“Vuelvo con mi carga/ de tristeza iluminada/ busco algo de justicia”, se lee en uno de los primeros poemas de Transgénica, el nuevo trabajo de la rosarina Gabby De Cicco (1965), poeta lesbo feminista intersex no binarie cuya obra poética se acaba de publicar en un solo volumen. El título fusiona dos fuerzas de la escritura de De Cicco. Por un lado, la denuncia de un estado de cosas injusto (pueden ser los estragos del terrorismo de Estado, del machismo, de la lesbofobia o, en el caso mencionado, del ecocidio llevado adelante por distintos gobiernos en la República Unida de la Soja). Por otro, la arremetida vital de las nuevas identidades en actos y lenguajes. El prefijo “trans” calza como un guante de box y de terciopelo para su propuesta poética. En Transgénica. Obra reunida, que vuelve a poner al alcance de los lectorxs sus otros seis libros, escritos entre 1987 y 2016, se pueden seguir las transformaciones de una voz que sabe amalgamar la rabia y la ternura en torno a algunos motivos.

Uno de ellos, tal vez el más evidente, es el cuerpo. En cierto sentido, su obra poética es la hoja de ruta de un viaje a ese continente de marcas y memorias: “Iré más que al fondo/ para descubrir dónde late/ eso que llamamos vida”. En referencia a los poemas de De Cicco, quizás lo más adecuado sea hablar de “los cuerpos”. Los de lxs amantes, los de lxs que se resisten a las normas; los cuerpos abusados e intervenidos sin consentimiento, los cuerpos envenados a los que, como sugiere Claudia Masin en el prólogo de Transgénica, la poeta alivia con dosis de palabras como medicina: “Te hablo para que recuerdes/ el ritmo, el aliento/ el calor de un cuerpo/ vivo junto a otro”.

Otro vector de la obra de De Cicco es la música, en especial el rock y el punk, pero también el jazz, que ondula como una sombra en Jazz me blues, publicado en 1989 por la Subsecretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario. Temas de Van Morrison, Joe Strummer, Gabo Ferro, Lou Reed y Patti Smith (que reina a lo largo y a lo ancho de La tierra de los mil caballos, lanzado en 2016) se filtran y se trastocan en cantos de sirenas, risas de una niña, jadeos de banshee y riffs verbales: “Seguimos a la voz canícula como guía./ Voz de bruja. Voz de gurú”. Comparados con el adocenado rock actual, los poemas de Transgénica representan reservas de rebeldía y contracultura, en una tradición que une a Arthur Rimbaud con los poetas beat, Laurie Anderson, Olga Orozco y Alejandra Pizarnik. Entre otrxs, ellxs forman parte de una genealogía abrazada por De Cicco.


“Dos mujeres juntas crean caos, revoluciones”

Eso asegura un verso del poema dedicado a Pepa Gaitán (de cuyo asesinato, a manos de su padrastro, se cumplen diez años en 2020) y a “los compas activistas”. Ese texto está incluido en Queerland, obra esencial de De Cicco, publicada en 2011 por la editorial Hipólita y al cuidado de Irene Ocampo. La centralidad del activismo mediante (o en) el arte y la escritura es otra potencia que dinamiza su trabajo. Nada de lo político es ajeno al método poético de De Cicco que, parafraseando uno de sus poemas, “va junto a lo diario/ a la reescritura/ de nuestras voces, del querer/ dar un paso hacia un realidad/ calma, desafiante”. Esa ambidestreza fusiona la ideología con una toma de posición estética.

Los pasos de la militancia feminista y lesbiana que la autora dio en momentos menos favorables que el presente se recuperan, en su poesía, por medio de un registro tan herido como intenso. “De mí dicen que soy: bollo, torta, tortillera. Sin huevos/ se hace esta pasta cocinada despacito entre dos/ minas de carbón u oro”, se lee en un poema-receta de Queerland. Siempre hubo, hay y habrá otrxs a quienes amar, proteger, honrar y recordar en los poemas de De Cicco. Y otrxs con quienes luchar. Como ella, la poesía no está sola y sólo en el ejercicio de la libertad se puede dar a luz “una primera/persona singular: carne/ y huesos”.

Transgénica. Obra reunida

Gabby De Cicco

Baltasara

304 páginas