El impacto económico global del "Covid-19", nombre oficial del coronavirus, podría llegar a los 280 mil millones de dólares, una suma que para dimensionar equivale a tres cuartas partes de la economía argentina o la de Chile completa. Esto implica la mayor fuente de daño económico de este siglo, superior al de la epidemia del SARS en 2003.
El dato lo aportó hace una semana Capital Economics, con sede en Londres, y es apenas una de las especulaciones que andan dando vueltas. El análisis de esta consultora concentra el mal augurio en el primer trimestre, cuando la crisis sanitaria desatada en la ciudad de Wuhan tuvo la mayor virulencia. Con el SARS, el impacto fue de 40 mil millones. Learn Bonds, otra empresa del sector financiero, con sede en Nueva York, manejaba datos sustancialmente más bajos, pero de todos modos superiores al daño del SARS. Claro, hizo sus cálculos antes que Capital. Y esa es la clave: a medida que pasa el tiempo se cuenta con más información de una crisis que se agrava con cada jornada perdida.
Si bien se espera que una vez llegado el pico de la epidemia y de la evolución del virus la situación tienda a mejorar, cada hora que pasa los pronósticos son peores porque la situación continúa afectando a la industria, el comercio, el trabajo y el movimiento económico en general en China. Y dado el peso de China en economía global, las repercusiones se magnifican.
Empresarios y funcionarios argentinos que participan o están al tanto de las megaferias mundiales de todo tipo, donde pactan preacuerdos que luego se convierten en negocios concretos, cuentan la cantidad notable de suspensiones en la participación de las delegaciones de China, que suelen ser los protagonistas de estos eventos. Lo mismo pasa en las reuniones con equipos de negociantes chinos que fueron canceladas, dicen por ejemplo en la Cámara Argentina China y en la Cámara del Asia, cuyos socios reciben día a día mensajes como éste: “no enviaremos tres contenedores este mes, quizás uno”.
Predicciones a la baja
Las autoridades chinas no hicieron hasta ahora proyecciones públicas de las pérdidas económicas, pero las informaciones que llegan del país asiático advierten una fuerte caída del PIB en estos primeros tres meses de 2020. Santiago Bustelo, un argentino que está haciendo su doctorado en la Universidad de Fudan, Shanghai, dijo a Cash que “el impacto económico en China será severo en el primer trimestre, es probable que muchos indicadores se retraigan dos dígitos. Si la epidemia está contenida para la primavera (fines de marzo), se puede recuperar parte de la actividad perdida, pero no toda. Fuera de China, las primeras víctimas obvias son el turismo y el precio del petróleo”.
En su opinión, los efectos de la epidemia “son más bien producto de la severidad de las respuestas de las políticas gubernamentales, como las cuarentenas y las restricciones a los viajes y movimientos”. Si se calculan los días laborales perdidos, sumados a los del largo feriado del Año Nuevo Chino, “en el trimestre da una caída del 13 por ciento, de 61 a 53. En teoría, solo sobre esta base, se podrían esperar disminuciones de dos dígitos en muchos indicadores del lado de la producción durante los primeros tres meses del año”, dijo Bustelo.
Desde ya, cuánto afecta esto al PIB de todo el 2020 dependerá de cuán rápido se recupere la economía en los trimestres posteriores, una vez que se contenga la epidemia y se reanuden las condiciones comerciales e industriales normales. “Las compras discrecionales del consumidor no se recuperarán: las personas no comerán más comidas en restaurantes en junio porque se saltaron algunas en febrero. Sin embargo, otras actividades tienen una gran capacidad de rebote”, añadió Bustelo.
Otra proyección es la siguiente: la consultora Oxford Economics predice que la economía china crecerá menos del 4 por ciento en el primer trimestre de 2020 respecto al mismo periodo de 2019. Para todo el año, el pronóstico es un crecimiento medio de 5,6 por ciento. Esta fuente le adjudica al virus una baja de 0,2 puntos porcentuales en el PIB mundial.
La economía mundial lleva 43 trimestres consecutivos creciendo, con un aporte fundamental de la economía china (alrededor de 16 por ciento del PIB global lo genera la República Popular China). En este sentido, un elemento a considerar es que durante el SARS, China era la sexta economía mundial, mientras que en la actualidad ya es la segunda, por lo que los sus efectos de repercusión (cuando son benéficos o cuando son negativos) son mayores.
Hay sectores claramente castigados por el virus, como por ejemplo turismo, en donde más de 30 aerolíneas cancelaron vuelos. De hecho, los principales aeropuertos del mundo están menos abarrotados de asiáticos. También se redujo la actividad en parques clásicos de entretenimientos u hoteles, petróleo (por la fuerte caída en los precios) o industria del lujo, sectores en donde hay alta participación de agentes económicos chinos. China participa anualmente con 150 millones de turistas que viajan por el mundo y en un tercio de las compras de marcas premium. Y también hay ganadores, como varias empresas del sector farmacológico o de juegos online por el encierro doméstico obligado.
Impacto en la producción
El parate económico ha sido total o fuerte en varias provincias de China, como las del centro hacia el Oeste, las más industrializadas y pobladas. El freno afecta a los viajes de negocios, comercio y movimiento de personas, educación y gastronomía. Del mismo modo, todo lo que nutre al sector servicios también fue muy resentido. El sector de servicios es justamente el sector que más valor agrega al Producto: arriba del 60 por ciento. Desde ya, muchas de las empresas perdedoras en esos sectores están ligadas a cadenas internacionales y por lo tanto ahí se produce un efecto dominó global, como mostraron estas semanas las caídas de valores de firmas como Ikea, Disney o Starbucks.
En lo industrial pasa lo mismo. Por ejemplo, pymes y empresas grandes de Dongguan, en Guangdong, una de las provincias más potentes de China, alertaron que si la situación no se normaliza para abril, el resultado será un “golpe mortal”. La surcoreana Hyundai suspendió su producción de autos por problemas con el suministro de piezas provenientes de China, en donde también se fabrican componentes clave para las industrias automotrices y electrónicas, en especial celulares y computadoras. Según Standard & Poor’s, la producción automotriz caerá 2 por ciento en China este año. Tanto en lo comercial como en lo industrial, la caída bursátil de varias de estas compañías refleja claramente el nivel de pérdidas económicas.
El economista argentino Gustavo Girado considera que lo que pasa en China importa no sólo por sus dimensiones, sino también porque “las transformaciones en la forma de hacer las cosas y la mutua dependencia entre las empresas globales, que gestionan la producción en el marco de Cadenas Globales de Valor, promueve la visión del ‘efecto mariposa’, por lo que una acción en un determinado lugar puede tener efectos amplificados muy lejos de allí. Un bloqueo en la provincia y el cierre de una semana adicional en provincias que representan más de dos tercios del PIB del país están interrumpiendo severamente la cadena de abastecimiento global”.
En 2020, China finalizará su XIII plan quinquenal, que entre otras metas se ha fijado eliminar la pobreza extrema, un objetivo de alto compromiso del presidente Xi Jinping. En general, China cumple, y más aún si se trata de esos programas planificados estratégicamente, comenzando con aquel lanzado por Mao Zedong y Zhou Enlai en 1953. China venía creciendo a un promedio de 6,5 por ciento por año, escala que se da en el marco de lo que se llama “nueva normalidad” y busca más calidad que cantidad, más mercado interno que exportaciones e inversiones externas y mucho énfasis en la innovación y el desarrollo tecnológico. Ya quedaron atrás las décadas con expansión del PBI al ritmo del 10 por ciento anual y se cree que las nuevas metas no serán afectadas por el Covid-19. Todo el aparato público de China y el compromiso de sus autoridades y de su pueblo apuntan a ese cumplimiento.
El comercio global
Habrá que estar atento a cuánto tiempo demora la situación de emergencia. Y además, habrá que considerar la ralentización que ya venía provocando en algunos sectores de la economía nacional la llamada “guerra comercial” que Estados Unidos lanzó en el marco de su decadencia relativa.
A pesar de la tregua alcanzada entre Donald Trump y Xi, aún no hay un horizonte claro al respecto ni una cuantificación de los problemas que puede ocasionar el conflicto en una economía como la china, la cual venía organizada y controlada pero que arrastra otras tensiones como el sobre-endeudamiento o las reformas pendientes en las empresas estatales, otro proceso en el que está enfocado Xi y el Partido Comunista gobernante. Ante esos desafíos, el Banco Central chino ya ha bajado las tasas de interés e inyectado el equivalente a 173 mil millones de dólares para reanimar la economía.
En cuanto a la Argentina, para la cual China va casi de la mano con Brasil como socio comercial más importante, sus exportaciones al país asiático están hoy en torno al 11 por ciento del total y sus importaciones, cerca de 19 por ciento. Las compras de la Argentina a China vinieron cayendo hacia el final del gobierno macrista a raíz de la recesión local, al punto que el déficit tradicional de unos 7 mil millones de dólares anuales ha caído a poco más de 2 mil millones.
A principios de febrero, la agencia Bloomberg informó que el país asiático no había restringido la importación de cargamentos de soja desde América del Sur, según datos de compradores de Brasil y Argentina. Sin embargo, habrá que esperar que corran más semanas para evaluar las consecuencias reales en el producto que más divisas genera entre las exportaciones argentinas a China. Sobre el otro ítem fundamental de la canasta exportable a Oriente, la carne, un análisis del Mercado Ganadero de Rosario recogido en el portal DangDai, visualiza riesgos de disminución de las ventas porque se ha detectado un giro en algunas medidas “para intentar contener el proceso inflacionario que comenzó a gestarse en China, así como la agilización de habilitaciones de plantas proveedoras de carne en todo el mundo, la liberación de miles de toneladas carne de cerdo proveniente de almacenes estatales y el corte abrupto de la financiación a empresas importadoras sobre nuevos contratos de compra".