Henos aquí, vivxs y hermosxs a pesar de todo. Aquí de pie, haciendo de nuestrxs cuerpos territorios revolucionarios. Convirtiendo en sierras maestras nuestras tetas y nuestros culos. Convirtiendo en revoluciones zapatistas nuestra vestimenta y nuestras maneras de nombrarnos. Libramos una revolución con lo único que teníamos: nosotrxs. Y aun teniendo tantos muertxs que llorar, tanta justicia por exigir y contar con un escaso número de armas y defensas, seguimos tomando las estadísticas y convirtiéndolas en números reciclables. Nos cagamos en las estadísticas que dicen que ser trans es sinónimo de muerte y soledad. Minga nos van a contar dos veces ese verso.

No creo que puedan imaginar los costos de esta revolución que muchos calificaron de degenerada. Esta revolución degenerada nos cobró un precio muy alto, el de ser guerrilleras solitarias, yéndonos de nuestras casas con lo que teníamos puesto. Intentando camuflarnos en las ciudades y dejando atrás los pueblos chicos y los infiernos grandes. A veces por azar, porque la suerte se ponía de nuestro lado, encontrábamos buenos amigos que estaban dispuestos como nosotres a dinamitar el inconsciente colectivo. Nos dijeron que no teníamos alma, que no merecíamos ningún derecho humano, nos dejaron en las mismas condiciones que los negros esclavos y segregados de la tan empática Norteamérica. ¡“No serán nunca más amadxs!”, decía el sello que nos estamparon en la frente. Y nosotras, ciegas como un combatiente defendiendo los territorios de su patria, decidimos pagarlo todo. Y continuamos librando nuestra revolución, esa que sólo incluye nuestro cuerpo como país, como bandera y prueba del tamaño de nuestra esperanza. 

Y ahora, que seguimos vivas más allá de los 35 años, que tenemos emblemas y toda una mitología de santas travestis que nos protegen desde algún lugar, hemos decidido no frenar la revolución acá. No nos verán más morir solas. No vamos a dejar que nos escatimen el amor. De donde sea que lo hayan escondido para nosotras lo desenterraremos y lo usaremos como arma letal contra todos los estatutos y testamentos que afianzan sus prejuicios.

¡Miren! ¡Está pasando! Aquí estamos vivas y hemos vuelto a abrazarnos con nuestros padres, los mismos que por culpa de todo ese aparato represor gestado punto por punto para separar a las personas de sus deseos, nos dieron la espalda hace años y nos cerraron las puertas de su amparo. Nos ven y resulta incomprensible para ustedes que podamos ser amadas, que estemos doblando la apuesta y corriendo los límites un poco más allá.

Personas trans del mundo, es hora de izar las banderas de nuestras redes de afecto. Mostrar nuestro cuerpo combatiente como la victoria del amor. Aquí estamos con nuestros hijos dándonos la mano, trepándose a nuestros brazos que esperaron durante mucho tiempo esta instancia de la lucha. Henos aquí con nuestras amantes, esposos y compañeres de toda la vida. Aquí ya no tenemos vergüenza del amor trans. Ya nadie se espanta, nadie ignora lo mucho que nos quieren y lo mucho que sabemos querer. 

Aquí trans de todo el mundo nos ponemos de pie y ya no estamos más solas. Hemos cerrado filas e incorporado a esta causa muchas otras personas que decidieron ser motor de la única revolución posible que nos queda: la de amar y ser amados. Somos familia, estamos vivas, alguien cura las heridas que tantos años de pelear contra molinos de viento, nos han dejado en el cuerpo.

Personas trans del mundo, es hora de salir a la calle con nuestros amores, estos otros amores que nos sostienen,  como estandarte, somos trans y somos amados. Gritar con las gargantas ensangrentadas de tanto dar alaridos de libertad, frenarnos en todas las esquinas y poner a los ojos del mundo la particularidad e inmensidad de los amores que nos acompañan en este camino: las combinaciones infinitas de cariño con las que nos multiplicamos como una plaga moderna. 

Un día, los futuros estudiosos de estas épocas tristes para la humanidad, entre tantos escritos y noticias y datos precisos sobre los crímenes cometidos, sobre las guerras libradas en oriente y occidente, sobre las barcas de refugiados hundidas en tantos mares, encontrarán también que hubo ciudadanos que no formaron parte de ninguna tropa y que sin embargo, con tan sólo dos armas como defensa, tomaron el mundo y lo sacudieron como a una coctelera. Sólo disponemos de esas dos armas y vamos a usarlas, disfrutarlas hasta el cansancio: nuestro cuerpo y el amor. 

Y que se atrevan a decirnos que vamos a morir solas como perras callejeras. Sabemos la verdad: las personas libres siempre nos encontramos con otras personas libres en el camino y nunca estamos solas. Esta revolución degenerada cada vez cuenta con más soldados: estamos nosotras, les trans y aunque les pese también hay: hijos, sobrinos, tíos, abuelos, hombres y mujeres cis, padres y madres, hermanos, amigos, consejeros, chamanes, médicos, doctores en todo lo que se imaginen. Todos están amándonos y eso es todo.

El amor nos sustenta y somos inmortales, a mucha honra y con todos los laureles.