Una aceitada trama de espionaje permaneció oculta durante más de 50 años sin levantar sospechas. La CIA y los servicios de inteligencia de la entonces Alemania Occidental controlaban a una compañía suiza, Crypto AG, que fabricó y vendió dispositivos de encriptación de mensajes a más de 120 países. Dentro de esa larga lista se encontraba Argentina. Una extensa investigación del Washington Post, la cadena de televisión alemana ZDF y la suiza SRF reveló que las máquinas "pinchadas" de Crypto le permitieron a la CIA, entre otras cosas, seguir de cerca a las dictaduras en América Latina, y brindarle inteligencia militar a Gran Bretaña durante la guerra de Malvinas. A casi 38 años del conflicto armado, las islas volvieron a ser noticia por distintos motivos: primero, el secretario de Malvinas, Daniel Filmus, confirmó que Argentina firmará un nuevo acuerdo para continuar con los trabajos de identificación de las tumbas de soldados enterrados en el territorio, y este martes, cuatro exmilitares fueron procesados por imponer torturas y estaqueamientos a soldados conscriptos, delitos calificados como de lesa humanidad.

Pero, ¿cómo se llegó a los documentos desclasificados? "El Washington Post ha obtenido un documento aún clasificado gracias a una filtración. Se trata de una historia secreta: la llamada Operación Tesauro o Rubicón implicaba comprar y operar secretamente por la CIA y el BND (Servicio Federal de Inteligencia alemán) a Crypto AG como una empresa independiente, neutral y de alta calidad de equipos de encriptado". Así explica el mecanismo de espionaje Carlos Osorio, director del Proyecto Cono Sur del National Security Archive (NSA), que desde Washington dialogó con Página/12.

Pero la realidad estaba lejos de esa supuesta neutralidad. "Las máquinas de Crypto AG estaban todas amañadas de manera muy sofisticada, permitiendo a las agencia de inteligencia descifrar las comunicaciones de cerca de 120 países", menciona el investigador nacido en Chile. En 1970, la CIA estadounidense junto al BND alemán se convirtieron secretamente en propietarios de Crypto AG, dato que ignoraban los estados contratantes del servicio. En esos años, la compañía vendió miles de máquinas de encriptación, llegando a facturar millones de dólares. Un negocio redondo.

La CIA y el Plan Cóndor

El National Security Archive con sede en Washington comparte la misma sigla con la National Security Agency estadounidense (NSA), aunque muy distintos fines. Bajo el mando de Osorio, la institución logró acceder a documentos clasificados que mencionan especialmente al espionaje sufrido por los países miembros del Plan Cóndor, con el que Argentina y otras dictaduras latinoamericanas de las décadas de los 70 y 80 pretendían eliminar a sus adversarios políticos.

Las nuevas filtraciones presentadas por el Washington Post le permitieron al NSA retomar, y confirmar, algunas líneas de investigación previas. Los cables de la CIA a los que tuvo acceso el archivo son categóricos. Por ejemplo, durante la reunión inaugural del Plan Cóndor, organizada por el régimen de Augusto Pinochet en noviembre de 1975 en Santiago de Chile, los militares al mando de cinco dictaduras del continente (Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Chile) firmaron un acuerdo para emplear un mismo sistema de encriptado. Varios años después se supo que era el de Crypto AG.

Cable de la CIA desclasificado por la NSA: “Sistema de Comunicaciones empleado por la Operación Condor
Equipo Crypto CX-52 - Sitio web de la NSA
Fragmento de uno de los documentos desclasificados por Washington Post

Con la sabiduría propia de quien invirtió décadas investigando estos temas, Calloni cree que las revelaciones del Post representan la génesis de procesos que hoy se replican en Latinoamérica, por ejemplo, bajo la figura del lawfare. "Hay nuevas tecnologías de espionaje, pero el asunto de base es el plan maestro que establece sobre nosotros el mismo esquema de guerra contrainsurgente de décadas pasadas", agrega la autora de "Evo en la mira", reeditado recientemente por Página/12. "Ellos saben conspirar muy bien y nosotros solo podemos arreglar lo que ellos rompen", observa la escritora, a medio camino entre la risa nerviosa y la resignación.