La presencia del mosquito Aedes Aegypti, transmisor del dengue y otras enfermedades como la fiebre amarilla y el zica, cambió en los últimos meses en la Ciudad de Buenos Aires. Además de aumentar en cantidad, los especialistas notaron que el mosquito se había desplazado a sectores de la ciudad que antes no contaban con su presencia. Después de estudiar la circulación del Aedes Aegypti con sensores, los investigadores descubrieron que las obras en construcción –y la falta de cuidado con respecto a la higiene para evitar el mosquito- se convirtieron en una pieza clave en la distribución y reproducción del vector.
Las primeras sospechas surgieron a partir de tres observaciones, que resultaron, en principio, curiosas, a los ojos de los integrantes del Grupo de Estudio del Mosquito (GEM), que depende del Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
La primera señal de alarma la dio un experimento realizado en una casa de Parque Chas, con un pequeño jardín delantero. Allí se registraron hasta 20 ejemplares de Aedes Aegypti por día sin contar con ningún criadero cerca del lugar. La segunda señal llegó cuando se constató la presencia del mosquito en la Costanera Norte, donde nunca había estado.
La tercera observación se hizo en el propio predio de Ciudad Universitaria, donde el GEM pudo después poner a prueba la hipótesis. En el último año la población del Aedes presente en el lugar cambió con respecto a los anteriores, algo que se pudo evaluar a partir del monitoreo de la morfometría geométrica y evolución genética del mosquito.
La hipótesis
Los investigadores advirtieron que los tres puntos estudiados -la casa de Parque Chas, la Costanera y Ciudad Universitaria- tenían una característica en común: en todos había una o más obras en construcción.
“Fue un hallazgo del grupo de estudio, algo que pudimos probar estudiando la morfología geométrica y la evolución genética del mosquito y su presencia en diferentes lugares de la Ciudad”, concluyó el director del GEM, Nicolás Schweigmann, al celebrar los resultados del estudio.
El investigador explicó que debido a “un mal manejo del ambiente de la obra en construcción” el lugar se convierte en un foco de proliferación y traslado del mosquito. “Comprobamos que las obras se convierten en puntos de transportes de huevos por los cacharros, las mezcladoras y otros elementos de trabajo que se guardan a cielo abierto y se llevan de un lugar a otro. Estos criaderos dan paso a los nuevos mosquitos que colonizan el lugar”, explicó.
Además, remarca Schweigmann, ni los arquitectos ni los ingenieros ni los trabajadores de la construcción tienen formación para prevenir el dengue. “No están formados en el tema porque no tienen en cuenta que son parte del proceso del mosquito. Tampoco hay control. Es necesario que a partir de ahora los arquitectos apliquen medidas de seguridad e higiene y que los inspectores del gobierno controlen esto también”, agregó.
La investigación
Para probar la hipótesis que plantea la incidencia de las obras en construcción en la circulación del mosquito, el equipo de investigadores monitoreó la presencia del Aedes Aegypti en el predio de Ciudad Universitaria. “Tuvimos casi ocho obras en construcción en simultáneo. La del Arroyo Vega, un edificio del Conicet y un jardín de infantes, entre otras. Fueron muchos obradores al mismo tiempo. De golpe Ciudad Universitaria se llenó de Aedes cuando antes había muy pocos”, aclaró el investigador.
Lo mismo ocurrió con la verificación de la presencia del vector en la Costanera, algo que ocurrió tras la obra del paso bajo nivel de la línea Belgrano Norte del ferrocarril, sobre avenida Sarmiento.
Planteada la hipótesis el grupo de estudio comenzó a trabajar con el personal de higiene y seguridad de la Facultad de Exactas para probar la relación y constatar la presencia de criaderos en el predio universitario. Para ello el Grupo instaló sensores para monitorear la presencia del mosquito. Si el dispositivo daba positivo significaba que había un criadero hasta 40 metros a la redonda del sensor.
“La línea de trabajo es usar las manos y la cabeza. Demostrar que usando la lógica y trabajando concienzudamente para encontrar los criaderos podemos tener ambientes libres de Aedes Aegypti”, finalizó el investigador, para quien ahora solo restaría trabajar con las obras para evitar que se transformen en criaderos.