"¿Está en Netflix?" La pregunta, formulada seguramente en alguna charla de café en este mismo momento, sintetiza el poder de dicha empresa por estos pagos. Es que la compañía de la N roja, tal como formulara el periodista Javier Aguirre en Página/12, opera como metonimia que sustituye al concepto del consumo vía streaming . Ventajas de haber arribado hacia 2011 y reforzado su propuesta con el mercado local en cada temporada. Tal interés se debe a que la Argentina, en cantidad de suscriptores, ingresa en el top 10 de la empresa.
Dentro de ese marco y estrategia, el miércoles se realizó CheNetflix, un evento en el que se dio a conocer la programación que la empresa trabaja con talento argentino
. “El evento demuestra una vez más nuestro compromiso con el contenido argentino. Es un mercado en el que creemos que hay un talento enorme y a los argentinos además les gusta ver lo hecho en la Argentina”, plantea Francisco Ramos, vicepresidente de contenidos originales de la plataforma de streaming.
-¿Cómo funcionan estos productos en otros mercados? ¿Qué dice el algoritmo?
-El algoritmo no es lo que nos lleva a pensar que deba hacerse o dejarse de hacer. Buscamos otra cosa: verdad, autenticidad, el lugar que ocupa su creador y lo que le pueda dar su sello a la serie o peli que hagamos juntos. En el fondo, tanto el público argentino como el del resto del mundo están buscando historias auténticas, únicas, y con un punto de vista potente.
-¿Hubo algún dato relativo al algoritmo que le haya llamado verdaderamente la atención? Uno que hayan dicho, “esto realmente no lo esperaba”.
-No tomamos las decisiones de los formatos, la cantidad, o qué actor debe estar en tal proyecto en función del algoritmo. No va por ahí. Seguimos siendo personas que tomamos decisiones creativas desde lo más subjetivo. Tenemos libertad para decidir qué compramos. La decisión es de cada equipo. La diversidad y la complejidad es lo que termina sumando. El algortimo es solo un sistema de recomendación para que el usuario tenga su experiencia única y mejorarla. Poco tiene que ver con las decisiones artísticas. Tenemos a Caetano o a Piñeyro, no vamos a ir a decirle “en el minuto diez debes poner a un niño llorando para que más gente vea tu serie (risas)". La gente funciona por intuición, gusto y emocionalidad: si te llega tal producto, sigues viéndolo.
-¿Cómo es el ida y vuelta con los realizadores en el momento de la producción teniendo en cuenta que Netflix es una pantalla con las particularidades muy singulares?
-Intentamos que sean de confianza mutua. El primer acuerdo que buscamos es en lo que quieren contar y cómo quieren contarlo. Si estamos de acuerdo, a partir de ahí el camino es más fácil. Al principio tratamos de que ese entendimiento sea beneficioso para los dos. De allí en más, prácticamente, nos convertimos en socios. Más que comprador y vendedor, nos volvemos compañeros de viaje.
-Los lanzamientos de Netflix suelen estar marcadas por un gran secretismo. ¿Cómo se llega a concretar una idea en Netflix?
-Todos estas series y películas que hemos anunciado en concreto provienen de relaciones específicas con talentos locales. La corazonada viene de la buena repercusión que tuvo Perdida. La película de Sorín (El cuaderno de María) gustó mucho por su propuesta y decidimos apoyarla. Con la serie El reino, por su parte, llevábamos mucho tiempo queriendo hacer algo junto a Marcelo Piñeyro y él terminó por ofrecernos esta idea, haciendo pareja creativa con Claudia Piñeiro. Para Puerta 7, puntualmente, fue Martin Zimmerman el que trajo la idea y nosotros nos encargamos de vincularlo con Pol-ka, Adrián Caetano y Patricio Vega, el otro guionista. Financiamos y viabilizamos la serie, pero ellos hicieron la serie que quisieron hacer. Nosotros tenemos nuestro punto de vista pero el corte final es decisión de los creadores.
El inicio de 2020 encuentra al servicio en un momento singular. A la aparición de nuevas ofertas on demand (Amazon Prime Video, HBO Go, Starzplay, YouTube Originals, Hulu, Facebook Watch, Fox Play) se le sumará el desembarco de Disney+ con todo el batallón audiovisual del emporio del Ratón Mickey. “La competencia y la aparición de nuevas plataformas representan una oportunidad enorme porque le dan más poder al consumidor final, y a nosotros nos obliga a ser mejores técnicamente y creativamente. Buscamos que la experiencia sea más positiva para el usuario y los creadores, productiva e interesante intelectualmente. Todos eso es parte del crecimiento y ahora encaramos con mayor ambición y contundencia para poder competir”, asegura Ramos.
La sacudida para el gigante de streaming también vino por las nominaciones para The Irishman e Historia de un matrimonio en los Oscar junto con el llamativo y contundente derrotero de la primera. Detrás de la aparente futilidad de la discusión sobre la extensión del largometraje de Martin Scorsese, aparece una interesante cuestión relativa a las nuevas formas de consumo. La llamada “fricción”, como graficaron en un reciente artículo de Indiewire, entre las ventajas que brinda este dispositivo y la experiencia cinematográfica en una sala.
La pobre cosecha en los galardones de la Academia hollywoodense demuestra que el intento de Netflix de consagrase como una major aún choca con otros importantes jugadores de la industria como las distribuidoras y exhibidoras. Días atrás, el propio Ted Sarandos planteó que buscan hacer películas en el resquicio que dejan las producciones pochocleras y las de superhéroes. El jefe de contenidos de Netflix añadió que los 40 millones que decidieron darle play a The Irishman tuvieron una vivencia “tan grande” como si estuvieran en una sala de cine.
“En casos específicos de películas en los que buscamos la opción de otra ventana, nuestra estrategia es darle la opción a todas las salas. Los que la quieren exhibir, que lo hagan, y los que no, pues que no lo hagan. Creo que hay películas como Historia de un matrimonio o Los dos Papas que podrían convivir muy bien en ambos circuitos. En definitiva, se tata de pensar cuál es la mejor experiencia para el usuario. Nosotros nos debemos a qué es lo que esperan nuestros 170 millones de miembros en el mundo y los 30 millones en Latinoamérica”, asegura Ramos.
-¿Qué estrategias toman en este nuevo contexto tan convulsionado? ¿Hay contenidos puntuales para compensar lo que pueda hacer la competencia?
-Si somos capaces de hacer el contenido que estamos haciendo a nivel global es porque actuamos de manera local. Pensamos que podemos hacer en cada país y la suma de lo que hacemos en cada región. Nos parece que eso configura una oferta imbatible.
-¿Qué análisis hacen en Netflix a partir de todo lo que sucedió, se dijo y debatió acerca de The Irishman?
-Hacemos las películas con diversidad de criterio, al igual que las series. Y si tienen nominaciones, pues increíble: además del público le gusta a los académicos. Pero estos votan según su criterio. Les gustó más una que otra. Tenemos que seguir por esta línea. Es la confirmación de que son películas que estaban muy bien. No fue una derrota, todo lo contrario. En algún momento llegarán.
-The Irishman también logró que Netflix empezara a desembarcar en las salas de cine? ¿Esa es una tendencia a reforzar?
-Sí, hoy hay ventanas de todo tipo. En México sucedió algo muy particular con Roma, que se proyectó durante meses en las salas de cine. Eso comprueba que la gente puede ver la película en el cine y luego volver a verla por nuestro dispositivo. Yo la vi de las dos maneras, primero en mi casa y luego en los cines. Con The Irishman fue al revés. Las experiencias son increíbles en ambos casos. La ventaja de nuestro modelo es la disposición global. Roma pudo llegar a todos las esquinas y casas de México, se democratizó su acceso y se vio en todos los rincones. Muchas veces la exhibición en salas es más arbitraria, en ese aspecto. La suma es increíble.
-Y en su casa, ¿usted vio The Irishman completa o en bloques?
-Yo soy cinéfilo y no veo por partes (se ríe). Sí me consta que mucha gente lo hizo. Pero nadie me dijo que no le haya gustado por haberla visto así.