Dentro de la enorme cantidad de textos que a lo largo de sus 85 años escribió Roberto “Tito” Cossa faltaba un género: la ciencia ficción. Sólo queda rezar es su primera obra de teatro en esa línea. En principio convocó a su hijo Mariano Cossa -músico, además de director y autor de teatro- para que lo asistiera con cuestiones de la terminología, pero finalmente terminaron escribiendo a cuatro manos. El director del espectáculo es Andrés Bazzalo. Encuentro entre un terrestre y un ser de otro planeta, es una “comedia filosófica” sobre “la civilización actual, el mundo, el ser humano”, entre otras cosas, según definen padre e hijo en la charla con Página/12.

Escrita en buena parte en los tiempos del macrismo -dato que se filtra en su atmósfera-, la obra muestra el encuentro entre un historietista y un extraterrestre. El hombre fue abducido y trasladado hacia un planeta llamado Trigón, que es igual a uno que él inventó para sus páginas. Entre ambos seres se instala rápidamente una dicotomía. El extraterrestre no entiende de imaginación ni de poesía. Acumula información que no procesa y se ubica en un pensamiento que defiende la meritocracia y el individualismo. Con humor -característica que los Cossa dicen compartir-, Sólo queda rezar no imita cánones foráneos del género. “En muchos momentos nos hacíamos referencia a Oesterheld, por el tema de una ciencia ficción porteña, que en El eternauta es tan claro y tan lindo”, explica Mariano Cossa, quien también creó la música de la pieza, inspirado en clásicos del cine. Cossa dirige también Chocolate por la noticia, una obra para toda la familia con perspectiva de género, que se puede ver en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543).

El avance de la civilización humana, la creación, la imaginación, la espiritualidad, el misterio del origen, los sistemas, la eficiencia, la búsqueda de la perfección, el miedo a lo desconocido, los fracasos en los intentos por crear una sociedad más justa: estos son algunos de los tópicos que recorre la obra, en palabras que escribió Bazzalo. El director también advierte que en el espectáculo circula una pregunta: “¿será femenina, igualitaria y obrera la oleada futura que permita la evolución de esta golpeada y frustrante civilización humana? Porque en el fondo y como siempre la discusión es entre el individualismo y los intereses generales”. Con actuaciones de Luis Longhi y Carlos Weber, Sólo queda rezar se presenta los sábados y domingos a las 20 en el nuevo edificio del Teatro del Pueblo, ubicado en Lavalle 3636 (ver recuadro).

-¿Cómo apareció la idea de trabajar juntos? ¿Es la primera vez?

Roberto Cossa:- Sí, es la primera vez. La idea de la obra arranca conmigo, esta idea de que un terrestre es abducido a un planeta. Pero cuando llegué a la quinta, sexta página dije “tengo que hablar de astronomía”. Aunque no sea cierta, hay que manejar una terminología verosímil. Como a Mariano le interesa todo lo que es científico primero le dije “traeme algo”. Y después le dije “¿por qué no lo escribimos juntos?”. Después Mariano escribió más que yo. Puso toda esa zona que aparte es tan atractiva: el Big Bang, todo esto.

-¿La ciencia ficción le atraía de antemano?

R.C.:- No. Nada, nada. Ni como lector ni como espectador de cine. No me gustan las películas de ciencia ficción. No me interesan.

-¿De dónde le surgió aquella primera imagen? Sus obras nunca se salen de la Tierra…

R.C.:- Ni de Buenos Aires. No me acuerdo. No sé esas cosas, qué se yo. Algunas veces lo sé: Los compadritos sé dónde empezó. Fue cuando me enteré de que los sobrevivientes del Graff Spee se juntaban en Córdoba todos los años y celebraban el aniversario del barco hundido. Dije “Alemania, la guerra, los nazis”. Pero de otras obras no sé, la verdad. Porque incluso lo que uno pone al comienzo después no está. Hay un punto de partida, generalmente una situación, dos personajes, pero la escena puede quedar en nada porque (el texto) avanza hacia un lado y ya no corresponde. Hay una frase de Picasso que me gusta mucho: “no busco, encuentro”. Es eso. Uno va avanzando y se va encontrando situaciones que derivan en otras situaciones.

-Mariano, ¿cómo tomó esta invitación?

Mariano Cossa:- Muy gratamente sorprendido. El tenía aquella imagen y una frase: si las abejas pueden ser consideradas una comunidad organizada, ¿no habrá otra que nos considere a nosotros como abejas? Fue la primera idea que me planteó y me pareció interesante. Yo sí soy amante y fanático de la ciencia ficción. Le contaba de las películas que especulan con este tipo de encuentros y de la ciencia, de los que especulan con la posibilidad de que haya vida en otros planetas, si somos únicos o no. Después de una larga conversación en la que él me pidió un poco de asesoría, dijo “la escribimos juntos” y de inmediato le dije que sí. Por suerte tanto él como yo hemos trabajado en coautoría, con otros. Es un ejercicio habitual.

R.C.:- En el teatro no es complicado. No hay novelas escritas de a dos, pero en el teatro se puede. El tema es tener una mirada y respetarse, por supuesto. Después uno escribe, toma, retoma, vuelve.

-¿Cómo fue el proceso de escritura?

R.C.:- Uno escribe, le pasa al otro lo que escribió, el otro avanza, se comenta, vuelve a uno. En este caso avanzó mucho más Mariano y yo fui aportando cosas. Si los autores se llevan bien y no hay divismo y tontería, es muy posible.

M.C.:- Hay un respeto al trabajo del otro y una escucha. Yo he leído todas las cosas que él escribió, desde que soy chico, entonces le capto enseguida el estilo, la idea. Además, él es muy riguroso con la ideología. Y sabíamos que no teníamos diferencias. Fuimos encontrando cosas que no nos esperábamos; desarrollos, planteos. Empezó a surgir una cosa muy filosófica a partir de la cosmología y la física cuántica. Empezamos a encontrar un paralelo, una especie de poética que hablaba del hoy, de nosotros. No de si hay civilizaciones extraterrestres o no, que es una pregunta que tal vez algún día nos respondamos, o no. Si no de como esto podía ser una metáfora de lo que es la civilización actual, el mundo, el ser humano. Los modos de organización, la conflictividad, la poesía, las cosas inútiles. De la ideología neoliberal, más práctica, funcional, eficiente. De la ciencia misma y sus especulaciones, de si se puede conocer todo. De la soberbia, la arrogancia de cierta parte de la sociedad que pretende tener todo bajo control. Fueron sentidos que fueron apareciendo buscando una estrategia dramatúrgica.

-La ciencia ficción es una plataforma interesante para el despliegue de lo político.

M.C.:- Sí, claro. En la buena ciencia ficción siempre hay un uso de la futurología o del más allá que es para traerte al más acá. Y el exterior funciona como espejo deformante que exacerba lo que vemos como vicios o defectos de nuestro entorno. Nosotros nos preguntamos qué pasaría si la civilización del extraterrestre se hubiera desarrollado bajo preceptos neoliberales. Es una palabra que no se menciona en la obra, que es más poética. La civilización (de Trigón) está basada en la transparencia, el orden, la eficacia; son depredadores del planeta, se creen dueños de la verdad y son antisolidarios.

R.C.:- De una manera no grosera ni bajando línea, en la obra esto está claro. El neoliberalismo, el individualismo, la percepción de cada uno, si el otro no te importa… fue surgiendo. Son esas cosas que surgen porque es la ideología de uno. No la puede evitar. Me gustaba la situación, pero no pensaba “vamos a pegarle al neoliberalismo”. Creo que todo conecta con lo político. No hubiera tenido sentido escribir esta obra nada más que como un encuentro científico. A mí siempre me aparece lo político, más o menos expuesto.

-¿Y qué conclusiones le dejó trabajar con un género hasta ahora no abordado?

R.C.:- Me dejó angustia. Porque uno esta acá, se va a su casa y qué sé yo, pero cuando piensa en el cosmos, le agarra una especie de… ¿dónde estamos? ¿qué hay allá? Es impresionante. Es lo que en parte lleva a la creencia religiosa. Porque es difícil. Yo soy ateo de siempre, pero a veces me pregunto, y desde el ateísmo no tengo explicación. Los envidio a los religiosos, a los verdaderos.

-¿Les daba temor llevar una historia así al teatro, teniendo en cuenta que la ciencia ficción no es un género habitual en el circuito porteño?

M.C.:- El espacio, lo visual, surgió de la dramaturgia, aunque después por supuesto fue potenciado y superado por el trabajo del director y el diseñador audiovisual (Lucio Bazzalo). Había en la dramaturgia una idea de que tenía que verse algo que era un no espacio. Que no era un living, una casa, un exterior, sino un espacio en el espacio. Era el cosmos por momentos y por momentos un no espacio.

-¿Y el humor? ¿Cómo es que apareció?

R.C.:- Los dos tenemos humor, entonces no era raro.

M.C.:- El humor es algo tan humano... Algo que el extraterrestre no comprende, aunque tiene los bocadillos más graciosos. Pero son involuntarios. Es algo que compartimos. Está en la escritura individual de cada uno y en este caso le buscábamos un humor filoso, irónico, sutil.

-¿El texto estuvo influenciado por el período político del macrismo?

R.C.:- Creo que sí.

M.C.:- Indudablemente. La empezamos a escribir en 2017. Me acuerdo de que gran parte de las conversaciones, cuando nos encontrábamos a leer lo que tenía cada uno, eran de política, de actualidad. De alguna manera creo que está. Está la reflexión de que no se puede ser tan individualista y no pensar en el otro.

-Y hay una apelación directa a la clase obrera.

M.C.:- En un momento empezamos a leer más sobre abejas concretamente. Las abejas viven en colonias, todas son obreras, se reparten el trabajo, no hay individuos. La colmena es una entidad en sí misma. No depende de sus individuos, que pueden morir y ser reemplazados por otros. Lo importante es la comunidad, no cada individuo en sí mismo. Dentro de lo que venía planteando la obra cerraba perfecto para el conflicto del personaje extraterrestre que no puede comprender esta ideología. Lo importante es el individuo, dice. Y el terrestre le dice “a lo mejor no”. A lo mejor lo importante es la comunidad.

-¿El momento político actual invita a sentir más empatía?

R.C.:- Es difícil, no digo que se vuelve a la solidaridad, pero bueno... Es un cambio. Para mí, para muchos, fue una pesadilla (el macrismo). No económica, porque yo más o menos ya estoy asentado con mis ingresos autorales. Una pesadilla ideológica. Es el extraterrestre. Estoy bastante conforme, por ahora me gusta cómo lo encara Alberto Fernández. Me gustan mucho algunos colaboradores que tiene. Ingresa Claudio Lozano al Banco de la Nación y estalla el Vicentin este. Me gustan Félix Crous, Elizabeth Gómez Alcorta. Me asusta la mayoría silenciosa, a la que no le importa la política, que no sé para dónde va a disparar, para un Bolsonaro, si esto fracasa. Qué sé yo. Nos tocó este tiempo. Sabemos que el sueño socialista se cayó hace tiempo y hay que humanizar el capitalismo. Lo que queda es esto. Este Gobierno intenta. He defendido a Néstor y Cristina y esto me da la impresión de que también…. Ahora todo el mundo dice que la situación es tan grave, que a lo mejor la gente dentro de poco va a sentir que no le aumentaron el sueldo o las jubilaciones, y me preocupa que empiece esa especie de desesperanza que generalmente lleva al fascismo. Espero que no. Es la mala leche de haber vivido mucho y de haber visto cómo pasaban las cosas. Cada vez eran peor. Estoy esperanzado y preocupado.

El sueño de la sala propia

El primer teatro independiente de la región cuenta finalmente con sala propia, un sueño que desde hace tiempo tienen los integrantes de la Fundación Carlos Somigliana, que administra el teatro. Tito Cossa es, aparte de coordinador de la Comisión de Cultura de Argentores, titular de la Fundación. Sólo queda rezar es la obra que inauguró la nueva sala, hecho que sus autores sienten como “un premio”. “El deseo es que el Teatro del Pueblo quede por mucho tiempo. En este mundo es difícil hablar de futuro, pero el teatro está ahí y va a estarlo por un tiempo largo. Necesitábamos este reconocimiento, esta prolongación. Porque el teatro independiente empezó ahí, fue el Big Bang. Hoy es un fenómeno notable”, dice Tito. “Cuando nació el teatro independiente, lo era del Estado y de los empresarios. Hoy no es independiente del Estado porque lo subsidia, y los empresarios antes ni nos reconocían y ahora nos llevamos bien. Pero seguimos siendo independientes del dinero.” Con la apertura en la sala de la calle Lavalle, el teatro fundado en 1930 por Leónidas Barletta regresó tras dos años de inactividad.