Pedazo a pedazo, se cae el sueño digital de libertad, igualdad y gratuidad. Los casos más conocidos son los que afectan a Google, Facebook o Amazon, pero en realidad ellos, aun con sus escándalos y multas crecientes, siguen siendo el faro de un modelo basado en la acumulación de datos que atraviesa a casi todos los emprendimientos digitales. Uno de los casos más recientes es el de la empresa Avast, dueña del popular antivirus AVG, el cual, paradójicamente, debería protegernos de malware, del robo de información o del daño informático. Este programa es utilizado por cerca de 435 millones de usuarios mensuales en el mundo, incluida la Argentina. Su éxito se debe en buena medida a que ofrece una versión --supuestamente-- gratuita que, en realidad, no lo es tanto.
En octubre del año pasado, un investigador denunció que Avast recababa datos de sus usuarios a través de un complemento que prometía dar mayor seguridad durante la navegación. La empresa, como suelen justificarse la mayoría de estas firmas, aseguró que sólo buscaba conocer a los usuarios para mejorar el servicio. La información acumulada por el antivirus incluía todo lo que se hiciera desde el navegador, como búsquedas en Google, compras y tiempo que el usuario permaneció en cada página. Los datos se vendían anonimizados, es decir, sin el nombre, mail o la dirección que permitieran reconocer a un individuo particular, según justificó Avast. Sin embargo, cruzando datos como la ubicación, la hora o a qué sitios entró el usuario, es posible saber quién los produjo. Por ejemplo, si un usuario se registró en la propia página a una hora determinada, es fácil individualizarlo en la base de datos comprada y conocer sus otros intereses. Poco después de la denuncia, navegadores como Firefox, Opera y Chrome quitaron las extensiones de Avast y la empresa aseguró que ya no compartiría datos con Jumpshot, subsidiaria de Avast encargada de comercializarlos.
Pese a la promesa, a fines de enero último las revistas especializadas Motherboard y PCMag publicaron documentos filtrados de la empresa Jumpshot donde quedaba claro que tras el escándalo, sólo había cambiado el mecanismo: en lugar de utilizar los complementos para los navegadores, Avast comenzó a recabar los datos directamente desde el antivirus y luego los comercializaba a través de su subsidiaria. Luego de la filtración, la empresa empezó a preguntarle a los usuarios si estaban de acuerdo en compartir sus hábitos de navegación, algo que antes ocurría por default.
Este tipo de información, que en la era analógica sólo se obtenía a través de costosos y limitados estudios de mercado, en la era digital se puede recabar a una escala muy (pero muy) superior en tiempo real y con niveles de detalle inimaginables en otros tiempos. Además, ya no es lo que la gente cuenta que hace sino lo que realmente hace, aun lo que no le contaría a nadie. Ese tipo de información resulta muy valiosa cuando se acumula en grandes cantidades, pero no todos pueden acceder a ella. Por ejemplo, Facebook, la red social más utilizada, puede acumular datos de distintas maneras porque conoce a sus usuarios, sus dispositivos y hábitos. Por muchas razones, Google también tiene esa capacidad, sobre todo gracias a Android, el sistema operativo que recibe detalles de uso de millones de celulares de todo el planeta. Para las demás empresas, la tarea no es tan fácil, por lo cual deben esforzarse por conseguir acceso a nuestros hábitos cotidianos. Es por eso que en una publicidad Jumpshot aseguraba ser la “única empresa que abre el jardín cerrado de los datos” y busca “brindar a los publicistas una visión más profunda del viaje online completo de sus clientes”. Según las filtraciones, empresas como Expedia, IBM, Yelp, Microsoft, Pepsi y muchas más compraron o al menos demostraron interés por esos datos.
El caso del antivirus es sólo uno más de un modelo de negocios basado en los datos de los usuarios que permiten diseñar campañas de publicidad, calcular cuánto puede pagar esa persona por un producto, conocer sus intereses y miedos o, por ejemplo, si tiene una enfermedad, está por hacer una compra, un viaje o cambiar el auto. Con grandes cantidades de datos se pueden conocer los puntos a estimular para manipular a un grupo de personas con cierto grado de éxito. Es por eso que el caso de Avast no debe ser tomado como una excepción sino como lo que es: otro ejemplo de un modelo de negocios que la mayoría de sus participantes no puede reconocer abiertamente.