En un momento en el que las urgencias están puestas en la necesidad de conseguir el apoyo de Estados Unidos para que lleguen a buen término las negociaciones con el FMI, Argentina se inclinaría por la abstención en la votación para la secretaría general de la OEA, con lo que quedaría el camino allanado para la reelección de Luis Almagro. El Gobierno fue muy crítico de la actuación del ex canciller uruguayo al frente del organismo, especialmente en temas como Venezuela y el golpe de Estado en Bolivia, en los que no tuvo problema en actuar como portavoz de los deseos del Departamento de Estado. Pero prevalecerá una mirada pragmática: no tiene sentido aparecer en la vereda de enfrente de Estados Unidos en toda contienda internacional al mismo tiempo que se le pide ayuda en el Fondo y apoyo para la candidatura de Gustavo Béliz en el BID. Además, la votación a favor de Almagro parece resuelta.
Toda la política del Gobierno apunta hoy hacia el objetivo prioritario de conseguir apoyos en la renegociación de la deuda. En la estrategia diplomática es donde más claramente se nota. En otro contexto difícilmente la primera salida al exterior de Alberto Fernández hubiera sido a Israel. Pero así sucedió y ese encuentro con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu le valió que Donald Trump acelerara la recepción de las cartas credenciales al embajador Jorge Argüello y que en los minutos que duró el encuentro le dijera que el presidente argentino contara con él para solucionar la crisis de la deuda.
En materia exterior Fernández busca posicionarse como un líder progresista -es uno de los fundadores del Grupo de Puebla- pero sin actitudes beligerantes contra nadie. No obstante, la pretensión a veces resulta improbable. Se vio claro en ocasión de los sucesos desencadenados en Bolivia, donde Fernández actuó rápidamente: en repudio al golpe y en auxilio de la riesgosa situación en la que había quedado Evo Morales, en línea permanente con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. En ese caso, Almagro trabajó decididamente en la vereda de enfrente. Primero, al considerar las elecciones en las que ganó Evo como fraudulentas en base a supuestas irregularidades luego nunca verificadas. Después, al negar el golpe que colocó en el poder a Jeanine Añez. "La gestión de Almagro será recordada como la más penosa", dijo entonces Alberto Fernández sobre el uruguayo a quien conocía de sus épocas de canciller.
Las elecciones en la OEA están previstas para el 20 de marzo, para ganar hay que conseguir el apoyo de al menos 18 de los 34 estados miembros. Los rivales de Almagro son el embajador peruano Hugo de Zela y la ex canciller ecuatoriana María Fernanda Espinosa, quien se desempeñó con Rafael Correa pero también con su sucesor Lenín Moreno. Curiosamente, el gobierno de Ecuador no la apoya. Alberto Fernández recibió a ambos pero no expresó su respaldo a ninguno. Por esos días se conoció el lanzamiento de la candidatura del secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, al BID. De acuerdo a la versión que tienen en Cancillería, cuando Trump vino a Buenos Aires por el G20 le aseguró a Mauricio Macri que el próximo mandato le correspondía a la Argentina. El entonces ministro Rogelio Frigerio se entusiasmó con esa posibilidad que luego se diluyó. Béliz -que trabajó varios años en el BID- supuestamente deberá competir contra la economista brasileña María Silvia Bastos, ex titular del BNDES. Pero en el viaje que el canciller Felipe Solá -también viajó Béliz- realizó esta semana a Brasilia le dijeron que aún no tenían nada resuelto.
Está la idea de que, en sus años en Washington, Béliz hizo buenos contactos en el gobierno norteamericano. Pero dirigentes del Frente de Todos que suelen trabajar en los temas de política exterior aseguraban no entender el lanzamiento de esa postulación al BID. "No comprendo cómo es la jugada: ¿Le pedimos a Estados Unidos que nos ayuden en el FMI y que apoyen la candidatura de Béliz y en la OEA vamos a votarles en contra? Es decir, ¿pedimos todo y no damos nada? Es raro", se preguntaba uno de estos referentes.
En la Cancillería hicieron un análisis parecido y por eso esta semana llegaron a la conclusión de que lo más conveniente era abstenerse en la votación en la OEA. De acuerdo a sus cálculos, a Almagro sólo le faltan un par de votos para conseguir la mayoría, así que es probable que si no gana en la primera ronda lo haga en la segunda, cuando alguno de los otros candidatos se baje. En definitiva, si apoyara a alguno de los otros dos candidatos, Argentina competiría contra Estados Unidos y el resultado terminaría siendo el mismo. Por eso la idea de la abstención se convirtió en la alternativa más potable, por más que consideren que el trabajo de Almagro fue muy malo. En vez de tomar el rol de un secretario de una organización regional que debe trabajar para acercar las posiciones de todos sus miembros, tomó parte y se dedicó a llevar adelante las directivas del Departamento de Estado, como hizo en el caso de Venezuela.
Más o menos para la fecha de las elecciones estará llegando a Washington el ex diputado Carlos Raimundi, designado para reemplazar a Daniel Raimondi, una de los nombramientos de último momento de Jorge Faurie como canciller. Raimondi asumió el 26 de noviembre, con Alberto Fernández ya electo y a días de jurar, con un discurso con loas al trabajo de Almagro. Luego de lo acontecido en Bolivia, Fernández y Solá resolvieron que Argentina tenía que colocar en la OEA un representante que expresara la manera de pensar del Gobierno. Todo indica que deberá convivir su mandato de nuevo con Almagro como secretario general.