Ya no somos las mismas. El paro internacional de mujeres fue un rugido para exorcizar la rabia y la bronca cuando la diferencia sexual se vuelve discriminación, violencia y muerte. Porque el machismo mata, y mujeres, niñas y adolescentes mueren en manos de femicidas, como le pasó a Melina Romero después de haber ido a festejar su cumpleaños número 17º a un boliche, el 24 de agosto de 2014. O a Nuria Couto y a Natalia Grebenshikova, de 18 y 15 años, apuñaladas por el doble femicida Mariano Bonetto, un veterinario cordobés que el 11 de octubre del año pasado decidió terminar con la vida de ambas en una plaza de La Boca y la justicia lo declaró inimputable. El miércoles, Anna Rodionova, mamá de Natalia no dudó en decir que la muerte de su hija fue un femicidio premeditado. “Vine a la marcha con la foto de Natalia y Nuria. Quiero que sirva para que la gente tome conciencia. Porque para que cambie algo hay que luchar”.
Minutos antes de hablar desde el escenario ubicado en Plaza de Mayo, Ana María Martínez, mamá de Melina Romero, dice: “Me siento mal con cada femicidio porque somos discriminadas. Las mujeres existimos, somos una realidad. En Melina hay un poco de cada piba y en cada piba hay un poco de Melina. Por eso, todas son mis pibas”, revela emocionada. “Tenemos un poder judicial que no está funcionando como corresponde. Estamos hablando de vidas humanas y las mujeres pobres no tenemos derecho a la justicia”. Ana subraya que “la unión hace la fuerza”. Y agrega: “Las mujeres estuvimos siempre a un costado o con un pie encima. Nos vienen pisoteando desde hace rato. Pisoteadas por el Estado, por los maridos, por los amigos. Mi hija quería disfrutar su vida y su cuerpo y nadie tiene derecho a hacerle lo que hicieron por ser mujer. Esta es una lucha de cada día. Quiero que se haga justicia y veo impunidad. No hay nadie encima de los femicidios de las pibas. Si yo hubiera hecho justicia por mano propia no estaría acá hablando con vos. Estaría presa. ¿Y lo que le hicieron a Melina se puede hacer?”, pregunta con voz segura.
Desde que las mujeres nos reconfiguramos en un colectivo de lucha, con conciencia política y los cuerpos en la calle nacimos otra vez y en ese nacimiento se inscriben las historias de las que ya no están. Porque nos faltan a todas. Por ellas, las que dejaron su legado bañado en sangre y por nosotras, las mujeres decimos ¡Basta!
También falta Higui, que el 16 de octubre de 2016 fue atacada por un grupo de hombres por ser lesbiana. Higui es Eva Analía de Jesús y está presa. Sobrevivió a las violaciones de casualidad. Ella se defendió con un cuchillo y mató a uno de ellos. Siguieron pegándole hasta que quedó inconsciente. Cuando se despertó estaba en la comisaría acusada de asesinato, como si a ella se le hubiera ocurrido agarrar un cuchillo y matar a un hombre porque sí. Para Susana, mamá de Higui, esta es su primera marcha. “Vengo a pedir por todas, no solamente por mi hija”, dice. “El sábado voy a visitarla. Está más animada y más esperanzada con todo este movimiento de mujeres que pide justicia por ella”. Con lágrimas en los ojos cuenta que a Higui “le quebraron una muela”. Que se “cubrió la cara porque si no le hubieran reventado un ojo, y que ese moretón le duró más de un mes”. “La extraño mucho. Es muy familiera, divertida y de hacer chistes. Los sobrinos también la extrañan”, cuenta y retoma la marcha con la columna de Visibilidad Lésbica y con la bandera que pide Justicia por Higui.
La muerte de Pamela Macedo Panduro, peruana, trans, migrante y pobre fue denunciada por sus compañeras. Con veintinueve años, Pamela era sostén de familia. Murió el 1 de enero, después de haber estado detenida ilegalmente en una comisaría de Ensenada, sin comida, sin agua y sin la medicación que necesitaba para el VIH. Claudia Vázquez Haro, referente de Otrans Argentina cuenta: “Hay una trama sistemática que vulnera y violenta la vida de las compañeras trans y travestis. La muerte de Pamela es el resultado de lo que veníamos denunciando. Hay detenciones arbitrarias y un Estado que mira para otro lado, que no implementa políticas públicas y no respeta nuestros derechos pero nos encierra, nos criminaliza y nos termina matando”.
“Es un día histórico”, sostiene Feliciana Bilat en la esquina de Avenida de Mayo y 9 de Julio, antes de unirse a la marcha que llegará a Plaza de Mayo. “Tendría que marcar un antes y un después en todos los tipos de violencias”. Feliciana forma parte de Mamás Protectoras Víctimas de Abuso, y dice: “El Estado es responsable. No nos da protección ni a nosotras ni a nuestros hijxs”. Después de ocho años de estar cercada por el sistema judicial, habla de “adoctrinamiento”: “Todos los operadores judiciales parecen decir: ‘No denuncies’. ‘Retirá la denuncia’. ‘Cansate’. Pero en este recorrido de golpear más y más puertas, me empoderé. Somos las mujeres las que tenemos que demostrar que estamos hartas”, afirma.
Desde la concentración en Mar del Plata, frente a la Municipalidad, Matías Pérez Montero, hermano de Lucía Pérez, víctima de un femicidio que conmocionó por su crueldad, ensañamiento y ferocidad –y que fue el disparador del paro del 19 de octubre pasado– dice vía mensaje de whatsapp: “A mucha gente le toca vivir estas cosas. Tiene que haber memoria y se tiene que pedir justicia, porque acá no hay justicia, se tiene que pedir”.