La aplauden de pie y ella responde con los ojos cargados, tomando de la mano a sus dos co-equipers de escena en La savia, Constanza Herrera y Agustín García Moreno. A la pieza de Ignacio Sánchez Mestre que tiene a Mirta Busnelli como protagonista le quedan los últimos sábados de febrero en escena, después vendrá el descanso pero la certeza de haber transitado un camino intenso y alucinado está en cada tramo del relato de Busnelli, que intercala las funciones con una fuerte presencia en el colectivo de Actrices Argentinas. “Mientras hago la función no me doy cuenta del cansancio pero cuando baja la adrenalina me empiezo a caer. Me emociona que emocione” cuenta a Las12 una tarde de calor sofocante.

--La savia es un homenaje a una parte del ciclo vital donde hay sabiduría pero no es muy valorada, parte de eso es lo que está circulando sobre la vejez de las mujeres y cómo revolucionar un mundo que las estigmatiza o las rebaja ¿Cómo te pega esto?

--Nos vamos a juntar con Cerruti por el tema de la revolución de las viejas. Es una afirmación de algo que se ve como un defecto. La vejez es una parte de la vida por la que vamos a pasar todos, la ventaja que tienen los jóvenes es un cuerpo que les responde pero no van a no pasar por la vejez. Para mí decirle a alguien "vieja" con la carga de un insulto es tan estigmatizante, ridículo, es como enojarse con un árbol. En el caso de Elsa, mi personaje, ella vivió, y quiere escribir para nombrar: lo que le fue pasando con su marido, con sus cosas, el querer recuperar lo que vivió porque siente que se le está escapando de las manos, el renacimiento también.

--Elsa descubre a su marido infiel y no se lo banca, se va…

--A diferencia de otras personas que se quedan, sí. En mi generación todo el mundo se divorciaba, había también muchas personas que llegaban vírgenes al matrimonio pero después la mayoría no tenía esa idea de monogamia fija. Pero en la generación de mis padres las cosas eran diferentes. Yo pertenezco a una clase social media y cuando llegué a la universidad me cambió la vida. No pensaba en tener una persona para siempre, ni deseaba casarme y tener hijos… Pensaba en el amor, sí, porque es algo inherente a la vida y no me lo quería perder pero también quería hacer todas las cosas que la generación de nuestras madres no había podido. Mi madre había sido tan cercenada que no nos dejaba tocar nada así que nosotras éramos unas inútiles.

--¿Y vos que estudiaste?

--Psicología. Y a mitad de la carrera me puse a hacer teatro y me gustó mucho. Justo vino la intervención de Onganía en las facultades, los profesores se iban… Coincidió en que yo me entusiasmé con el teatro y dejé la facultad.

--Elsa nos habla a las hijas, dice algo en relación a que sufrir por amor se puede pero no vale tanto la pena…

--Yo salgo del modelo ama de casa con sangre. Mi vieja era bastante complicada de la cabeza, le habían prohibido estudiar, hacer el secundario, y ella era muy apasionada del estudio. Quería estudiar violín y le dijeron que no, que eso era para hombres, que estudiara piano y ella estaba dotada para la música, entonces haber sido cercenada, el dolor que le causó, no fue gratuito…. Después se casó, porque si no ¿qué iba a hacer? Afortunadamente lo quería a mi papá. Se casó y entonces con aquel mandato de que no se puede cuidar, tuvo cinco hijos y dos más que murieron muy chiquitos. Ella quedó muy mal de esa situación, sufría una fragilidad psíquica, un poco por todo esto y un poco habrá traído ella eso de la infancia, no lo sé. Pero si sé que mi generación fue diferente, rompió con eso, no estábamos obsesionadas con casarnos.

--Sigue habiendo presiones sociales intactas pero estamos más preparadas para la disidencia.

--Creo que sí, y que fueron cambiando mucho esas cosas. A mí la imagen de sola haciendo mi vida me parecía seductora, de cualquier manera. Para tener hijos no me sentía capacitada, no sabía si lo deseaba. Tanto es así que yo llegué a tener una relación con las plantas que mi analista me dijo algo en relación a maternar. En ese momento yo ya estaba en pareja hacía bastante, cada vez me dieron más ganas y empecé a probar. Tenía 41 años cuando quedé embarazada.

--¿Era la primera vez que estabas embarazada?

--No.

--¿Puedo contar que abortaste?

--Es mi deber contestarte que sí (risas). Me parece bastante hipócrita con todo lo que una está defendiendo no contarlo. Cuando una mujer tiene un embarazo no deseado se encuentra entre dos opciones, cada una peor que la otra. O decide abortar, que no es gratuito en un país donde además está penalizado, o decide tenerlo aún cuando no lo deseó. Ninguna de estas opciones es agradable. Yo no siento que tenga ningún mérito contarlo pero vos me preguntaste y me parece importante decirlo. En mi caso, cuando sí quise y empecé a intentar no quedaba. Entonces cuando ocurrió fue bastante mágico. Pero antes pensaba “¿para qué voy a traer un hijo a este mundo tan terrible?”

Busnelli en acción como Elsa, la protagonista de La savia (Foto: Mauricio Cáceres)

--¿Y cómo fue ser madre habiendo transitado tantos años sin querer serlo?

--Para mí quedar embarazada fue como si se abriera la tapa de mi cerebro, como supongo que te pasa cuando tomás una droga poderosa, que a mí me pasó la primera vez que fumé marihuana: toda otra dimensión. No podía creerlo. Tuve que estar un mes en cama pero yo estaba feliz, no quería estar en otro lugar en el mundo que en mi cuerpo.

--¿Dónde está tu hija, Anita Pauls?

--En Hollywood, la extraño pero la verdad es que estando lejos hablamos cosas que acá no hablamos. Me cuenta qué hace, con quién estudia, con quién sale, como le fue en los castings, cuánto le pagaron, etc. Eso obviamente no lo haría estando acá. Ella dice todo, y a mí al principio me costaba pero con el tiempo me empezó a parecer bien, fuerte pero poderoso. Estoy en una etapa de la vida donde disfruto mucho de las personas, de la naturaleza, de la belleza, de la juventud y también de la relación a la distancia con mi hija. Soy como un libro de autoayuda (risas).

--¿Te copan les jóvenes, no?

--Sí, ¿cómo sabés? (risas). Todos en la obra son jóvenes hermosos artistas.

--¿Sentís que hay reflejos de Elsa en vos?

--Sí, una trabaja con una, y con este personaje pude trabajar con mis propios sentimientos. La manera en que te engañan, la sensación de que los hijos ya están grandes, la cercanía de la muerte son todas cosas que me tocan a mí. Por eso me emociona hacer esta obra. Y la sensualidad, que siempre está. Y ella tiene además el sin filtro de la gente cuando llega a determinada edad. Yo no he guardado fotos de un montón de cosas de mi vida, y me agarra como a ella, una desesperación por lo que fue y se olvida.

--¿Te gustaría escribir tu vida como ella?

--Me gustaría. A veces escribo pero soy bastante abandónica. Me gusta lo autobiográfico, siempre tengo la esperanza de hacerlo. Antes no podía dejar el cigarrillo y pensaba “que no diga en mi tumba la que no pudo dejar el cigarrillo”. Ahora lo pienso con la escritura.

--¿Cómo te sentís con la militancia en Actrices Argentinas?

--Fui a algunos encuentros pero después me enfermé y no fui muchos meses. Cuando me volví a incluir, unos meses antes que termine el 2018, me entusiasmé mucho. Ya estaba Ni Una Menos, los paros del 8M y mucha potencia colectiva: me acerqué a algo que estaba funcionando muy bien y me impactó. Verlas pensar juntas, respetarse, hablar de lo que se puede hacer y de lo que significa ser feminista… fue muy fuerte. En algún momento dije soy grande yo para esto pero me chupó, empecé a ir a las asambleas y me sumé con todo el cuerpo y la cabeza.

La savia, sábados de febrero a las 20.30 hs en Metropolitan Sura (Av. Corrientes 1343). Localidades $800 en venta por Plateanet | www.plateanet.com.ar