GRACIAS MAESTRA 8 PUNTOS
Sábado 15 de febrero
Lugar: Teatro Colón
Público: 2400 personas
Artistas: Lito Vitale, León Gieco, Sandra Mihanovich, Juan Carlos Baglietto, Elena Roger, Alejandro Lerner, Hilda Lizarazu, Luis Salinas, Jairo, Liliana Vitale, La Bruja Salguero y Marián Farías Gómez.
Calor del clima. Calor humano. El Colón no está repleto, pero casi. Hora rara, también. Cinco de la tarde. Clase media a pleno. Mucho blanco, poco morocho y la voz en off de la Negra que reverbera como pocas en ese templo histórico. “Ardiendo están las raíces / ardiendo están las ramas del árbol nuevo / la llamarada continental”. Imponente y –ojalá—premonitoria frase de “El cóndor vuelve”, pieza de Armando Tejada Gómez y Eduardo Aragón que Mercedes Sosa grabó en uno de sus varios del 83´, el epónimo. Lito Vitale al piano, comanda una agrupación de diez músicos que se entregan lúcidos al colchón sonoro con anclaje instrumental en “Juana Azurduy”. “Vamos a empezar con uno de los músicos, autores y compositores que tuvo más que ver en el momento en que la Negra Sosa abrió el espectro al rock: el gran León Gieco”, anuncia el pianista. “Lo único que quiero decir es que ustedes son lo más importante, porque la entrada que pagaron, descontados los gastos sabidos, va todo para la Fundación Mercedes Sosa”, explica el santafesino, calmando el bolsillo de quienes, por ejemplo, pagaron mil pesos para ver y escuchar el concierto de parados.
Cumple León con la apertura de la grilla de “Gracias Maestra” concierto homenaje-beneficio que, en poco menos de dos horas, convocó a once variopintos cantores y cantoras a escena, bajo plafón sinfónico y la batuta directriz del mismo Vitale. León cumple con una linda versión de “Todos los días un poco”, que incluso respeta la exigencia de la real academia española: acentuar la palabra “días” donde va: la “i”. Acto seguido, dos bombos legueros en el centro de la escena deschavan la siguiente voz: Marian Farías Gómez. La –también-- percusionista de ese irreverente clan criollo, irrumpe con una versión in crescendo de “Chacarera de un triste”. Impecable pieza que tal vez le recuerde a más de uno la vez que la misma Mercedes cantó en el Colón, junto a Eduardo Falú y Los Chalchaleros, en 1972. El tenor, el sentimiento y la tierra de la versión es tanta que trae a la imaginación esas caras macizas, mestizas, marrones que hoy no están aquí.
Aplausómetro alto, entonces, que se mantiene porque el tercero de la noche es uno de los que, si de voces se trata, no hay con qué darle. Juan Carlos Baglietto asume el riesgo de visitar “Dorotea, la cautiva”, aquella gema de corte originario compuesta por Félix Luna y Ariel Ramírez, que la Negra grabó en uno de sus discos seminales, al finalizar la década del sesenta del siglo pasado: Mujeres argentinas. Y que Juan imitó veintidós años después en Postales de este lado del mundo. Difícil cantarla, pero no hay escollo que pueda vencer al rosarino. Se exige pero sale. Gran rescate emotivo y posterior presentación: “A continuación, la señora Hilda Lizarazu”. La voz desde el cielo de Mercedes recibe a la ex Man Ray, con una de las frases más preclaras de la jornada: “Dos países son mucho para tanta conciencia (...) /Siempre habrá quien condene / Y también quien defienda (…) Solo insisto en decirte / Y te pido lo pongas a favor en la cuenta / No elegimos quedarnos con los brazos cruzados / Ni esconder la cabeza / Elegimos jugarnos / Y es la gran diferencia”. Teresa Parodi, al igual que Víctor Heredia, una de las extrañadas ausencias de la tarde, aparece igual a través de esos versos de “El otro país”, mientras Lizarazu trae a otra de las mujeres argentinas, hecha poesía y música por los mismos autores de Dorotea: “Rosarito Vera”.
La ajustada e intensa grilla del Festival Únicos, obliga a reducir tiempo y espacio entre intérprete e intérprete. Por eso Jairo, que tiene por delante su concierto, se mete entre los aplausos para hacer suya, una vez más, “Palabras para Julia”, el poema de José Agustín Goytisolo, que la “Negra” inmortalizó en Gestos de amor (1995). El cordobés eriza pieles y almas, con su torrente de voz intacto, pese al paso de los años y los golpes de la vida. Riesgoso lugar le toca a la Bruja Salguero, luego. Tiene que suceder al titán de Cruz del Eje y resulta que sí, que está a la altura. La “r” de tierra como la pronunciaba Mercedes, más un despliegue escénico desprejuiciado y un nexo cuerpo-espíritu que le nace de las vísceras transforman a “Cuando tenga la tierra”, de Ariel Petrocelli y Daniel Toro, en otro de los momentos clave de la tarde. Potencia precisa. Épica. Irrupción de un ojo que mira al magma y arde, cuando llega al clímax de la canción: “Y por fin te veré, campesino (…) Dueño de mirar la noche / en qué nos acostamos / para hacer los hijos”.
Entre lo que resta para llegar al final, se desataca el dueto espontáneo entre Luis Salinas y Marian Farías Gómez. Cuenta Vitale al público que, más temprano, al enterarse el guitarrista de que estaba Marian, pidió por favor hacer su versión de “Zamba para no morir” con ella. Suerte que le hicieron caso. Lima Quintana, Ambros y Rosales pueden estar o descansar en paz. Es un lujo lo que se escucha entre el tacto percusivo, de Marian, y la magia que emana de la guitarra de Luis. Suceden a otro de los grandes rescates emotivos de la noche, Elena Roger (“Yo vengo a ofrecer mi corazón”); Liliana Vitale, que luce su decir poético mediante un texto de María Elena Walsh que remata con una cita musical a “La colina de la vida”; Sandra Mihanovich (“La maza”); Alejandro Lerner, que hace extrañar una vez más a Víctor Heredia a través de “Razón de vivir”, y nuevamente Gieco, ahora para revivir por enésima vez la zamba “Al jardín de la República”. El final, de manual, es con todos y todas en escena cantando “Gracias a la vida” y "Solo le pido a Dios". Una manera de confirmar una verdad indiscutible: Mercedes no murió… eso que pasó hace diez años, fue un simulacro. Una broma del destino.