renovaron a todos, el resultado es que hay menos capacitaciones para docentes. La subejecución es otra de las estrategias típicas de Cambiemos en ese sentido: “El dinero necesario para implementar el programa llegó recién en agosto. En octubre se deben hacer la rendiciones, entonces, por supuesto, no hubo tiempo para invertir todo el dinero, y lo que sobra hay que devolverlo”, dice Cristina Etchegoyen.
A marzo
Lo que también ha quedado mutilado es la coordinación entre la Nación y las provincias. Bajo el pretexto de federalizar, el Estado nacional se desliga de responsabilidades, le encarga a cada jurisdicción la gestión de programas educativos y le traslada partidas presupuestarias. “Se lavan las manos: dejan al azar la implementación de los programas, que cada provincia aplique lo que quiera y pueda, que en general es muy poco”. Hasta el 2015 las capacitaciones en Educación Sexual Integral habían llegado a casi todas las provincias con excepción de San Juan -que por decisión del gobierno provincial directamente devolvió los materiales-, Tucumán, Santiago del Estero, Santa Fe y Ciudad de Buenos Aires. Dejar que cada provincia implemente el programa a su antojo es una estrategia sospechosamente similar a la de no abrir una paritaria nacional, en la que además de fijar el piso salariar para todos los docentes, se discute también la coordinación de los programas nacionales.
Abriendo las cabezas
En los últimos años en muchos distritos se había logrado un acuerdo para terminar con la maníaca división del rosa y el celeste y unificar los colores de los guardapolvos de jardín de infantes. No porque la ley lo impusiera directamente sino como resultado de discusiones en torno a cómo romper con los estereotipos de género que la ley alimentó. La ESI fue propulsora por ejemplo de que en muchos colegios cambiara la manera de formar, ya no más en filas que separen tajantemente niños versus niñas, sino filas mixtas. Las maestras, cuenta Cristina Etchegoyen, estimuladas por los debates de género y diversidad que se fueron colando en el aula, “nos empezamos a preguntar dónde está la infancia trans, porque históricamente, y dolorosamente, no la hemos visto adentro de la escuela.” Y en una Jornada allá por 2015 una colega trans le contestó: está en la calle y la escuela nos tiene que ir a buscar. “Lo que quiero decir con esto es que como docentes estábamos recién empezando a abrir nuestras cabezas en parte gracias a la ESI, que a pesar de sus marchas y contramarchas nadie puede negar que fue una política de Estado. En provincia de Buenos Aires hay algunas maestras trans y, que yo conozca, un maestro trans. Han hecho en la escuela su transición sin grandes dificultades. Para esto ayudó la ley de identidad de género pero también ayudaron los efectos de diez años de ESI. Se había generado cierto clima. Pero el nuevo gobierno ha truncado ese proceso.”