Sonic - La película 6 puntos
Sonic the Hedgehog; EE.UU., 2020.Dirección: Jeff Fowler.
Guion: Patrick Casey, Josh Miller y Oren Uziel.
Duración: 99 minutos.
Intérpretes: James Marsden, Jim Carrey, Neal McDonough, Adam Pally, Leanne Lapp.
Sonic tuvo su primer videojuego en 1991 de la mano de Sega, quien lo adoptó como insignia para competir mano a mano con el éxito de la compañía rival, y quizás la figura más representativa de la historia de los 8 bits, Mario Bros. Desde entonces apareció en una veintena de juegos de las distintas evoluciones de la consola, además de varios cómics, dibujos animados y libros, convirtiéndose así en una criatura icónica del entretenimiento infantojuvenil de fines de los ’90. Por esos años Hollywood ya había trabado relaciones con el universo gamer para explotar en la pantalla grande a sus figuras más importantes: mientras los cartuchos con las aventuras del erizo azul híper veloz pasaban de Sega en Sega, las troupes de Street Fighter, Mario Bros y Mortal Kombat, entre otros, saltaban al cine. Pero a Sonic le llega el turno recién ahora, cuando su fama ha menguado y está lejos de ser quien era. Lo mismo que Jim Carrey, al que hace rato le pasó su momento de gloria. Sonic, entonces, como un remedo tardío del milenio pasado, como una película que tendría que haberse filmado veinte años atrás.
La dinámica del juego era, como todas en esa época, sencillísima, y consistía en el erizo sorteando distintos obstáculos mientras recolectaba monedas de oro para pasar al siguiente nivel. Quienes se acerquen a Sonic - La película con la esperanza de reencontrarse con alguno de esos tópicos o diseños, que por favor se abstengan. De todo eso queda apenas el color azul del mamífero con púas y el extravagante vestuario del malvado Dr. Robotnik, con ese bigote ancho, digno de un General de la Primera Guerra Mundial, montado sobre el rostro de un Jim Carrey igual de desatado que en sus épocas de Ace Ventura. Como ocurre en prácticamente todas sus películas, el protagonista de La máscara no es centrífugo, no empuja hacia afuera ni distribuye, sino que aprovecha cada aparición para llenar la pantalla con las mismas morisquetas de siempre, como si la propia película quisiera marcar su pertenencia a otra época aun cuando apele a la batería habitual de efectos digitales contemporáneos. De todas formas, Carrey no solo no molesta –para muchos su sola enunciación genera hartazgo– sino que, por el contrario, asoma como la elección perfecta, en tanto su registro caricaturesco le calza justo al villano perseguidor.
A cambio de las pautas originales, lo que hay aquí es un relato típico de película familiar e inofensiva, con un humor ATP y mensajito sobre la importancia de la amistad incluido, que arranca cuando Sonic debe huir de su planeta por razones de fuerza mayor. Una década más tarde, el bichito vive en una cueva en la Tierra, oculto de los humanos y con una soledad cada vez más pesada. El gobierno descubre que algo raro está pasando en ese pequeño pueblo de Oregon, y contrata a Robotnik para que ponga su arsenal hi-tech al servicio de la búsqueda. Pero justo cuando está por encontrarlo, Sonic cae en la casa de un policía a punto de conseguir un pase a las fuerzas de San Francisco (James Marsden, de X-Men). Obviamente el muchacho pasará del rechazo a la ayuda incondicional en un par de escenas, uniendo su fuerza a la de Sonic para vencer al villano, en un recorrido mucho menos sorprendente que el del videojuego.