Los bonos a 10 años de Grecia registraron la semana pasada un retorno menor al 1 por ciento por primera vez en su historia. Esta cifra no debería ser llamativa si se tiene en cuenta la liquidez de los países desarrollados y las bajísimas tasas de interés en el mundo. Pero la sorpresa no puede evitarse porque se trata de Grecia. Los lectores recordarán que hace pocos años fue la protagonista de una importante crisis financiera en Europa.

Los datos llaman la atención. Los bonos de Grecia tenían un rendimiento del 26 por ciento en 2012. Se escribieron ríos de tinta sobre la incertidumbre que generaba ese país para otras economías del Viejo Continente e incluso para los principales bancos de Europa. Los analistas más pesimistas se animaban a pronosticar que recuperar la confianza de los mercados llevaría más de un década para los helenos.

Pero en 2013 los títulos griegos rendían menos de 10 por ciento y en 2014 el país pudo colocar nueva deuda en los mercados. Grecia consiguió la semana pasada otro hito financiero: los inversores internacionales se mostraron dispuestos a prestarle (comprar títulos de deuda) con tasas de interés menores al 1 por ciento. No pasaron ni ocho años desde que el riesgo país griego superaba los 2000 puntos (y la deuda rendía 26 por ciento).

Este antecedente es una muestra más del comportamiento de los mercados internacionales. Las decisiones de los inversores cambian rápidamente de un extremo al otro ante la posibilidad de conseguir ganancias extraordinarias. Las olas de venta se convierten en olas de compra difícil de anticipar en medio de la incertidumbre. Grecia pasó de ser a la oveja negra de Europa a conseguir deuda a tasa más barata que Estados Unidos. Esto no es resultado del ajuste fiscal ni de los planes de rescate de la troika. Lo que predomina es la falta de racionalidad de los mercados. La crisis de la deuda argentina no puede pensarse sin esta lección.

Los bonos de más de 10 años como el Discount 2033 rinden cerca del 25 por ciento (cifra casi idéntica respecto de la que registraban los bonos griegos en 2012). En medio de la inestabilidad casi nadie se anima a decir que en poco tiempo el rendimiento de los títulos argentinos puede retroceder a tasas de un dígito. Pero si eso llegara a ocurrir serían muchos los consultores diciendo que el rebote estaba servido.

El equipo económico encara la reestructuración de la deuda en forma estratégica evitando caer en esta lógica especulativa. La secretaría de Finanzas lo dejó claro la semana pasada con el bono dual y el ministro de Economía reforzó la idea en su discurso en el Congreso. La tensión con los bonistas es un elemento natural en medio de las negociaciones. Hacer una teoría distinta semana a semana sobre el éxito o fracaso del acuerdo no genera ningún aporte.

El plan para lograr la sustentabilidad de la deuda ya se encuentra trazado. La apuesta es recobrar el orden de la macroeconomía, contener las dificultades de los sectores vulnerables de la población, recuperar el crecimiento y de este modo volver a generar los recursos suficientes para poder hacer frente a la deuda en forma sustentable. Esta propuesta se encuentra en línea con los fundamento de algunas instituciones importantes para la arquitectura internacional, como las Naciones Unidas.

En la hoja de ruta se contemplan de forma pragmática algunas tendencias importantes del mundo. Por ahora, la progresiva recuperación del mercado brasileño, la relativa estabilidad del precio de las materias primas, las bajas tasas de interés en los países desarrollados y el renovado interés de los mercados por aumentar sus rendimientos en economías no desarrolladas juegan a favor de la Argentina.