A lo largo y ancho, ciertas webs de maternidades se muestran flechadísimas por Girlie Glue, producto que busca resolver el “problemón” de que las bebas no sean suficientemente niñitas y, pelada mediante, puedan ser confundidas con -¡aggggggh, el horror!- varoncitos. “¡Hola mamis! ¿Vieron cuando sus bebecitas casi no tienen cabello o su pelo es demasiado fino, y nada de lo que le ponen, queda? Pues, ¡este pegamento fue precisamente desarrollado para eso!”, suspiran las encandiladas, en referencia a -sí, sí- el mentado pe-ga-men-to que utilizan ciertas mamis para fijar sobre calvas cabecitas de sus criaturitas: moños, lazos, corazones y flores, entre otros simbólicos adminículos, sinónimos de “feminidad”. Al menos, según la firma creadora del pavoroso engrudo artesanal, cuyo slogan reza: “Nunca se es demasiado joven para ser femenina”…

“Imponer normas de género ¡con adhesivo! en bebés es ir demasiado lejos”, se subleva la web Konbini acerca de la orgánica cola que dura -no hay fin para el pavor- alrededor de 24 horas. Y que si bien ha estado en el mercado por algunos poquitos años, solo recientemente ha despertado una justificada ola de consternación online. Porque aun cuando esté fabricado a base de néctar de agave y otros ingredientes naturales, aun cuando aclare la empresita que es fácil e indoloramente removible (un trapo, agua y sanseacabó), lejos, lejísimos el producto de ser oferta inocente o bienhechora… 

“Girlie Glue tiene sus raíces en el constante acoso hacia los cuerpos femeninos, que, desde su nacimiento hasta la muerte, están ‘obligados’ a mostrarse brillantes, impolutos, incapaces de perturbar las reglas sociales impuestas”, redobla la citada web al referirse al producto creado por la estadounidense Katie Hydrick, de Provo, Utah, dueña además de frases como: “¡No lo inventé para empezar un negocio! Es que tenía dos niñas casi sin mechas, y quería que lucieran femeninas”… “Se hace tanto hincapié en la apariencia femenina que no es de extrañar que las muchachitas crezcan con desórdenes alimenticios, complejos de imagen corporal, problemas de confianza”, completa la periodista Lydia Morrish; y arroja con explicable enojo: “¿Querés vestir a tu nena en ridículos trastos rosas hasta que tenga 18, a pesar de que el estereotipos binario de color no existió como norma hasta los 80s? Bueno. Pero, ¡por favor!, rechazá esta porquería que sofoca a tu beba con picazón, pegote y anticuados trozos de tela; hacé el favor”.