“Cumplimos con los salteños un compromiso de campaña”, dijo en su cuenta de twitter el por entonces intendente de Salta, Gustavo Sáenz, al agradecer a los diputados massistas y a aquellos salteños que apoyaron la iniciativa, entre los cuales mencionó a Javier David, Pablo Kosiner, Evita Isa, Alfredo Olmedo, y Guillermo Durand Cornejo.

Es que en noviembre del 2016, el proyecto de Ley presentado por Graciela Camaño y Raúl Pérez, fue aprobado en el Congreso Nacional y de esa manera el predio de la denominada Palúdica pasó de manos nacionales a ser controlado por el municipio.

“Palúdica de los salteños”, agregó en ese momento en su cuenta del pajarito el ahora gobernador.

"Salta es cuna de poetas y cantores, somos amantes de nuestra música, tenemos que contar con un museo que muestre los baluartes de nuestra cultura y también la de Latinoamérica", manifestó al dar a conocer la noticia Gustavo Ruberto Sáenz.

A la vez que prometió que se recuperaría el frente del edificio y que lo pondrían en valor, y aseguró que el museo y quienes trabajaban en la Dirección Nacional de Vectores podían convivir.

Según se informó por aquel entonces, la acción formaba parte de un paquete de gestiones que realizó el intendente Sáenz ante el Gobierno nacional por unos $1.000 millones.

Y en ese momento le agradecía a su amigo Mauricio Macri: "Por primera vez en la historia de la ciudad de Salta, el presupuesto 2017 del Gobierno Nacional destinará partidas específicas para las obras de desagües pluviales, la puesta en valor del parque San Martín y del circuito Güemesiano", destacó el jefe municipal.

Casi cuatro años más tarde, el tan celebrado museo no es más que un recuerdo y la incertidumbre de quienes trabajan en el predio sigue siendo la misma.

Los integrantes de la ex palúdica repiten a coro que la municipalidad nunca presentó ninguna propuesta, “porque no la tuvieron y tampoco les llegaron los fondos”, dicen. “Pero sí era urgente quitarle a los trabajadores su lugar”, agregaron indignados.

“Ya en los 90 hubo un proyecto para hacer lo mismo entre Romero y Menem, pero no se pudo por la lucha de los trabajadores”, le dijo a Salta/12 Adan Alancay, delegado gremial de ATE.

Alancay comentó que la manzana fue donada por el doctor Luis Güemes para realizar un polo sanitario. “Esa era un margen de la ciudad, y se luchó desde allí contra el paludismo y la fiebre amarilla entre otras enfermedades”.

En 1923, el doctor Luis Güemes donó al Estado nacional esa hectárea de terreno en la ciudad de Salta para la construcción de una estación sanitaria de la lucha contra el paludismo. Pocos años después, el Gobierno nacional construyó allí el edificio, ubicado entre Paseo Güemes, Juramento, Pasaje Zorrilla y Vicente López.

Ahí funcionó desde 1928 el Departamento Nacional de Higiene y Profilaxis y el Departamento de Paludismo, atendiendo a enfermos de Salta y de las provincias del noroeste argentino.

Hoy funcionan cuatro reparticiones: Reconocimientos médicos, Sanidad de frontera, Control de vectores (fundamental en la lucha contra el dengue) y SENASA.

Si bien la Ley de donación aclara que el predio deberá contener una estación sanitaria, quienes allí trabajan no se sienten contenidos debido a que no se especifica qué tipo de servicio prestará ni sus dimensiones.

El actual jefe del programa de control de vectores base Salta, Horacio Rodríguez, le confesó a este medio que viven con incertidumbre desde ese momento. “Nosotros seguimos de alguna manera ahí hasta que recibamos de nuestras autoridades (Ministerio de Salud de Nación) alguna indicación de a dónde iremos a trabajar”.

Aseguró que ellos continúan trabajando como todos los días con temas de enfermedades como el dengue, zika, chikungunya y chagas, “sobre todo en esta época del año”, añadió.

El Jefe del programa de control de vectores de Salta reconoció que a ninguno de los que realizan labores allí les gustó la medida adoptada por Sáenz en su momento, ya que “siempre trabajamos aquí, este es un edificio que fue donado por la familia Güemes para llevar salud a los que menos tenían en su momento, porque esta era una zona de los suburbios y con muchas enfermedades”.

“Yo soy salteño y me parece bien tener un museo del folclore, pero no justamente ahí, que la palúdica para nosotros representa nuestra vida, tengo 33 años de servicio y hay gente que tiene 40 años trabajando aquí”, señaló Rodríguez conmovido.

Y aclaró que cumplen una función social muy importante en toda la región aunque hacen “un trabajo silencioso, por eso a veces no nos reconocen”.

Con respecto a su interpretación de porqué la gestión municipal anterior avanzó con el pedido para quedarse con esos terrenos, el referente de la Palúdica dijo que hay muchas versiones aunque desconoce si son ciertas, entre ellas “el negocio inmobiliario que representa hoy este terreno, porque quedó ubicado en un lugar muy codiciado”.

Tampoco sabe qué planes tiene la nueva gestión municipal para el predio, “de la gestión actual se comunicaron, sí, pero para ver en qué condiciones se encontraba el edificio, les preocupaba la seguridad y ofrecieron poner gente ellos”, comentó Rodríguez, y añadió que para ello necesita una notificación formal de sus autoridades.

Autoridades municipales le comunicaron a este medio que están estudiando el estado legal, términos y condiciones para tomar una decisión al respecto.

“Nosotros mientras tanto seguimos fumigando casas en el chaco salteño, continuamos trabajando para erradicar las vinchucas, el mosquito que transmite enfermedades, en fin, nadie toma el verdadero peso de lo que significa tener un equipo como el que tenemos aquí, entre personal y maquinaria”, sostuvo Rodríguez.

Y culminó con un dato doloroso y que delata el abandono y vaciamiento del Estado: De ser más de 500 técnicos en toda la provincia hoy aseguró que no son más de 75. En Salta capital son 32, “entre personal de campo y administrativos”.

“Por ahí lo que pretenden es eso, que no quede nadie, esperar al último que se jubile para cerrar la palúdica y que se haga cargo alguna empresa privada de las fumigaciones y el estudio y control de vectores”, concluyó.