La tribu que somos, unidas y organizadas con los cuerpos en la calle desde el 3 de junio de 2015, volvimos a encontrarnos para copar las plazas de nuestros pueblos y ciudades, para volver hacer oír nuestras voces, para vernos y escucharnos, sentirnos y reconocernos; esta vez con el peso de un día histórico para el movimiento de mujeres porque fue un 8 de marzo de 1911 que más de 140 trabajadoras, la mayoría inmigrantes, murieron carbonizadas luchando por sus derechos, en la fábrica Triangle en la ciudad de Nueva York. El miércoles, cincuenta y dos países se unieron al rugir colectivo que nos hace saltar juntas a mujeres, lesbianas, trans y travestis en 400 marchas de todo el mundo, con resultados igual de impactantes en todas las latitudes. Sólo en nuestro país, hubo alrededor de 60 ciudades con paros, asambleas y movilizaciones que arrancaron temprano, con un cese de tareas al mediodía y una movilización que empezó a sentirse a las 16 horas en el centro porteño, cuando las columnas coparon el Congreso y cientos de grupos de amigas se iban buscando con la mirada puesta en un cielo que se abrió de golpe antes de la tormenta. Es que esta marcha nos encontró con cierta experiencia, con los reflejos puestos en que estemos y hablemos todas, en que lleguen a la plaza todas las columnas en tiempo y forma para que ese sea nuestro escenario. La periodista Liliana Daunes fue la anfitriona hasta las 19 que llegaron todas a Plaza de Mayo: “Bienvenidas mujeres, lesbianas travestis, trans, bienvenidos compañeros que han decidido acompañar en los trabajos a las mujeres que paramos. Y paramos para seguir andando. Esta marcha es multitudinaria: desde el Congreso están llegando las columnas para leer el documento concensuado en tres asambleas que se realizaron en la Mutual Sentimiento a esta plaza que es de todas las luchas y hoy más que nunca es todas nosotras” arrancó con su voz potente que arengaba la espera. Así fueron llegando tantas, más de 60 organizaciones políticas, sociales, sindicales y territoriales, muchas que ya habían marchado lunes y martes pero sin una pizca de cansancio o desgaste, como si la fuerza se renovara porque la necesidad de tenernos, de sentir que el salto que rompe los cimientos, es de una vez por todas, de todas nosotras, de todas juntas.
“Quién hubiera dicho”
Se escuchó decir a una señora muy mayor que con su hija y su nieta esperaban en la valla a que empiece el acto mientras miraban el video de una referente kurda que celebraba la unión latinoamericana en pantalla gigante. “Quien hubiera dicho” dijo con esa mezcla de asombro y emoción, en la intimidad de un diálogo familiar que se amplifica en el paisaje de una multitud a esta altura incalculable, que éramos tantas, tan hermanadas, empujadas por una marea de cuerpos intervenidos, llenos de consignas que compartimos por cuarta vez en una reunión inmensa, transversal y sumamente diversa, porque cada una con su consigna. “Se va a acabar esa costumbre de matar” se cantó a los saltos mientras se podía leer, como si fuera la primera vez: “Somos las nietas de las brujas que no pudiste quemar”, o “Están desaparecidas, no están perdidas”,
“Absolución para Belén”, “Acá están los ovarios que le faltan a la burocracia sindical”. Porque este Paro de Mujeres opera a tantos niveles que es político, es sociológico y es histórico, y parece responder a ese disciplinamiento torpe que intentan bajar algunos cuando sugieren que a más rebeldía habrá más crímenes. Y señala directamente al Estado cuando recorta presupuestos, achica políticas públicas que mejoran nuestras vidas, es indiferente con cada muerte y cree que no es necesario hacer cumplir las leyes que evitarían más muertes, más dolor, más inequidad. Y porque no contentos con esa intención de hacer pasar por crímenes privados las desapariciones, la semana comenzó con la detención de seis mujeres de diferentes organizaciones a quienes un grupo de tipos señaló al grito de Cristo Vive y que la policía y el accionar de un fiscal ordenó detener con la celeridad con la que debería detenerse a los violentos. A todo eso decimos basta, pero lo decimos con acciones que están haciendo temblar todo aquello que permitía, hasta hace muy pocos años, que el Día de la Mujer fuera una fiesta más del marketing de las rosas y los bombones. Escribimos esta historia junto a la de aquellas obreras textiles porque las trabajadoras tenemos que seguir luchando por nuestros derechos laborales y por todas aquellas tareas que bajo el rótulo del “amor” nos obligan a invertir seis horas diarias en nuestros hogares sin salario ni reconocimiento.
Tomala vos, dámela a mí
“Vine porque nos corresponde a todas, no podemos dejar que pase mas tiempo porque cada 20 horas hay un femicidio. Vine con todas mis amigas, como pudimos, tengo un trabajo informal así que también paro por eso. Tenemos tantos casos de violencia cerca, hemos pasado todas por situaciones pequeñas pero repetidas de acosos, gritos, “apoyadas” en el transporte o vía pública, que si no nos cuidamos entre nosotras, no hay salida. Por eso estamos acá, porque si no hacemos nosotras visibles estas pequeñas batallas, de las más chicas a las más tremendas como son los crímenes de mujeres y trans o las que están detenidas por causas tan profundamente patriarcales como Belén lo estuvo o Higui lo está, nadie va a mover un dedo para hacerles perder a los varones sus históricos privilegios” dice Virginia de 29 años mientras se pierde en la marea de carteles pintados a mano que también resumen los motivos y traen a la marcha a las que no pueden estar. “Contra las requisas vejatorias en cárceles”, “Contra el abuso de las mujeres en los psiquiátricos”, “Porque encerrar mulas no combate el narcotráfico” decían algunos que plantaron bandera en el cruce de la 9 de Julio con el atardecer sobre el obelisco. Y llegaban al ritmo que otras voces, de más lejos, también se hacían oír, como el testimonio de Marina Catilao, delegada de las obreras textiles de Neuquén que hizo llegar este audio a Las12. “Estamos en la ruta junto a las compañeras de NUM cortando desde 8 hasta las 12 porque no solamente somos las mujeres las que sufrimos el ajuste y los despidos sino las que morimos por femicidios, por abortos clandestinos y las que sufrimos las redes de trata. El Día Internacional de las Mujeres, nuevamente las obreras textiles estamos aquí, para nosotras es un día de lucha, como lo vienen siendo hace un mes y medio ya que no hemos tenido ningún tipo de respuesta ni del gobierno ni de la subsecretaría de Trabajo. Las obreras textiles en 2017 seguimos sufriendo la violencia y el maltrato patronal y hoy anunciamos que vamos a empezar a producir, obviamente acompañadas por diferentes sectores de trabajadores que desde el primer momento han acompañado la lucha de las obreras textiles, docentes, estatales, ceramistas, estudiantes universitarios. Nos parece muy importante recalcar que llegó el momento que las centrales sindicales llamen a un paro general porque el ajuste, el tarifazo y los despidos que estamos sufriendo ya no se puede sostener más”.
Mapamundi en clave feminista
El documento leído en la Plaza trajo los nombres de otras, en una largo mantra que pone el ojo y el corazón en geografías disímiles y luchas tan puntuales como la defensa de la tierra. Por eso, el de la hondureña Berta Cáceres fue un nombre ineludible, así como el de la guatemalteca Laura Leonor Vasquez Pineda y el de la mexicana Bety Cariño, muertas por defender sus comunidades y territorios del avance atroz del capitalismo salvaje. De nuestras luchadoras, Lohana Berkins y Diana Sacayán presentes, así como Pepa Gaitán y Melina Romero, un caso que permanece impune y que fue paradigmático en aquello de culpabilizar a la víctima por sus hábitos. “Melina Romero, una fanática de los boliches que abandonó la secundaria” tituló Clarín en una nota que todavía se puede leer online. Esa violencia mediática también fue recalcada en el documento “¡No somos adornos! Queremos más voces feministas en todos los debates políticos, económicos, sociales, culturales, somos productoras de sentidos y luchas en todos los ámbitos ¡Dejen de hablar por nosotras!”. También se nombraron las comunidades indígenas y campesinas ahogadas en agrotóxicos, el abuso, persecución y acoso de las trabajadoras sexuales, la discriminación a las afrodescendientes y el pedido urgente de desprocesamiento y libertad de todas las luchadoras populares: Milagro Sala, Gladys Díaz, Mirta Guerrero, Mirta Aizama y Graciela López.
“Incorporación de lenguas originarias como materia en la escuela”, “Por las mujeres esterilizadas contra su voluntad”, “Invisibilizar la menstruación también es machismo” seguían asomando en papeles escritos a manos, con el hilo de voz de la noche y ese intento de opacar nuestro encuentro (y nunca mejor dicho cuando son los Encuentros Nacionales de Mujeres los que hace 31 años nos vienen secundando y dando fuerzas) con incidentes en la Catedral que las fuerzas de seguridad están listas para agrandar para llevar a la tapa de los diarios hegemónicos. Pero fue una fiesta hermosa, intensa, tan fuerte como las anteriores pero con el compromiso de seguir generando lazos, canciones, abrazos que sigan agrandando la tribu. No hay vuelta atrás.