Fue en mayo del año pasado. Era de noche, más de las 22. Suena mi celular, era una amiga del secundario, católica convertida en agnóstica después de romper con la enseñanza del colegio religioso al que asistimos en Villa Domínico. Cuando arranqué a leer sobre feminismo empecé a recomendarle libros a mi amiga a quien llamaremos Mariela. Su primer pañuelo verde fue un regalo mío. Fui la primera persona a la que llamó, aún con el test en mano. Sabía que podía ayudarla porque soy feminista. Me dio permiso para contar su historia, aunque prefiere no revelar su identidad.
En otros encuentros, entre birra y birra, solíamos recordar aquel día cuando en noveno año, tercer ciclo del nefasto plan de educación general básica (EGB) nos mostraron vídeos de falsos “bebes” supuestamente “mutilados” por abortos. Allá por 2002, la Educación Sexual Integral en nuestra escuela se remitía solo a cuestiones biológicas sobre cómo gestar y alguna que otra mención a métodos anticonceptivos. Pasaron años hasta que supimos que teníamos derecho a decidir sobre nuestros cuerpos.
Cuando atendí el llamado, Mariela estaba rota en llanto. Apenas logré entenderla: "Estoy embarazada, me quiero morir". Traté de tranquilizarla. Le repetí una y mil veces que tenía solución y que podía elegir. "Estoy en el piso del baño llorando" me dijo y de inmediato tomé un remís a su casa que queda a unas cuadras de la mía en Monte Chingolo, Lanús, sur del conurbano bonaerense. Había tenido sexo casual con un tipo. Se cuidaron, pero algo falló. Cuando llegué a la casa la abracé fuerte. Tenía una crisis nerviosa. Apenas podía respirar. Traté de contenerla. Le aseguré lo que sé sin dudar: hay un montón de feministas organizadas para ayudar y yo era una de ellas.
Contacté a un grupo de compañeras que sabía que hacen acompañamientos en Lanús, también a la red de Socorristas que acompañan abortos feministas en buena parte del país. Empecé a pensar cómo conseguir las pastillas y busqué información segura en comohacerseunaborto.com . En el último año el precio del misoprostol en farmacias se había triplicado, sabía que la caja de 16 pastillas costaba $6000 y también sabía que Mariela no contaba con ese dinero, aunque entre amigas podríamos ayudarla a comprarlo. Pero esa era la última opción. Mis compañeras que hacían acompañamientos me dieron los primeros detalles. “Tiene que ir hacerse una ecografía y un análisis de sangre para saber de cuántas semanas está”, me dice una de ellas.
Mariela cuenta con la obra social de su trabajo, eso en estos tiempos es un privilegio. Al día siguiente pudo hacerse los estudios en la guardia de una clínica, la acompañó su hermana. Apenas recibió los resultados me llamó. Le dijeron que estaba de cinco semanas. Tenía la esperanza de que el test hubiera arrojado un falso positivo, pero no y otra vez estaba llorando sin pausa. Ni su cuerpo, ni su mente, ni su vida estaban preparados para afrontar un embarazo. No había deseo.
Con todos los miedos posibles acumulados, Mariela le contó a su mamá, católica, con quien alguna vez había hablado sobre la lucha por la legalización del aborto, pero no tenía muy claro qué pensaba. Recibió una respuesta para ella inesperada: "Ese día mi mamá me confesó que también había abortado. Fue cuando mi hermana mayor tenía un año, me contó que en ese momento mi papá estaba con poco trabajo y no tenían plata para afrontar otra crianza. Mi tía la llevó a lo de una señora que hacía abortos en su casa. Sentí alivio por mí, pero también tristeza porque aquella intervención le podría haber costado la vida. Sobrevivió, pensé”, recuerda Mariela.
Al día siguiente una compañera me comentó que en los Centros de salud y acción comunitaria (CeSAC) de CABA, se hacen Interrupciones legales del Embarazo (ILE) bajo protocolo, que podía acercarse a uno con la ecografía y el análisis de sangre y seguir los pasos que le propondrían quienes atendían allí. Los CeSAC son una red pública y gratuita de más de cuarenta centros de atención primaria de la salud ubicados en distintos barrios de la ciudad de Buenos Aires. Todos estos espacios tienen acceso a misoprostol y la gran mayoría cuenta con equipos de profesionales de la salud que garantizan la ILE. En ese momento ambas desconocíamos esa información.
El camino para nosotras se allanaba pero no podía evitar pensar en qué pasa con las personas que no tienen una obra social, que tienen que esperar para conseguir una ecografía o pagarla, igual que el análisis de sangre. ¿Y cómo se aborta en las provincias que se declararon pro vida? O donde no quedan profesionales para realizar ILE porque lxs médicxs se declaran objetorxs de conciencia, o las provincias que ni siquiera adhieren al protocolo de aborto no punible, como Tucumán, Formosa, San Juan, Santiago del Estero y Corrientes. Qué pasa con las pibas que no tienen información, ni redes feministas a las que recurrir.
En nuestro país, el Protocolo para la atención integral de las personas con derecho a la interrupción legal del embarazo -y que este año tiene categoría de resolución ministerial en el ámbito nacional, aunque cada provincia debe adherir- contempla dos causales: que el embarazo constituya un peligro para la salud o la vida de la persona gestante, o que haya sido producto de una violación.
Con respecto a la causal salud el protocolo especifica: “La causal salud incluye el peligro para la salud y el peligro para la vida, ya que este último debe ser entendido como la situación extrema de la afectación de la salud. Siguiendo la definición de la Organización Mundial de la Salud, la salud es “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (OMS, 2006). En ese sentido, la causal salud puede definirse por el riesgo de afectación al bienestar físico, mental o social y entenderse que la interrupción del embarazo basada en esta causal es legalmente factible cuando cualquiera de estas dimensiones de la salud está en riesgo. Es decir, que se debe concebir la salud desde una perspectiva integral. Desde este enfoque, el derecho a la salud es interdependiente con los derechos a la vida, la dignidad, la autonomía, la libertad, el libre desarrollo de la personalidad, la información, la no discriminación, la igualdad, la intimidad, la privacidad y el derecho a estar libre de tratos crueles, inhumanos o degradantes.”
Dos días después del primer llamado, mi amiga comenzó con las náuseas, no podía comer nada, no quería esperar. Necesitaba resolverlo en el menor tiempo posible. Me contaba el horror que sentía al tener algo ajeno en su cuerpo, la angustia la consumía. Ya tenía pactada una entrevista con una consejería de Lanús, pero Mariela decidió ir a un CeSAC con la ecografía y el análisis para ver directamente a un/a profesional de la salud.
Fuimos juntas, nos anunciamos en ventanilla por anticonceptivos, nos dieron un número y aguardamos nuestro turno. Nos recibió un ginecólogo con una sonrisa, tranquilizó a Mariela con un “No hay nada de qué preocuparse”. Miró los estudios y le dijo que debía esperar al menos a la sexta semana ya que es más efectivo realizarlo pasado en ese tiempo. También podía perder el embarazo antes porque solo había un saco gestacional. No se veía el embrión aún. “Volvé en 10 días con una nueva ecografía”, le dijo el ginecólogo. Mariela contaba las horas y los minutos. La espera se le hacía interminable y no podía pensar en otra cosa.
Pasó el tiempo indicado, volvió a la guardia por la segunda ecografía, recibió los resultados en el momento. El embrión se había formado y ya estaba de seis semanas y media. Mariela rompió en llanto, en ese momento aún en la camilla la ecógrafa le preguntó: “¿por qué lloras?”. “Es no deseado”, le respondió mi amiga. "Lo hubieras pensado antes", le escupió la ecógrafa, sin siquiera saber nada sobre su vida ni cómo llegó a esa situación.
Estefanía Cioffi es médica generalista y de familia e integra la Red de Profesionales de Salud por el derecho a decidir: “En los casos de abortos que se enmarcan dentro de la causal salud es obligación tener transparencia activa en cuanto al asesoramiento, para ver si la persona considera que está en riesgo su salud. Lo que hacemos es utilizar la guía del protocolo que parte de la salud entendida de forma integral en cualquiera de sus aspectos: biológico, psicológico, social; si se considera que cualquiera de esos aspectos está en riesgo por la continuidad del embarazo, es decir, que no se puede evitar si no se interrumpe el embarazo, entra dentro del causal salud. Por supuesto que como requerimiento indispensable está el consentimiento de la persona gestante, es decir que nadie puede obligarla a interrumpir el embarazo o someterla a una situación de coerción, eso es algo que siempre dejamos claro. Y lo que hacemos es trabajar de forma interdisciplinaria en equipos conformados por mediques generalistas, ginecologxs, pediatras, psicologxs, trabajadores sociales, enfermerxs, farmacéuticxs. Entonces el abordaje y el encuadre en la causal salud se realiza de forma conjunta al igual que la evaluación de cada caso”, explica.
Volvimos al CeSAC, había llegado el momento de la entrega de pastillas, la ginecóloga que atendió a Mariela completó un informe con una serie de preguntas: “¿Qué representaría para vos continuar este embarazo?”. “La desorientación completa de mi vida, no estoy preparada, no tengo los recursos, no lo deseo, me volvería loca si tengo que atravesar por esto”, respondió mi amiga y completó una planilla con más preguntas. La ginecóloga salió del consultorio para analizar el caso con el resto de los profesionales que estaban en el CeSAC. Regresó a la media hora y le entregó a Mariela un certificado que constataba que la práctica sería realizada dentro del marco legal, le entregó las pastillas, le explicó cómo abortar y le pidió que vuelva al CeSAC el día posterior al procedimiento.
Apenas salimos del lugar empezamos a pensar en que día sería más conveniente hacerlo. Mariela no podía faltar más a su trabajo, aunque era martes decidimos que sería sábado a la noche con pizza y helado de por medio.
Mariela comenzó el procedimiento alrededor de las tres de la madrugada entre charla y música. Después de las primeras 4 horas empezaron los primeros malestares y las pérdidas. Cada dos horas controlaba que el sangrado no supere la cantidad de toallitas indicada (no más de dos). Los dolores eran cada vez más fuertes, se retorcía en la cama, temblaba y tenía frío. Le dolía y mucho, el ibuprofeno recetado no ayudó. Los dolores continuaron durante horas. “Esto peor que un dolor de muelas”, me decía. A las 12 del domingo llegó el momento tan deseado. Mariela había abortado. Lo supo cuando expulsó un coágulo de sangre con una pelotita de color gris y rosa y automáticamente los dolores y las náuseas desaparecieron. Nos abrazamos y lloramos juntas.
Pos aborto y confusión
Al día siguiente, Mariela volvió al CeSAC. La atendió una psicóloga y le preguntó cómo había sido su experiencia. La profesional le aconsejó que vuelva a repetir una ecografía en 15 días para asegurarse que no hayan quedado restos dentro de su cuerpo. Pasado ese tiempo, volvió a la guardia de la clínica de su obra social para obtener el estudio, la ecógrafa le dijo que había restos.
La ginecóloga que la atendió en la guardia le indicó que debía hacerse un legrado, quería intentarla en ese mismo momento. Mariela se negó y volvió a sentir terror, no quería someterse a una operación quirúrgica. Me llamó llorando para contarme desde la misma clínica. Se me ocurrió pedirle opinión a Stella Manzano, médica especialista en Tocoginecología y Medicina Legal, una de las imprescindibles y de quien tanto aprendí, después de haberla entrevistado en varias oportunidades. Manzano realiza abortos no punibles en hospitales de Chubut desde hace más de ocho años. Cuando la contacté me dijo que lo mejor sería que vuelva al CeSAC con las ecografías y que sin dudarlo le darían dos pastillas más de misoprostol, con eso terminaría de expulsar todo. Santo remedio, así fue.
¿Lxs ginecólogxs están formados sobre aborto y pos aborto? ¿Leen el protocolo? ¿Qué pasa en las universidades? ¿Sólo depende de la voluntad de informarse de manera individual? Ciofii asegura: “En la universidad no te enseñan absolutamente nada sobre aborto, se toca solo en la cátedra de medicina legal desde una perspectiva sumamente punitivista y después en ginecología, pero en clave de complicaciones por abortos inseguros, no en términos de acompañamiento ni protocolos de ILE. Lo que si sucedió es que en los últimos años fuimos avanzando en algunas facultades con cátedras libres fuera de la currícula. También en algunas universidades como en Rosario o Comahue hay materias optativas de aborto como problema de salud, donde se enseña cómo se hace un acompañamiento de aborto seguro desde una perspectiva feminista e interdisciplinaria. Avanzamos pero no está dentro de la currícula oficial. Después del 2018 hubo un cambio, les alumnes empezaron a demandar hacia dentro de las universidades y hay docentes que sumaron la perspectiva dentro de sus materias, pero muy pocxs todavía.”
Supongamos que una persona queda embarazada y lo pierde en la sexta o la séptima semana ¿por qué es obligada a pasar por un quirófano si todo se puede resolver con la ingesta de una pastilla? Parece que el misoprostol sigue siendo una palabra prohibida. “Muches ginecologxs no conocen cuáles son sus obligaciones, pero deben estar formades, las complicaciones pos aborto son problemas que les traen las personas a las consultas, por lo cual como cualquier otro problema de salud tienen que saber cómo abordarlo. Recetar misoprostol es legal como cualquier otra medicación siempre y cuando la indicación sea la correcta, que no lo receten tienen que ver con un montón de mitos que hay alrededor de la legalidad y la ilegalidad del aborto, mucha falta de formación y también de voluntad política de los profesionales”, explica Cioffi. Mientras tanto seguimos abortando al mismo tiempo como la mamá de Mariela hace más de 30 años en un lugar clandestino o como mi amiga de forma segura, en el sistema de salud pública con contención y redes.
¿Qué pasa en los lugares donde las redes feministas no llegan, donde los CeSAC no existen o dónde lxs directorxs de los hospitales públicos deciden no implementar abortos no punibles a pesar de la existencia del protocolo? ¿Cuál es el destino de las personas que no pueden pagar clínicas privadas? En esos lugares las personas son obligadas a continuar con sus embarazos o pierden la vida por abortos inseguros. Necesitamos que sea ley porque en la Argentina de hoy seguimos contando muertxs por abortos clandestinos, porque aún se obliga a parir a niñas violadas, porque queremos la autonomía de nuestros y porque la maternidad será deseada o no será.