En la década del 60 hubo en Buenos Aires una cantidad de poetas, plásticos y músicos que encontraron una potente vía expresiva en el campo de la canción de autor, más conocida como “de protesta”. Adoptando la propia lengua y cantando la poesía contemporánea, con un alto compromiso social, los integrantes de esta “nueva canción”, con disímiles estilos e intenciones, abrieron un espacio inédito que, dictadura, censura y exilio mediante, tan sólo en algunos casos pudo luego reconstruirse pero otros fueron olvidados. Uno de los principales impulsores del movimiento, y curiosamente uno de los menos recordados, fue el doctor Martín “Poni” Micharvegas, médico, poeta beatnik, plástico, performer, autor e intérprete de canciones que marcaron un tiempo en que la vida de algunos artistas era jugada.
Autor de: “Aquel famoso tiempo de vivir”, “Décadas” o “Canto la poesía de mis compañeros”, versionadas por Soledad Bravo, en Venezuela, por Osvaldo “Gitano” Rodriguez, en Chile y por diversos cantores locales, Poni ilusionó con sus canciones un tiempo rebelde que muy pronto se extinguió. Décadas fue el primer y único disco que grabó “Poni” Micharvegas en 1970, en Francia, con Moshé Naim, el mismo productor que luego grabaría a Miguel Abuelo Et Nada, un trabajo que tuvo su primera edición local hace muy poco. El de Poni, que llegó a ser editado en Buenos Aires por allá lejos, ha estado perdido desde entonces.
Pero es innegable que su aporte a la canción poética en castellano fue esencial para muchos otros autores de aquél tiempo. Aunque son muy pocos los que lo apuntan. Miguel Cantilo es uno, dándole crédito como una de las plumas que lo marcó, junto a Facundo Cabral y Maria Elena Walsh, en su formación autoral. Quizás una anécdota relativa al Di Tella y a Luis Alberto Spinetta sirva para pintar mejor el momento. Poni presentaba por primera vez, en 1969, sus canciones poéticas musicalizadas por el guitarrista Albe Pavese, tituladas: Canciones de fogueo. Al final del show, Luis Alberto se acercó a Pavese y le pidió ver la guitarra, y conversaron un rato. Luego Luis se acercó a Micharvegas y le dijo, de poeta a poeta: “No te entiendo flaco, la verdad que no te entiendo”. Una frase difícil de olvidar para un letrista del objeto directo, como era Poni. Y muy llamativo también que quien lo dice es un joven poeta que se transformaría en algunos años más en un letrista hermético.
Tal vez lo que Luis no comprendía era cuál era el contexto donde Poni, poeta de canciones --como quería serlo Spinetta--, quería inscribir esa estética sin precedentes, dentro del campo de la canción local, ya que no existía un contexto, más allá del Di Tella. Su música no adscribía al folklore, que brillaba con sus poetas y compositores; tampoco al del tango, que hervía de novedades. avese se sentía más afín con el folk norteamericano, pero Poni estaba más cerca de Paco Ibañez y del Cuarteto Cedrón, aunque más que nada lo impulsaba la idea de poetizar la canción y desparramarla por la vida. Si bien el flaco Spinetta y sus compañeros de ruta no comulgaban demasiado con esa “nueva canción” porteña, no dejaban de prestarle atención. Quizás el Di Tella era el único espacio vinculante, pero todo cambiaba rápidamente y nuevos circuitos empezaron a abrirse poco después.
Entre el 1968 y 1970, el Di Tella explotó de nueva música popular: Nacha Guevara presentó “Anastacia querida”, con Alberto Favero. Otra noche se lanzó: “Canciones en informalidad”, con Marikena Monti y Jorge Schusshein, con Pocho Lapouble y Rodríguez Camaleón, quién a la vez acompañaba en registros discográficos a Nacha y a Jorge De La Vega, el inquieto pintor neo-figurativo que se integró a esa joven canción. En medio de estos eventos, precisamente los días 17, 24 y 31 de marzo de 1969, sorprendió en el Hall a sus habitués con un show llamado: “Tres espectáculos Beat”, donde debutaron El Sonido de Hillber, Almendra y Manal. Poco después, Micharvegas creó su más impactante alegato: “Simulacro”, un espectáculo futurista, con la cantante Gugú Lesca, Pajarito Zaguri y la Barra de Chocolate y el propio Poni acompañado por el guitarrista Carlos Carlsen y en varios temas por la Barra. Las canciones se mezclaban con proyecciones cinematográficas del Cordobazo e imágenes televisivas en vivo de los cinco canales de aire, en un proto-videowall que diseñaron con ayuda de los técnicos ditellianos. En esos cruces del incipiente “rock nacional” con la nueva canción urbana aparece un contexto inspiracional de impredecibles contagios.
“En Nueva York escuché ‘cantar’ a Allen Ginsberg poemas de William Blake y me dije: ‘Si Allen, con esos poquísimos recursos, lo hace, ¿por qué no voy a intentarlo yo con mis propios textos y melopeas?’", le contó Poni a Alejandro Cavalli, en 2007. "Éramos parte del movimiento de canción de protesta, con la nueva trova cubana, la nueva canción chilena y uruguaya, la MPB. América Latina se salía por los cuatro costados con sus ganas de una canción poética que representara nuevos sentimientos, compromisos, testimonios, ideales de cambio!”
Cuando en 1970 el Di Tella cayó bajo la bota del Onganiato --fue cerrado en un allanamiento durante el ensayo de “Las Bacantes”, de Roberto Villanueva, donde actuaban y cantaban Miguel Abuelo, Pomo y Rubén de León--, Poni buscó otros espacios y se fueron sumando otras voces: Miguel Cantilo, Roque Narvaja, Facundo Cabral, Carlos Waxemberg, Gustavo Gregorio, Maria Teresa Corral, Norma Peralta, Mario Alberto Costa, Alfredo “Barbamayo” Rey, Thono Baez y hasta León Gieco. "Aquel famoso tiempo de vivir” pasó a ser urgente, pero la primavera libertaria se oscureció pronto: aún no sonaban los clarines del golpe pero los poetas populares, como todo artista militante, pasaron a ser blanco de los asesinos de las tres A. Después de recibir denuncias macartistas de otros escritores, por su trabajo gremial y sus ideas políticas, Poni Micharvegas tomó el rumbo del exilio. Se estableció en Madrid, trabajó como médico y psicoanalista, tuvo una breve presencia en el circuito de la nueva canción, al lado de su amigo Paco Ibañez, pero nunca pudo volver a radicarse en su patria, donde viven hoy sus hijos.
MurIó poco antes de cumplir los 81, en noviembre del 2016, en Madrid. Su música, secreta para la gran mayoría, aún espera ser escuchada y repensada, con la vara de este nuevo tiempo.